Museos de la ciudad de León: San Isidoro

Octavo capítulo del serial de los museos de la ciudad de León, que cada jueves nos trae Gregorio Fernández Castañón a LNC Verano

Gregorio Fernández Castañón
28/08/2025
 Actualizado a 28/08/2025
Detalle de la arqueta de san Isidoro. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
Detalle de la arqueta de san Isidoro. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

En su inicio (siglo X) fue un monasterio femenino, dedicado a san Pelayo, con acogida preferente a las mujeres de la familia real. Y, si la realeza nos importa mínimamente, es de obligado cumplimiento decir que, desde el año 910 hasta el 1230, al Reino de León no le hacía sombra ningún otro relativo a aquella etapa denominada de «la cristiandad». Son hechos. Es la historia la que rubrica la identidad de un pueblo soberano: León. Por eso, sin olvidar el alma que protege mi puño, me detengo hoy en este corazón de León que tuvo 24 reyes antes que Castilla leyes, para escoger a los que, de una forma u otra, estuvieron relacionados con esta Real Colegiata Basílica de San Isidoro, uno de los conjuntos románicos más importantes de Europa, de cuyo museo hoy os voy a hablar. Los cuatro seleccionados son los siguientes: 

Alfonso V, rey de León desde 999 hasta 1028, por promulgar en 1017 el Fuero de León. Normas legales con las que, además de otorgar privilegios a sus súbditos, se logró reorganizar y reconstruir el territorio leonés tras los daños causados por Almanzor y su hijo. Los restos del rey leonés descansan en el Panteón Real.

Fernando I, rey de León entre 1037 y 1065, porque junto a la reina Sancha, su esposa, hicieron de esta Colegiata su palacio, construyeron el Panteón Real –lugar en el que descansan sus restos– y trasladaron las reliquias de San Isidoro de Sevilla a esta Basílica. 

2.Vista de la campana Laurentina y del gallo veleta.
Vista de la campana Laurentina y del gallo veleta. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Infanta de León doña Urraca porque gracias a su intervención León dispone de la denominada «Capilla Sixtina del arte románico» y porque con la donación de sus joyas se realizó el conocido «cáliz de doña Urraca». Descansa en el Panteón Real.

Alfonso IX, rey de León desde 1188 hasta 1230, porque en 1188 convocó en el claustro de la iglesia las primeras cortes parlamentarias de Europa, convirtiendo así a la ciudad de León en la Cuna del Parlamentarismo, con todo lo que ello implica.

Cuatro reyes y un destino: el Museo de San Isidoro de León. Un espacio abierto y, tal vez, distinto a cualquier otro por poseer una enorme peculiaridad que, salvo excepciones, lo diferencia del resto, ya que una gran parte de su riqueza es «iluminada» por la misma luz desde hace siglos. Por eso, en resumen, dejo varias muestras: la Cámara de doña Sancha (parte del palacio real del siglo XI); la biblioteca (siglo XVI) realizada bajo la dirección de Juan de Badajoz –el Mozo– y con obras artísticas de Juan de Juni; la torre del gallo (siglo XII); el claustro alto o Fonseca (siglo XVI); la escalera prioral, de estilo renacentista, obra realizada por el arquitecto Juan de Ribero Rada (siglo XVI), o el Panteón Real (siglo XI).

Me detengo. Aquel día, al permanecer parado en la plaza sentí el frío del norte dibujando en mi piel un ligero estremecimiento, solo compensado por la belleza románica de tan excelso edificio. Y en la conquista de mis propios pasos, me pareció que el chirrido del gallo de la alta torre se debía al bostezo matutino de un carámbano tardío a las puertas de una deseada y floreciente primavera. Menos mal que, justo a la entrada del propio museo, aprovechando los restos de un horno de fundición de campanas, el calor de unas brasas ficticias iluminó una mañana gris, cargada también de una obstinada humedad. Inmediatamente después… 

3.El cáliz de doña Urraca.
El cáliz de doña Urraca. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

El brillo de mis ojos se vio alterado por dos piezas singulares: la arqueta de san Isidoro (siglo XI) y la de los marfiles (de 1059). La primera por su historia (en su interior fueron trasladados desde Sevilla a León los restos de san Isidoro) y por su belleza: en sus ocho paños del cuerpo se muestran, repujados en plata, diversos pasajes del libro del Génesis. Y la segunda por su trabajo exquisito en las piezas de marfil, por su utilidad (en su momento contuvo las reliquias de san Juan Bautista y san Pelayo) y, también, cómo no, por ser un claro ejemplo de la avaricia y la maldad humana (el oro que revestía la madera fue arrancado «de aquella manera», robado por las tropas de Napoleón). Son dos de las más de trescientas piezas/joyas expuestas en este museo. Y para joyas, entre otras muchas, tres nuevas muestras: la campana Laurentina, el gallo/veleta y el «cáliz de doña Urraca».

La Laurentina (de 1086, con advocación a san Lorenzo) es la campana más antigua de España, que lleva consigo esta bonita leyenda: todos sabemos que el Cid Campeador vivió con la noble leonesa doña Jimena, su mujer, en las inmediaciones del parque del Cid. Pues bien, esta campana anunció a todos los leoneses el nacimiento del hijo de ambos. Curioso, ¿verdad?

Del gallo/veleta he de decir que, correspondiendo al siglo VII, fue realizado con una aleación de cobre y plomo y revestido con oro. Tras el resultado de diversas pruebas (sobre los pólenes de las plantas y/o restos de colmena de abeja fosilizados en su interior), se concretó que procedía de la antigua Persia.

4.Detalle de las pinturas de la Cámara de doña Sancha.
Detalle de las pinturas de la Cámara de doña Sancha. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

El «cáliz de doña Urraca» se compone de dos cuencos de ágata, datados en el siglo I d.C., procedentes, al parecer, de la zona de Palestina, actual estado de Israel. En el siglo XI, doña Urraca, hija primogénita de los reyes Fernando I y Sancha, entregó sus joyas a los orfebres para que fueran ellos los que unieran y cubrieran en parte los cuencos con oro y piedras preciosas. Y el resultado llegó hasta nuestros días para sorprendernos: un cáliz recubierto de oro y plata sobredorada, con incrustaciones de rubís, amatistas, esmeraldas y aljófares, al que acompaña una inscripción: «En nombre del Señor, Urraca la de Fernando». Una delicia visual que, con los estudios realizados hasta el momento de los dos cuencos, alimenta la fe de ser «algo más»; estudios que han de continuar, según me indicó la directora del Museo. 

Y el Museo posee diversos recintos tan espectaculares e históricos como la Cámara de doña Sancha y el Panteón Real. La Cámara de referencia se debe a que allí tuvo su estancia doña Sancha Raimúndez –hija de la reina Urraca I de León y de Raimundo de Borgoña–. En realidad, fue el espacio de la tribuna real; lugar desde el que los reyes participaban en los actos litúrgicos que se hacían en el templo. En el siglo XII se convirtió en el scriptorium del monasterio y en el XVI, tras cubrir las paredes con espectaculares pinturas al fresco, fue utilizado como sala capitular. Actualmente, allí, además de las ‘pinturas salvadas’, se exponen dos piezas espectaculares, ejemplos de la mejor platería del siglo XV: una cruz de Enrique de Arfe y una custodia de Juan de Arfe, nieto del anterior.

El Panteón Real –mundialmente conocido como ‘La capilla sixtina del arte románico’– lo componen tres naves cubiertas por seis bóvedas, que se apoyan en dos gruesas columnas. Decir espectacular sería decir poco. Y como no dispongo del espacio suficiente para alabarlo, solo me queda recomendar su visita pausada. Los capiteles y las propias pinturas, apoyadas por la soledad y el silencio, hablan por sí mismas. Escenas del Antiguo Testamento (en los capiteles) o del Nuevo Testamento (en las pinturas) sorprenderán a los espectadores, quienes, además, pueden descubrir y admirar el famoso calendario agrícola. 

5.Detalle del Panteón Real.
Detalle del Panteón Real. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Una curiosidad: las pinturas de este Panteón Real fueron fijadas en su momento (años sesenta del siglo pasado) siguiendo los criterios de uno de los más importantes restauradores: el catalán Antonio Llopart Castell. Como ayudante intervino el jovencísimo José Andrés Seoane, hijo del reputado escultor Andrés Seoane. Y él fue quien me contó el secreto del restaurador: las pinturas se fijaban con leche pura de vaca (procedente de Montejos, León), mezclada con goma laca y cal viva. Sorprendente, sin duda alguna. 

El 30 de diciembre de 1808, el Panteón Real fue utilizado por las tropas napoleónicas como establo. Una aberración mayúscula cuyos daños fueron más que patentes. Aun así, allí se encuentran enterrados los cuerpos de 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes, 9 condes y diversos nobles.

Y, preparando el final de este artículo, quiero enumerar otras piezas de este Museo, tales como la arqueta de Limoges (siglo XII), el arca de plata donada por doña Sancha (siglo XI), la Biblia Visigótica-Mozárabe (año 960), el Pendón de Baeza y el ajuar funerario de la infanta doña María (fallecida hacia el año 1235).

‘El idolillo escandinavo’ en primer término.
‘El idolillo escandinavo’ en primer término. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN


Pieza destacada

El único objeto vikingo existente en la península ibérica se encuentra aquí, en este museo. Denominado «El idolillo escandinavo» fue realizado en asta de ciervo. «Una autentica obra maestra», según el historiador Eduardo Morales Romero. Una pequeña pieza cilíndrica (44 mm de altura y 33 mm de diámetro), con sus extremos cerrados (fijos y con remaches en la parte superior y con una bisagra en la inferior). Una pieza única en su género y estilo (siglo X) que llama la atención especialmente por los motivos zoomorfos y vegetales que arropan la existencia de hasta ocho animales: un ave rapaz y, sobre todo, un conjunto de serpientes que entran y salen, entrelazadas, para cubrir toda la superficie. Podría tratarse –según asegura algún historiador– de la pieza de un juego parecido al ajedrez, llamado ‘hnefatafl’. De lo que no hay duda es que, en esta pequeñísima pieza artística, se combinan estilos como el borre (trenzado de líneas), el jellíng (uso de la simetría) y el mammen (decoración zoomórfica vikinga propia del siglo X). Pieza destacada, excepcional en todo caso.

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