Normalizar

Por José Javier Carrasco

28/02/2024
 Actualizado a 28/02/2024
Grabado que muestra la práctica del doctor Franz Anton Mesmer con sus pases de manos. | L.N.C.
Grabado que muestra la práctica del doctor Franz Anton Mesmer con sus pases de manos. | L.N.C.

Miró el cigarrillo cuando empezó a notar calor en los dedos que lo sostenían. Estuvo viendo la excavadora mecánica, la aburrida exactitud de sus movimientos. Se agachaba el brazo largo, al final del cual estaba aquella especie de gigantesca boca que mordía la tierra con sus dientes metálicos, un ruido de engranajes, de cadenas que cedían un determinado espacio a cada metro de descenso del brazo. Luego, la mordedura, el hambre de aquella máquina con algo de animal prehistórico, el ruido, tenso ahora, de los engranajes, unido ya al del motor, venciendo la tonelada de tierra que levantaba, y después antes de que terminara el movimiento ascendente del brazo, el giro de toda la excavadora, con la cabina que parecía una casa sobre el enorme tractor, dentro de la cual había un solo hombre, sin el que toda la excavadora mecánica habría sido algo muerto, algo sin nacer». El estilo de Jesús López Pacheco en su novela ‘Central eléctrica’ es una mezcla de literatura realista y expresionista con el que quiere reflejar al grupo humano formado por los habitantes de Aldeaseca, anegada por el embalse de la central, y el personal que trabaja en ella. Unos echando de menos el suelo de sus casas de paja y estiércol, y los otros las comodidades de la ciudad. Las dos caras enfrentadas del progreso. 

En 2016, Lorenzo Esteban de la Iglesia presentaba en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad Politécnica de Madrid, como proyecto de fin de carrera, su ‘Adaptación de molino de grano hidráulico en micro central eléctrica autónoma’. Entre las ventajas de este tipo de instalaciones Esteban de la Iglesia se refería a la falta de impacto ambiental que tienen otras fuentes de energía, sin emisiones de gases ni modificaciones del paisaje, –las que acompañan a la construcción de una central eléctrica, como la descrita por Jesús López Pacheco en su novela–, para señalar a continuación algunos de los problemas a los que se enfrentan. Entre ellos conseguir la estabilización de la tensión sin contar con la utilización de baterías o el apoyo de redes eléctricas. Ese fue precisamente el principal escollo con que tuvo que lidiar Canalín, apodo de uno de los dos molineros de Porqueros, mi pueblo, allá por los años cuarenta del pasado siglo cuando decidió dotar de luz eléctrica a sus convecinos. Según me han dicho, la luz producida por su molino era muy débil y con continuas interrupciones. Lo que nadie le va a negar a aquel visionario, un adelantado de las fuentes alternativas de energía, es la perfecta integración de su ingenio al medio. Presa y molino-vivienda de Canalín, un modelo de adecuación paisajística. 

Dice WikIpedia que «la electricidad (del griego élektron, cuyo significado es «ambar») es el conjunto de fenómenos físicos relacionados con la presencia y flujo de cargas eléctricas. Se manifiesta en una gran variedad de fenómenos como los rayos, la electricidad estática, la inducción electromagnética o el flujo de corriente eléctrica. Es una forma de energía tan versátil que tiene un sinnúmero de aplicaciones, por ejemplo: transporte, climatización, iluminación e informática», para añadir más adelante: «el fenómeno de la electricidad se ha estudiado desde la antigüedad, pero su estudio científico comenzó en los siglos XVII Y XVIII. A finales del siglo XIX, los ingenieros lograron aprovecharla para uso doméstico e industrial. La rápida expansión de la tecnología eléctrica la convirtió en la columna vertebral de la sociedad industrial moderna». Una aplicación novedosa de un fenómeno afín al de la electricidad, el magnetismo, es la que hizo el médico Franz Anton Mesmer con sus pases de manos. «El mesmerismo –siguiendo con las citas de Wikipedia–, también conocido como la doctrina del «magnetismo animal» se refiere a un supuesto fluido invisible que permite el funcionamiento del cuerpo humano, pero cuya distribución errónea o un desequilibrio en el cuerpo es la causa de las enfermedades». Otra aplicación terapéutica, esta eléctrica, es la del electroshock. Una descarga, directa a las neuronas, para retornar a la normalidad.

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