¿Qué haríamos sin esquinas?

Por José Javier Carrasco

07/02/2024
 Actualizado a 07/02/2024
El periodista y escritor Victoriano Crémer. | RICARDO GARCÍA (ICAL)
El periodista y escritor Victoriano Crémer. | RICARDO GARCÍA (ICAL)

Como explica la contraportada: «En ‘Arquitectura sin arquitectos’, publicado originariamente en 1964 por el MOMA de Nueva York a partir de la exposición homónima comisionada por Bernard Rudofsky, el teórico huye de la restringida disciplina que ha gobernado nuestro sentido de la historia de la arquitectura y analiza el arte de construir como un fenómeno universal. Dejando de lado prejuicios geográficos y sociales que han eclipsado lo que él considera una panorámica total  de la arquitectura, Rudofsky nos ofrece atisbos de mundos que hasta ahora nos resultaban desconocidos  e introduce al lector en la arquitectura vernácula, una arquitectura producida no por especialistas, sino por la actividad espontánea  y continua de un pueblo con un patrimonio común». En una de las fotografías Incluidas en el libro se muestra un poblado dogón en la ladera de una montaña. Allí se aprecia una heterogénea suma de cabañas, la mayor parte cilíndricas. Espacio sin calles, sin esquinas, buen ejemplo de esa arquitectura alternativa que intenta reflejar el autor del libro mediante ejemplos donde no faltan viviendas construidas en el tronco de árboles, edificaciones bajo tierra, poblados nómadas, casas-barco en el río Suzhou en Shanghái o referencias más cercanas, como las casas alineadas en los pueblos de Mijas y Villahermosa en España. Un muestrario de lo que nuestras cuadriculadas ciudades  han vuelto escenarios exóticos, de irreal belleza. 


En el número 3 de la revista ‘Internacional Situacionista’(1958-1968) aparece un artículo titulado ‘El Urbanismo Unitario a finales de los años 50’, ahí se explica que el Urbanismo Unitario,  no es una doctrina sino una crítica del urbanismo ( el número 1  define el UU como «teoría del empleo del conjunto de las artes y técnicas que concurren en la construcción integral  de un medio en combinación dinámica con experiencias de comportamiento». En su aspiración a una creación total de la existencia, los situacionistas ven en la deriva un medio de estudio del entorno urbano y también una forma de juego, una práctica  paralela al Urbanismo Unitario.  La deriva, esa técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos. En ‘Formulario para un nuevo urbanismo’, Gilles Ivain, alude a las razones que propician la deriva: «Nos aburrimos en la ciudad, ya no hay ningún templo del sol. Entre las piernas de las mujeres que pasan los dadaístas hubieran querido encontrar una llave inglesa y los surrealistas una copa de cristal. Esto se ha perdido. Sabemos leer en los rostros todas las promesas, último estado de la morfología. La poesía de los carteles ha durado veinte años. Nos aburrimos en la ciudad, tenemos que cansarnos para descubrir misterios todavía en los carteles de la calle, ultimo estado del humor y de la poesía».


Vivimos en ciudades sembradas de esquinas a diferencia de los poblados dogón. Esquinas copadas por negocios en sus bajos. Negocios como el café-bar Río (cerrado por jubilación en 2022), en la esquina de Miguel Castaño con la plaza de San Francisco, donde Victoriano Crémer se tomaba todas las mañanas su café con leche y leía el periódico (un corto paseo desde su piso, un centenar de metros más abajo, el primer portal tras doblar Lope de Fenar). En Lope  de Fenar, en otra esquina, se encuentra la pescadería Hermanas Zamora, uno de esos raros ejemplos de pescaderías que sobreviven en la ciudad a la competencia de los supermercados. En la siguiente esquina, en la misma acera, Serigrafía Imagine (en este caso no hay que competir con supermercados sino con las ropas informales de marca). En la esquina de enfrente, la frutería Marga, y subiendo hacia Miguel Castaño, bajo la misma casa donde vivía Victoriano Crémer,  la cafetería Ágora. No sabemos si el escritor, de vivir ahora,  se hubiera dejado seducir por un ambiente más juvenil que el del café-bar Río y la hubiera elegido para su café con leche matinal, pero  me parece improbable. Un poco de ejercicio nunca viene mal y el paseo hasta San Francisco, aunque corto,  debía parecerle al longevo  Crémer  tan estimulante como sus derivas a los situacionistas.  


Nota: «Cuando escribí este artículo anunciaba que el Café-Bar Río se traspasaba, pero, felizmente en las Navidades del pasado año, lo reabrieron. Si Victoriano Crémer pudiera regresar a su local de las mañanas no echaría gran cosa en falta y podría ocupar la misma mesa de siempre para tomar su café con leche y repasar la prensa del día. Deseo mucha suerte a los nuevos propietarios en su proyecto de mantener una de las señas de identidad de esta ciudad.Muy rico el pincho de tortilla». 

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