Cada año por estas fechas cercanas al 23 de abril surge la idea de una mirada sobre las celebraciones del Día Internacional de Libro (23 de abril) que es, a su vez, la puerta de entrada a las ferias del libro de todas las capitales y un buen número de pueblos y villas.
Pese a la repetición de ‘la fiesta del libro’ Fernando Rubio, comprobando que tiene un gran número de imágenes de los setenta (fundamentalmente de los últimos años de la década), plantea una reflexión diferente: "Llevamos muchas semanas abordando temas diversos, con una constante en la reflexión que provoca: cómo se nota el paso de los 50 años, más o menos, que han transcurrido. Y sin embargo, en este asunto, la primera reflexión es otra: ¿Tiene sentido celebrar ahora, en 2025, el Día del Libro como lo celebrábamos en los años 70? ¡Ahí lo dejo!". Recordando además que estamos hablando de un sector, el libro, en el que la imaginación es una de sus primeras y más destacadas características.
Imaginación que no parece haber llegado al Día y la Feria del Libro, donde se vienen sucediendo ‘sota, caballo y rey’ las actividades, con variantes pero muy ligeras: mesas (o casetas), firmas de autores, rebajas en el precio... comprobándose con ello que el gran aliado de estas celebraciones siempre es el buen tiempo. Y, por tanto, el mayor enemigo viene a ser la lluvia que, dicho sea de paso, suele hacer acto de aparición con excesiva frecuencia, creando así la broma de poner en los carteles y programas ‘la rogativa del libro’.

Citábamos los últimos años de la década pues fue en ellos en los que se celebraron las primeras ediciones de esta ‘fiesta de los libros’, como recuerda Rubio, testigo directo de aquel alumbramiento: "en 1977 y por iniciativa de la Asociación León Típico, se hizo la primera feria colectiva, en la plaza de las Tiendas y a los compradores se les regalaba un clavel rojo o blanco a imitación a la celebración del libro y la rosa, en Cataluña. Como curiosidad, en junio del mismo año y en la plaza Mayor hubo otra feria del libro y las plantas, durante las fiestas de San Juan y San Pedro".
Recuerda el fotógrafo el ambiente de la época, las librerías de la ciudad, desgrana nombres de librerías como Pastor, Valderas, Maisa, Pisa, la Imprenta Moderna, Editorial Everest, Celarayn y, sobre todo, alaba a las personas que las regían "y con las que tanto trato tuve".
El otro plato de la balanza, imprescindible en las librerías, son los escritores, que ya gozaba la ciudad de un más que interesante plantel de jóvenes que venían cogiendo el testigo de los integrantes de grupos como Espadaña o Claraboya. «En nombres concretos de autores no quiero meterme, por el riesgo de olvidar a alguno, pero León siempre ha sido cuna de escritores y poetas unas veces en solitario y otras encuadrados en corrientes y publicaciones como Espadaña, Claraboya, Yeldo, Barro, Cuadernos Leoneses de Poesía... No creo que haya muchas ciudades con un panorama similar».
Y, para completar el panorama, se fija Fernando Rubio en espacios para la cultura y los libros, con una predilección clara, la misma de muchos leoneses. "La Biblioteca Azcárate abrió sus puertas al público el 15 de diciembre de 1921. Su establecimiento fue posible gracias a la donación de la extensa biblioteca personal de Gumersindo de Azcárate por parte de sus herederos, tras su fallecimiento en 1917. Este acontecimiento marcó un hito en la historia cultural de León, ya que la Biblioteca Azcárate se convirtió en la primera biblioteca pública y circulante de la ciudad. El hecho de ser la primera de su clase en la región subraya su papel pionero en la promoción de la alfabetización y el acceso a la información entre la comunidad". A su amparo y el de la figura de Antonio González de Lama como bibliotecario se gestaron proyectos como Espadaña y Claraboya, que con el tiempo marcarían un hito en la historia literaria de la ciudad y con repercusión nacional con nombres como los de Eugenio de Nora, Crémer, Luis Mateo Diez, Ángel Fierro, José Antonio Llamas o Agustín Delgado, entre otros.
Tiene Rubio un recuerdo para las otras bibliotecas, la Pública del Estado, la del Edificio Fierro (hoy del ILC)... con una idea: "Hago estas anotaciones con el ánimo de comparar el acceso a los libros en la década de los 60, como experiencia personal, cuando tenías que desplazarte hasta la biblioteca para consultar las obras y tomar apuntes a mano, ya que no existían fotocopiadoras. En los 70 aparece un fenómeno que es la venta a plazos y directamente en tu propia casa, gracias a la aparición de empresas como Círculo de Lectores, que popularizó la llegada de la literatura y, posteriormente, la música en forma de discos. Y, ahora, desde este 2025, es casi increíble los avances que se han dado, que han hecho que desaparezcan (o, cuando menos, corran peligro) los libros en papel, los discos y otros soportes físicos de nuestras casas y sin embargo podemos consultar casi cualquier enciclopedia, obras de arte, películas y cualquier otro documento aunque se encuentre en el otro extremo del mundo. Hemos llegado a lo que Marshall Mc Luhan y David Carpenter denominaban, a mediados de los 60, La Aldea Global, tras la observación de cómo los medios de comunicación, sobre todo a través de la llegada del satélite, habían sido capaces de superar cualquier distancia física, acercando a los habitantes de la tierra, haciéndolos próximos, vecinos, convirtiendo la tierra en una gran aldea global».
Pero las Feria del Libro, Día del Libro... siguen igual, 50 años después.