Pronto se bautizó como ‘El crimen de la descuartizadora’. Había ocurrido en León, una mujer que regentaba un conocido bar había asesinado y descuartizado a un hombre con el que parece que mantenía una relación sentimental, esparció su cuerpo por diferente lugares, fue apareciendo en la carretera de Caboalles y el monte de Valle de Vegacervera... tenía todos los elementos para conmocionar la vida social leonesa. Y lo hizo. Y trascendió a toda España, los medios de comunicación (El Caso, por supuesto) enviaron a León a sus primeras plumas... Se dijo entonces que aquel suceso "puso a León en el mapa del crimen, de la crónica negra". No había libro dedicado a los sucesos que no tuviera un capítulo dedicado a "la descuartizadora de León".
Era mayo de 1975. El 15 de mayo se destapó todo cuando un hombre buscando caracoles realizó un macabro hallazgo, medio cuerpo humano en un saco. Hace exactamente 50 años y, dado que fue en la década de los setenta, Fernando Rubio estaba allí, siguió el caso, tiene imágenes de todo el proceso y muchos recuerdos. Por cierto, al recuperar hoy aquellas imágenes comprobamos que, como por desgracia ocurre otras veces, muchas imágenes históricas del caso, aparecidas en diferentes medios sin firma son en realidad de Fernando Rubio.
Tiene nuestro fotoperiodista de los 70 en León recuerdos del crimen... y anteriores. "Conocí a Covadonga Sobrino (así se llamaba la descuartizadora) mucho antes de que saltara macabramente a la fama, por ser la autora del crimen de ‘El Portillo’. El restaurante Ay!, que regentaba Covi, era un punto final para los trasnochadores, donde poder comer unas sopas de ajo o un rico conejo o pollo. Algo similar a la cantina de la estación de Renfe para tomar un cafetito o un aguardiente en la madrugada. Por el trabajo en el periódico, a veces salíamos muy tarde y, sobre todo, en verano, íbamos a ‘reponer fuerzas’ en casa de Covi", recuerda Rubio, añadiendo la sorpresa que le produjo cuando se supo que aquella hostelera era la autora de la muerte de aquel macabro hallazgo. "Fue una tremenda sorpresa saber que era la protagonista de aquel suceso que mantuvo en vilo a la sociedad leonesa en aquel mes de mayo de 1975. Este hecho criminal y todas las circunstancias anexas, las viví como testigo privilegiado de la actualidad leonesa y como tal las explico".

Además de los recuerdos se ayuda Fernando, para fechas y refrescar hechos, de los recortes del periódico, con sus fotos, y los textos de su compañero en la sección de Sucesos del Diario de León, Carlos Berrnal. "La secuencia de los hechos fue: el descubrimiento de la primera parte del cuerpo, la parte inferior, el 15 de mayo en el kilómetro 4,5 de la carretera de Caboalles; la otra mitad, el 22 de mayo en las cercanías de Valle de Vegacervera, la detención de la autora el día 27 y la reconstrucción de los hechos el día 29". Después siguió el juicio que hoy llamarían mediático y en el que las imágenes dejan claro el interés de la prensa local y nacional y de los leoneses, que se agolpaban en los alrededores de la Audiencia provincial. "Fue el día 3 de Noviembre de 1976, que duró seis horas y en el que Covadonga Sobrino recibió una condena, por asesinato, de 25 años de reclusión mayor, de los que cumplió 8 y luego ingresó, por propia voluntad en un convento". Incluyo las imágenes de la secuencia de Covadonga saliendo de la Audiencia y en el furgón policial de vuelta a la prisión. Esta fotografía de Covadonga Sobrino, ha sido la fotografía más publicada sobre este caso, tanto en prensa como en televisión". Eso sí, sin citar su autoría, que queda demostrada en estas fotografías.
Recupera Rubio una excelente crónica de José Luis Aguado, también compañero suyo en 1975, titulada ‘La lluvia, los caracoles y el medio cadáver’. "Pasaron varios días después del asesinato (fue cometido el 3 de mayo). El día de San Isidro, estuvo lloviznando y al escampar en la tarde, Francisco Villar Rubio, un jubilado de 65 años, salió a buscar caracoles por los bordes de la carretera de Caboalles, cerca de Pinilla. Al cabo de un rato, se tropezó con una gran bolsa de plástico. De lejos le pareció que dentro había restos de un cerdo, pero, al acercarse, quedó paralizado por la impresión, ya que dentro del talego estaba el tronco de un cuerpo humano. Corrió a avisar al presidente de la Junta de vecinos y este avisó a la guardia civil. Al día siguiente hubo una batida por la zona en busca del resto del cuerpo que resultó infructuosa. Sin embargo, en la bolsa había un cinturón rojo con una hebilla peculiar que fue reconocida por un amigo al ser publicada en el periódico".
La otra mitad la descubrió un vecino de Valle de Vegacervera. "Victorino Alonso, nos contó que ‘iba andando despreocupado por mitad de la carretera, hacia unas toperas que tengo un poco alejadas, entonces lo vi, justo al borde del asfalto. Se distinguía parte de la oreja, algo de pelo y, luego, lo que quedaba del cuerpo. Eran las diez y media de la mañana del día 22 de mayo".

La autora del crimen había sido la propietaria del Bar Restaurante Ay!, Covadonga Sobrino Álvarez, de 42 años. La víctima, Carlos Fernández Guisuraga, de 28 años de edad, sin domicilio conocido, a pesar de que sus padres residían en León. El Servicio de Información de la Guardia Civil, había resuelto el caso. Un amigo de Carlos había reconocido la hebilla encontrada en el primero de los sacos y los letreros de las bolsas de plástico coincidían con los de las bolsas que Covadonga había colocado en dos de las ventanas del restaurante, a la vista de todos.
El 29 de mayo se hizo la reconstrucción de los hechos, con la presencia de Covadonga. Más de un centenar de personas se reunieron cerca del monumento al Quijote (ahora en el campus universitario), para seguir desde allí los movimientos de la policía e intentar avistar, en la distancia, a la asesina, cuya figura había despertado gran expectación y más después de las crónicas —tal vez excesivas en algunos casos— de los medios nacionales que hablaban de su mirada de hielo...
Los hechos recogidos en el proceso judicial dicen que "el 3 de mayo Carlos le pidió a Covadonga que le entregara una cantidad de dinero a lo que ella se negó, lo que motivó una fuerte discusión, presenciada por el sobrino de Covadonga, de 15 años. Carlos amenazó e insultó a la inculpada y a su sobrino. Ante esta actitud Covadonga se sintió atemorizada, provocando que se dirigiera a un lugar próximo a la cocina para recoger un hacha que ocultó debajo de la bata, volviendo a la cocina donde comprobó que Carlos continuaba con sus excitadas peroratas. A todo ello añadiría los sentimientos que entonces se posesionaron de ella y que la impulsaron a levantar el hacha y descargarla sobre la cabeza de la víctima y, luego, rematarle. A continuación arrastrar el cadáver hasta la bodega, limpiar las huellas y aguardar al día siguiente para trocearlo e irlo arrojando más tarde, utilizando un Renault Dauphine de su propiedad, por distintos lugares de nuestra provincia".
El jueves 10 de noviembre de 1976, se conoció el fallo del tribunal que condenó a Covadonga Sobrino a 25 años de reclusión mayor por asesinato y a indemnizar con 400.000 pesetas a los familiares. Era el final de lo que Rubio califica como de carácter insólito. "El que una mujer mate y descuartice a un hombre en una pequeña capital de provincia es una cosa poco habitual en la historia de la delincuencia que, a pesar del paso del tiempo, medio siglo ya, aún se recuerda", sobre todo al pasar por el Portillo pues aún sigue allí el local e, incluso, aún se puede leer el nombre del local.
Se hace Fernando Rubio una reflexión final: "A Covi le impusieron la misma pena que si hubiera sido un hombre... ¿qué ocurriría hoy, en el siglo XXI y en Democracia".
No se puede saber, lo que sí se puede recordar es un reportaje de La Nueva Crónica en el que algunos de los que vivieron el proceso —un policía que la condujo, el procurador...— cuestionan algunas de las afirmaciones escritas entonces en la prensa nacional: "Covadonga es una de las mujeres más frías de la historia del crimen, auténtico parangón de mujer-témpano, es la llamada descuartizadora de León" o "Covadonga Sobrino confesó su crimen con una desconcertante frialdad. Cuando los agentes le enseñaron las fotos de la cabeza del cadáver, ella, sin demostrar emociones ni soltar una lágrima, se limitó a señalar el parietal derecho y decir: ‘Sí, éste fue el primer hachazo"; aunque la ya legendaria Margarita Landi dejó una frase muy comentada: "Solo me queda decir que, durante el juicio, hubo testimonios favorables a la acusada, debido a la mala opinión que ciertos testigos tenían sobre la censurable conducta del hombre que la maltrataba y vivía a su costa, sin privarse de ningún capricho. En fin, que una vez más se podría pensar que no siempre el bueno es el muerto".
El procurador, Pepe Muñiz, mantenía que se distorsionó mucho la imagen de Covadonga e, incluso, va más allá adentrándose en la pregunta que se hacía Fernando Rubio: "Este caso, visto con los ojos de hoy y la justicia de hoy sería un caso de violencia de género de libro".
El caso es que cincuenta años después aquel suceso sigue estando en los comentarios de los leoneses y reaparece cada vez que algún libro repasa la historia del crimen en España y siempre aparece ‘la descuartizadora de León’.