Memoria del crimen mediático

El de la descuartizadora del Portillo se convirtió en el crimen más seguido por la prensa nacional de la época. El bar donde se produjo, Ay!, es el único que permanece en pie en la zona, como si fuera la memoria de los hechos y para alimentar leyendas

Fulgencio Fernández
26/08/2017
 Actualizado a 18/09/2019
El bar Ay! es el único que permanece como estaba en el año 1975 pese a que la zona se ha urbanizado... Se cerró a cal y canto y así sigue. | DANIEL MARTÍN
El bar Ay! es el único que permanece como estaba en el año 1975 pese a que la zona se ha urbanizado... Se cerró a cal y canto y así sigue. | DANIEL MARTÍN
La noticia de La Hora Leonesa  (mayo de 1975), cuando fue detenida Covadonga Sobrino como  «presunta autora del macabro crimen que ha sobrecogido al pueblo leonés» —conocido después como ‘La descuartizadora del Portillo— acababa diciendo que «la detenida era propietaria del bar Ay!, en el Portillo, que ayer se encontraba cerrado a cal y canto».

Y hoy, 42 años después, se podría rematar con un «sigue cerrado a cal y canto» pues jamás volvió a abrir sus puertas este local que allí sigue, en el Portillo, como si fuera la memoria del que hasta no hace mucho fue el crimen más mediático de la historia de León, ya que todas los periódicos y revistas de la época (incluido el histórico periódico de sucesos El Caso) desplazaron a sus mejores reporteros a nuestra ciudad, entre los que se encontraban la recordada Margarita Landi, Francisco Pérez Abellán o el leonés Joaquín Nieves.  

El modesto edificio que albergaba el bar Ay! (de casas hablamos en esta serie)sigue en pie en el Portillo. Fueron derribados otros para dar cobijo a nuevas empresas —este ribazo que recibe a los visitantes que acceden por la carretera de Valladolid, o se van— se ha convertido en una especie de polígono industrial, se han construido nuevas naves... pero el bar Ay! sigue ahí, tampoco ha reabierto con otra utilidad ni ha sido alquilado con ningún fin pese a estar a tan solo unos metros de la ciudad. Como si quisiera ser la memoria de aquel mediático crimen. Incluso se intuyen las letras que recuerdan su repetido nombre, que abarcaba la práctica totalidad de su larga fachada «Restaurante Ay!».

Esta circunstancia ha alimentado todo tipo de leyendas urbanas, de especulaciones, que incluso llegaron a la televisión cuando el famoso programa Cuarto Milenio, que dirige el conocido periodista Iker Jiménez, se interesó por el caso del Crimen de la descuartizadora de León pero la mayoría de su tiempo se lo llevó «indagar» en los motivos que causaron el olvido y la permanencia allí del ‘macabro’ local. Parece que los motivos reales tienen mucho más que ver con el alejamiento de su dueña, una vez cumplida su pena de cárcel, de León y de todo lo que le pudiera recordar aquellos hechos del 3 de marzo de 1975, cuando asesinó de 7 hachazos, en presencia de un joven sobrino, a quien entonces era su pareja, el joven asturiano (28 años) Carlos Fernández Guisiraga. Parece que el detonante fue que el fallecido amenazó al joven (de 15 años, aunque corpulento) y ahí se desencadenó todo.  

La personalidad de la asesina, Covadonga Sobrino, sigue siendo el gran misterio de aquellos hechos que se convirtieron en el crimen más mediático de la época. A la vista de los hechos parecía sencillo cargar las tintas sobre ella y así se escribieron expresiones como «una de las mujeres más frías de la historia del crimen, auténtico parangón de mujer-témpano, es la llamada descuartizadora de León»; «Covadonga Sobrino confesó su crimen con una desconcertante frialdad. Cuando los agentes le enseñaron las fotos de la cabeza del cadáver, ella, sin demostrar emociones ni soltar una lágrima, se limitó a señalar el parietal derecho y decir: ‘Sí, éste fue el primer hachazo’. Al hacerle reparar los agentes en que aquellos golpes necesitaban de mucha fuerza, ella les habló de su musculoso bíceps y les invitó a comprobarlo: ‘Toquen, toquen, verán qué fuerte es mi brazo’»... aunque Margarita Landi, la única mujer que escribió de aquel crimen, finalizaba así una de sus crónicas, en la que repasaba toda la historia de los hechos: «Sólo me queda decir que, durante el juicio, hubo testimonios favorables a la acusada, debido a la mala opinión que ciertos testigos tenían sobre la censurable conducta del hombre que la maltrataba y vivía a su costa, sin privarse de ningún capricho. En fin, que una vez más se podría pensar que no siempre el bueno es el muerto».

Un enigmático final al que se apuntan otros muchos que conocieron aquel caso de primera mano, como el procurador Pepe Muñiz, que mantiene que se distorsionó mucho la imagen de Covadonga Sobrino en unos hechos que hoy serían analizados desde otro punto de vista muy diferente, hablando seguramente de violencia de género...

Otro enigma a añadir al de la casa, el de esta mujer que se alejó de León y alimentó su leyenda al acabar en un convento... bien es cierto de cocinera, que lo era y parece que buena.
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