Como la reina de Inglaterra

La presencia de Morante marcó el festejo, antes y durante la corrida, aunque un año más quien se metió al público en el bolsillo fue ‘El Fandi’

23/06/2025
 Actualizado a 23/06/2025
Morante llegó en calesa, trajo su propia música para sus faenas y no le faltó ese puro tan asociado a su imagen. | SAÚL ARÉN
Morante llegó en calesa, trajo su propia música para sus faenas y no le faltó ese puro tan asociado a su imagen. | SAÚL ARÉN

Nada que ver con lo del sábado. Más gente. Más conversaciones. Mucha más mala leche, o como se diga. Más celebritis, locales y nacionales, incluso autonómicas que por allí pasa el presidente de las Cortes recuperado de haber sido gafe para la Ponferradina...

En fin. Había en el exterior dos puestos de Vox -«miedo a nada, ni a nadie», dicen- que te invitan a que hagas lo que sea, que ellos defienden a los ganaderos. En la acera de enfrente poco más de dos docenas de activistas del Pacma colocan sus pancartas y corean sus lemas: «Con sangre en la arena ninguna fiesta es buena»; «traje bordado, cerebro apagado»... o el más clásico: «La tortura no es arte, ni es cultura». 

Acercarte a escucharlos es lo que el veterano concejal llama ser cronista antitaurino.Verlos a unos enfrente de los otros te tranquiliza, o te entristece, es un signo de lo que es la normalidad de los tiempos que vivimos. 

Se acerca la hora, no la taurina de las cinco sino la leonesa de las seis y media. Hay que ir a esperar a los maestros. Hoy los accesos están mucho más llenos, pero no es el tendido de los pobres, como el día de rejones, sino el los impacientes y, también, los mitómanos, que hoy sí está el mito de la actualidad, Morante, de La Puebla del Río. 

Y es él el primero en llegar, pero no lo hace en furgoneta, como todos, llega en calesa, acompañado de su cuadrilla. El cochero con sombrero de copa. Morante mira impasible, no se le mueve un músculo ante los vivas de los aficionados, no da la mano, no saluda. Para que me entendáis es lo más parecido a la Reina de Inglaterra, a la de verdad, a la que llaman la Reina Madre. 

Nada parece normal en el de La Puebla. No necesita bajarse y mezclarse con el pueblo, le abren los portones y entra en calesa, hasta la capilla, que él sabe que la gloria se refrenda allí. 

Curiosamente no hubo grandes voces, ni aspavientos. La gente se quedó como si hubiera vivido algo extraordinario, como si hubiera visto a un ser superior y no era Florentino. 

En medio de ese silencio de los momentos mágicos irrumpieron, seguidas, las furgonetas de Cayetano y El Fandi, por ese orden. 

Entramos en una nueva fase. Un grupo femenino de una estética concreta -tal vez Cayetano le puso nombre- le aplaude y halaga, le pide fotos, no faltan gritos de «guapo»... él sonríe serio y avanza, mira al cielo.

Bien parece que piense que ese halo de leyenda que envuelve a Morante un día estuvo reservado para él y se quedó en el purgatorio, que no se está mal pero no es el cielo.

Y Fandi a lo suyo. El campo para el que lo trabaja, con las piernas torcidas de los obreros el andaluz sabe que entre mitos, leyendas y ojos azules él se ha ganado el derecho a ser el torero de León, año tras año, par de banderillas a par de banderillas, gesto a gesto. Su enorme sonrisa franca al abrir la puerta, su disposición a detenerse con todo el mundo hasta llegar al portón, no negarle un beso a nadie, forma parte del oficio, de su oficio. Pero camina, no levita. 

Vamos para adentro. Casi lleno. Las colas hacen arabescos para no invadir la carretera, son como las comuniones en la Catedral, que dice Fidelín el Tubero que allí «te dan las ostias con tirabuzón».  

La plaza nos recibe encogiendo el alma, con un minuto de silencio por Cachafeiro y Zapico. El final del minuto no se anuncia. La banda, al segundo 61, se arranca con el Himno Nacional que, para que todo sea diferente de un día antes, no se cierra con una ovación sino que se acompaña en toda su interpretación con aplausos que se rematan con la ovación, que hoy no está claro que sea la más cerrada de la tarde pues está en la arena Morante. Además, la banda pierde otro minuto de gloria pues, y me adelanto al momento, Morante también trae su música y mientras realiza su faena en la megafonía suena una canción flamenca, Camarón tal vez, quejío puro. Y el remate es muy ayusino cuando una parte importante de la plaza corea «¡Pedro Sánchez, hijo de puta!». Os aseguro que si decían que «a Pedro Sánchez le gusta la fruta» mañana voy al otorrino. Los gritos se repitieron en el toro de Morante, no sé si tiene algo que ver.

Ya suenan los claros clarines del primer toro. Os dejo con Diego, que me da la impresión que no le gusta tanta verbena paralela. Suerte maestro.

Nota final. Al llegar al asiento me iba a enfadar porque le lo tenían ocupado unos aficionados de Sahagún y comarca con la infraestructura oportuna. No dije nada, me senté en la fila superior y  acerté, me tuvieron toda la tarde surtido de vino fresco de bota y embutidos variados. Mucho mejor el buen rollo. Tenían de todo. Menos fruta. 

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