
Rompan filas
08/01/2019
Actualizado a
07/09/2019
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Se acabó la doctrina militar que marca un árbol con luces. Cachondo y colorido sargento temporal, pero duro en el entrenamiento. Nos hemos dejado la piel en cada polvorón hasta llegar a hacerla elástica y comprobar que no se rompe pese a enseñarse con camaleónica brillantez. Hemos conseguido mofletes sabrosos para las vecinas que han vuelto a conquistar ese espacio con sus manos indolentes para pulsar cómo nos ha ido el año, con buen pronóstico en la lozanía de las carnes. Hemos llegado al final y soltamos las gorras al aire, intentando pegar un salto de satisfacción que nos devuelve al suelo con una rotundidad de peso. Esto es lo que hemos ganado tras un tiempo pasado por la Navidad. Y aquí no vale ni objeción de conciencia ni insumisiones. El turrón manda. Pero ahora que somos licenciados en navidades y hemos compartido con la almohada nuestros más íntimos deseos en contra de los altos cargos que la gobiernan, casi empezamos a echar de menos ese sabor nostálgico y de reunión que impera en el cuartel. A decir verdad, es una enseñanza que vamos a procesar, si no nos llaman a filas de nuevo los carteles de rebajas. Repasando el pasado con la cercanía que dan los años cuando parecen haberse instalado en la velocidad de la luz, ese abeto empapado de una masa blanca a modo de nieve siempre ha estado ahí. Solo las arrugas del que lo coloca han ido progresando. Pero el esquema se mantiene intacto sin necesidad de protocolos escritos. El momento del pitufocascarrabias, el brindis de año nuevo, ese masaje en la barriga reprochando al plato su estado de gracia…Y al final del camino, solo lanzamos un deseo, en ese momento dogmático que permite hacerlo: que volvamos a encontrarnos con el mismo mandamás verde dentro de 365 días. De momento, conquistamos un estado, el de la dieta y ya anuncio, su ocupación dura 15 optimistas días, de libro.
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