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Expulsiones y tropelías

11/12/2022
 Actualizado a 11/12/2022
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Decir, como ha dicho algún sector flojeras del ‘sanchismo’, que al ilustre e ilustrado Joaquín Leguina lo han suspendido de militancia en el PSOE es un eufemismo de libro. Lo han echado. Mejor dicho, lo ha echado el propio Pedro Sánchez, el saltimbanqui de La Moncloa, por ser incómodo para ‘Mi Persona’. Leguina, un hombre crítico y aguerrido, nunca se ha mordido la lengua si de denunciar las tropelías políticas de Sánchez se trataba. Jamás. Y en absoluto ha dado un paso atrás ni ha padecido de afonía para expresarlo. El porqué de la expulsión –la famosa fotografía con Ayuso, en mayo de 2021– es de dominio público.

Está claro que los partidos huyen de los críticos como alma que lleva el diablo. Procuran arrumbarlos. Y, si pueden, hasta despedazarlos. Es la táctica imperturbable de quienes manejan los hilos de las organizaciones, tan acostumbrados ellos a las reverencias ajenas y a las enjabonaduras perpetuas. No se discute, por tanto, que hay demasiada cobardía entre las segundas y las terceras líneas de las organizaciones políticas para levantar la voz y denunciar aquello que, a veces, roza la vergüenza ajena. Y la inmoralidad. Solo algún ‘despistado’ –caso de Leguina– da un puñetazo sobre la mesa y se hace respetar. Aunque luego le pierdan el respeto. El miedo al ostracismo guarda la viña de la mamandurria.

Se habla, y se ha escrito hasta la saciedad, de la democracia interna de los partidos. Es una filfa. La gran mentira que se traslada a la sociedad –una buena parte de ella adormecida–, en un alarde de despotismo sin parangón. Es más, quien consiga meterse como piojo por costura en el enrevesado mundo de la política –y aquí no importa el partido– más le vale ser manso u oveja modorra, que macho cabrío. En caso de repudiar la sumisión, de llamar a las cosas por su nombre, se quedará, en el mejor de los supuestos, para ensobrar papeletas y pegar carteles en tiempo de elecciones.

Pues bien. A tanto y de tal manera ha llegado la estulticia de quienes no quieren bajarse del machito y pisar tierra y barro, que a algunos, sin ser críticos aunque sí comprometidos y sin tacha, honrados a carta cabal con las ideas que representaban, también les alcanzó la ira de los verdugos. Pongamos que se habla de León y su más reciente historia, donde, por no plegarse ante cuestiones de dudosa transparencia, hubo cortes de cabeza y ahorcamientos.

Ahora, Leguina es más libre que nunca para denunciar las trapisondas del burlador monclovita. De momento no tiene carné del partido. Se lo han expropiado. Otros, en diferentes tiempos y escenarios, optaron por romperlo antes de que, por molestos, les abrieran expedientes disciplinarios y los ‘suspendieran’ de militancia. Y adiós, muy buenas.
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