La crónica de esta mañana de domingo se puede escribir antes del partido que a estas horas comentarán la mitad de los españoles. No se puede informar del resultado, cierto, pero estoy seguro de que se enterarán. Y, claro, como cualquier otro aficionado, yo ya lo sabía. Los pronósticos meteorológicos anuncian sol y cielos despejados. A la hora del vermú, una madre pedirá otra tapa para el niño, que se la comió el zampón de su padre. Los sermones hablarán de la bondad del último papa. Puede que ya hayan elegido uno nuevo o puede que el telediario abra con el historial médico de todos los papables, pero mi jurisdicción llega hasta Izagre y no creo que desde allí se vea la fumata.
De Izagre para acá las previsiones informativas locales incluyen, además de múltiples eventos deportivos, ferias del queso en La Bañeza y Valencia de Don Juan, del esoterismo en Astorga, de abril (por los pelos) en Santa María del Páramo y del juguete en Villaobispo. Trepidante. Luego dicen que aquí no pasa nada. Destacan sobre las demás dos contradictorias convocatorias: en el claustro de San Isidoro se celebran las tradicionales Cabezadas y en una facultad de las afueras, casi en Oteruelo, se celebra el XV Congreso Provincial del PSOE.
La crónica de esta mañana de domingo se puede dejar escrita porque, si todo esto fuera ficción, resultaría excesivamente metafórico. Ya no le dejan a uno ni ponerse imaginativo. En San Isidoro, León. En Oteruelo, el PSOE, ese partido que, según el líder que esta mañana reeligen para un tercer mandato (D.O. Caciques de León), cuando gobierna a León le va bien. En concreto, le va tan bien que llevan gobernando siete años y han conseguido agravar el centralismo vallisoletano, logrando avances que ni el PP en cuatro décadas. Los socialistas leoneses retrasaron su congreso «para trabajar mejor las comisiones», unos debates tan intensos que se celebran a la vez, empiezan a las doce y terminan a la una, no se vaya alguno a poner impertinente. Entre otras, deben aclarar la posición del partido respecto al leonesismo, que sus dirigentes manosean con obscenidad, pese a evidencias como las de esta mañana de domingo. Hay que dejar tiempo para las fotos. Aunque no lo crean, en política los filtros ya existían antes de Instagram.
La ubicación de este congreso puede que no parezca la mejor, pero tiene sus ventajas si lo que se quiere es pasar inadvertido. Además, garantiza que no habrá nadie protestando a la puerta. Como es un partido que tiende tanto al selfie y a darle la vuelta a todo, unos celebrarán ir a un sitio y otros no ir a otro: el caso es adobarse. Mientras en el claustro donde nació la democracia el pueblo y el clero debaten con sorna sobre si la entrega de un cirio de arroba y dos hachas de cera es foro u oferta, recibiendo el aplauso del público por sus ingeniosas intervenciones, en Oteruelo buena parte de la concurrencia tiene claro que aplaude por una oferta. De trabajo, en concreto. Otras cabezadas, menos éticas pero igual de tradicionales.
Ya escribí en su día ‘Técnicas avanzadas de aplausos’ y sin duda se siguen aplicando. No todos aplauden con la destreza de los parlamentarios, que los aplausos de concejal o cargo de confianza no tienen por qué ser tan efusivos. La diferencia está en la cadencia. Todos esos aplausos se desvanecerían de golpe si, mientras se llevan una mano a la otra, algunos incautos aplaudidores hablasen entre ellos y cayesen en la cuenta de que a quien aplauden les ha prometido exactamente lo mismo. En la Diputación, por ejemplo, si el PSOE suele tener unos 10 diputados, calculo, sin exagerar, que entre unos y otros le hayan asegurado el cargo a unas cincuenta o sesenta personas. Y otras muchas más promesas en fase de licitación. Luego se encuentran por ahí, por la calle o como apoderados en las mesas electorales, se suenan de vista y no saben si se conocen del partido, del Ineco, del Incibe o de Ciuden. Lo que sí saben es a quién votaron en las primarias, una forma muy política de opositar... también puede que menos ética, pero igual de tradicional.
En su torpeza, a buen seguro que cegados de ira socialista, los enemigos de Javier Alfonso Cendón le hicieron más fuerte tras sus guerras internas, en las que siempre ha salido victorioso porque es capaz de bajar el nivel hasta el infinito para garantizarse lealtad. Aplaudir con firmeza y comer con la boca cerrada pueden ser argumentos más que suficientes para iniciar una prometedora carrera política. Sólo si avalas a quien toca, claro. Cualquiere que se hubiere presentado a las primarias, por desconocido que fuere, hubiere sido el preferido de la militancia, pero sólo se atrevió a presentarse el único que, en realidad, ya no tenía nada que perder, al que se le pueden recriminar básicamente los mismos vacíos. Elige: nada o nada de nada. Ambos evidenciaron que su interés por el poder es inversamente proporcional a su interés por conseguir inversiones para esta provincia. Esta mañana de domingo se ejecuta el resultado de unas primarias barriobajeras en las que nadie pudo votar por un proyecto político, básicamente porque no existe, y menos alguien que se considere de verdad socialista. Alguno habrá hoy con auténtico ADN del puño y la rosa entre el público, aplaudiendo avergonzado al ver que han convertido su partido en un desfile de influencers, con la actitud de aquella vieja que odiaba al cura que la iba a enterrar pero antes de morir le dijo a su familia: no voy a andar discutiendo con Dios a estas alturas.
En términos electorales se puede entender la reelección de Javier Alfonso Cendón, porque ha conseguido los mejores resultados para el PSOE en León. Todo para su partido, nada para su provincia. Ni la más mínima compasión con sus paisanos. Otra cosa es que el mérito haya sido suyo, porque muchos de los triunfos socialistas no han sido gracias a él, sino a pesar de él. Gracias, sobre todo, a la incomparecencia del PP, empeñado únicamente en que aquí no haya unión entre los suyos que pueda hacer de contrapeso a Valladolid, donde otro estratega recibe aplausos a cambio de licitar promesas. Con ese panorama, a UPL le queda tragar y no retratar demasiado a quien saben que no les va a quedar otro remedio que seguir apoyando. El resultado es un intento de paralizar el Ayuntamiento y una completa parálisis de la Diputación.
El error más repetido de los que se creen muy listos, como es el caso, es pensar que todos los demás son tontos. Se ve en esas ruedas de prensa sacadas de Barrio Sésamo en la que quieren enseñar de nuevo a sumar y a restar, con los puntos cumplidos de un pacto o con los Presupuestos Generales del Estado, cuando los había. Pero, ya de recurrir a dibujos animados, se explica mejor a través de personajes de los Simpsons: Smithers en Madrid, Montgomery Burns en León y, al trato, algo así como Milhouse. Más que contrastar y repreguntar, en próximas intervenciones públicas había que recurrir al detector de mentiras que le pusieron a Homer en aquel memorable capítulo. «Esto pitará si usted miente», le advirtieron. «¿Lo ha entendido?». Dijo que sí. Y el aparato ardió.