Si hay un paisaje que ha marcado el de algunas de las comarcas de nuestra provincia, en especial aquellas situadas más al norte es, sin duda, el paisaje minero. Su huella, presente en nuestro territorio ya desde tiempos de los romanos (no tenemos más que pensar en las ‘Médulas bercianas’, en esos canales a los que en otro de nuestros anteriores artículos aludíamos e incluso en algunos de los restos visitables a través de la ‘Ruta del Oro’ maragata) ha ido transformando el paisaje a medida que el tiempo avanzaba y con él las necesidades de explotación del territorio, a veces en periodos de tiempo relativamente cortos.
En el último siglo, esa transformación fue especialmente impactante, primero cambiando la cristalina transparencia de nuestros ríos, horadando y ensuciando nuestras montañas con el polvo negro del carbón, incluso con minas a cielo abierto; levantando en según los territorios amplios complejos fabriles que, eso sí, trajeron prosperidad a las zonas a golpe de trabajo duro y sudor y, en ocasiones, vidas segadas en plena juventud, transformaciones que sin duda aún permanecen en la retina y en la memoria de muchos de quienes conocimos esos tiempos, porque nos han acompañado hasta hace no tanto. Pero los tiempos cambiaron, las circunstancias económicas pusieron el ojo en otros objetivos y lo que había sido el motor económico de tantos territorios se abandonó en aras de otros intereses. Las minas se cerraron, en muchos casos de un día para otro, y los complejos que se habían levantado para atender los servicios que las mismas necesitaban para obtener sus rendimientos, se convirtieron en esqueletos vacíos de vida que se han ido deteriorando paso a paso con el tiempo.
Hoy le vamos a dedicar nuestros espacio a esas ruinas de ese floreciente pasado minero que hizo crecer aquellas comarcas durante un buen número de décadas y seguiremos para ello el hilo conductor que nos marca el tren minero, el también conocido como ‘Ponfeblino’, esa línea férrea surgida a principios del siglo XX, de carácter minero-industrial, que –mandada construir por la Minero Siderúrgica de Ponferrada- mantuvo históricamente enlazadas, durante casi un siglo, las comarcas de El Bierzo y Laciana, a través del valle del río Sil. Esta línea fue inicialmente ideada como una línea de transporte de carbón, para dar respuesta a toda la riqueza carbonífera de esta cuenca, que se extiende de Villablino. Tardó años en materializarse desde que, en 1906, fuera concebida por el ingeniero José Revilla Haya. Nadie la dio de paso hasta que –por vía de urgencia, a consecuencia de las necesidades provocadas por la Primera Guerra Mundial- comenzó su construcción el 25 de julio de 1918, una vez presentado al Senado, por el ministro de Fomento del momento, el Proyecto de Ley que fue aprobado por ambas cámaras y sancionado por el rey Alfonso XIII, eso sí, convertida la línea no solo en una línea de transporte para el carbón, ya fuera el recién extraído o el devuelto a otros puntos de la ruta tras su oportuno lavado, sino también en un servicio público de viajeros y otras mercancías, incluido el correo. Quienes llegaran a conocer la línea, recordarán los nombres de los trenes que le daban servicio como el ‘Mixto’ o el ‘Correo’, a los que posteriormente se unirían el ‘Obrero’ o ‘Jaimito’ y el ‘Tranvía’ o ‘Especial’, que atendieron la línea de viajeros desde el inicio de la explotación, que abriría su primer servicio público el 23 de julio de 1919 y lo atendería en la medida de dos trenes por sentido y día. El 10 de mayo de 1980 se realizaría el último servicio de viajeros de una línea que se consiguió construir en solo 325 días, todo un récord de rapidez de construcción para un ferrocarril español, y para la que «se perforaron 650 metros de túnel, se excavaron 735.000 m³ de tierra, se construyeron y montaron 10 puentes y se edificaron siete estaciones y ocho apeaderos».

Esta línea quedó para siempre marcada en el imaginario de quienes llegaron a conocerla, como la propia Eva González Fernández, nuestra homenajeada del pasado año, que llegó a Palacios del Sil (17 de enero de 1918) apenas año y medio de que el tren también lo hiciera, un tren que tendrá una particular presencia y protagonismo en su vida hasta que la guerra que estalla en España termina.
Volviendo al tema que nos ocupa, en torno a la línea fueron surgiendo las conexiones con los diferentes complejos mineros (fueran o no de la MSP, empresa concesionaria de la mina que llegó a acuerdos con otras firmas para el traslado de sus carbones), hoy todos ellos abandonados. En esta primera entrega, dedicada a estos singulares espacios que forman parte del pasado de toda una comarca, se recogen precisamente algunas de las muestras fotográficas que Olga Orallo nos ha dejado una vez más para esta sección. Seguiremos para ello un sentido ascendente, partiendo de Ponferrada para llegar a las más altas tierras, Sil arriba, de Villablino.
Comenzaremos por las minas de Onamio, muy próximas a Ponferrada, para más precisión entre los municipios bercianos de Molinaseca y Castropodame. Vista desde fuera, la estructura de las naves que un día fueron abandonadas tiene mucho parecido con las que podemos encontrar en el exterior de cualquier mina de carbón, solo que en este caso se trata de una mina de hierro que en su día fue también explotada por la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP), precisamente hasta los años setenta del pasado siglo, en los que dejó de funcionar. Ahora, varias décadas después, la Junta de Castilla y León, ha autorizado la reapertura de esta histórica mina de hierro, conocida como el Coto Wagner, tras una Declaración de Impacto Ambiental favorable, por parte de la Consejería de Medio Ambiente. Con la inversión prevista para esta reapertura, en un proyecto pensado para una duración de doce años y que no está exento de polémica con los vecinos de la zona, se pretende proporcionar en la zona no menos de 190 puestos de trabajo directo. Veremos en qué queda todo.
Continuando Sil arriba, por la carretera que asciende hacia Villablino, nos encontraremos con la localidad de Cubillos del Sil. En este caso nuestra parada, más que con mina alguna, tiene que ver con la Central térmica Compostilla II, creada en los años 60 y puesta en marcha en 1972 para sustituir a la antigua central de Compostilla, ubicada más próxima a Ponferrada. Perteneciente a Endesa, coincidiendo con el cierre de las centrales térmicas de carbón en España, se desconectó de la red eléctrica en junio de 2020. La demolición de las dos torres de refrigeración y la chimenea del grupo III que se propuso para finales de diciembre de 2022, como culminación del cierre y desmantelamiento de la central, logró ser pospuesta por dos veces a instancia de la reclamación como Bien de Interés Cultural (como patrimonio industrial) que los partidos políticos locales elevaron a través de la Junta de Castilla y León, con la pretensión de su aprovechamiento como centro cultural y museístico. Sin embargo, y tras esa doble paralización de su voladura, esta llegó por fin a finales de agosto de 2023, por lo que hoy ya no podremos encontrar en aquellas tierras el paisaje que nos muestra la fotografía de Olga Orallo.

Y si de la carretera por la que vamos ascendiendo nos trasladásemos a la vía de tren que en su día atravesaba el Ponfeblino nos vamos a encontrar con el túnel de Pradilla, que recorre parte de los 650 m. que en su día se excavaron para su creación, una vía que hoy se trata de volver a poner en funcionamiento aunque solo sea con fines turísticos. Ascendiendo por la misma, nos encontramos después con el complejo minero de Matarrosa del Sil, lo que queda de él, como de tantos otros. Lo que un día fue signo de desarrollo económico para una comarca entera, hoy es símbolo de abandono de una realidad que desfallece entre espacios cada vez más deteriorados y vagonetas que entierran, boca abajo, vacías y amontonadas unas sobre otras, los sueños de futuro que un día salían de la mina engarzadas al carbón que transportaban.
Lo mismo ocurre con el Lavadero de La Recuelga, situado junto al río Sil, en el municipio de Santa Cruz del Sil. En este caso, hay que decir que este conjunto minero industrial, que data de principios de los años 20 del pasado siglo, entró en marzo de 2022, ante el riesgo de su desaparición, una «desaparición que supondría la pérdida de instalaciones y tipologías edificatorias únicas en la cuenca minera berciana y de las que apenas quedan otros ejemplos a nivel estatal», según se explicó en su momento desde Patrimonio. Y es que al deficiente estado de conservación de tales ruinas, se sumaba la propuesta de derribo recogida en el proyecto de instalación de una planta fotovoltaica y que planteaba la demolición de todas las edificaciones presentes en el área de la Recuelga. De momento esa demolición parece haberse detenido, aunque las condiciones del complejo siguen siendo más que deficientes.
Y concluimos nuestro recorrido de hoy en las minas del Grupo Peñas-Orallo, propiedad, también de la MSP en el municipio de Villablino, inclinándonos a mostrar no un ejemplo más de las ruinas materiales sino ese abandono humano que la llegada de las mismas trae consigo, mostrándonos, más palpablemente de lo que puedan hacerlo los espacios que se deterioran, los paisajes que envejecen, la cruel realidad a la que quedan expuestos quienes de un día para otro ven como se les arranca de cuajo, en muchas ocasiones sin otras alternativas a las que agarrarse, su forma de vida.
Muchas de estas ruinas siguen siendo hoy visibles para el ojo de quienes pasean por la zona. Si en algún momento tienen la tentación de acercarse a ellas les aconsejamos que las observen desde lejos y respetando todas las medidas de seguridad que se aconsejan, pues hace bien poco, en alguna de ellas, tuvimos que asistir a un desgraciado accidente con causas mortales por no respetar dichas medidas. Advertencias aparte, hoy la línea férrea que durante tantos años transcurrió por este valle está tratando de recuperarse para atracción turística de la zona, entre paisajes que se están recuperando y reconciliando con tiempos previos a esta explotación minera, donde la presencia de flora y fauna crece a ritmo exponencial junto a la limpieza de sus aguas, pero también de forma proporcionalmente inversa al crecimiento poblacional que, siguiendo la tónica de la mayor parte de nuestra provincia, es cada vez menor.
Mientras esa recuperación llega, si es que se logra algún día, les invitamos a conocer la belleza de la zona, también a través de esa melancólica belleza que siempre nos transmiten las ruinas que nos hablan de otros tiempos y de las historias de las gentes que un día les dieron vida, y les emplazamos para un próximo encuentro de aquí a una semana. Feliz verano.
