Con vistas al cementerio: ¿Qué queda de la tradición?

Los días de los Santos y los Difuntos gozan de larga tradición en todos los pueblos y ciudades, pero volver la mirada sobre cómo se celebraban en los años setenta del pasado siglo hace inevitable la reflexión

03/11/2025
 Actualizado a 03/11/2025
La venta de flores eran —y de alguna manera siguen siendo— los grandes protagonistas de Todos los Santos. | FERNANDO RUBIO
La venta de flores eran —y de alguna manera siguen siendo— los grandes protagonistas de Todos los Santos. | FERNANDO RUBIO

Las fechas, 1 y 2 de noviembre, nos deja poco margen de elección y más este año que coincide en fin de semana, lo que hace mucho más multitudinario el movimiento de gentes, el regreso a los pueblos, la visita al cementerio, las flores en el maletero de los coches... 

Pero las imágenes de Fernando Rubio nos llevan, como siempre, a los años 70, cuando la fiesta de halloween que marca los días presentes aún ni existía —en España, en León— hasta el punto de que la noticia de este año es la celebración de la noche de ánimas en Villalfeide, que es como defender la lucha por las viejas costumbres frente a las modernas invasiones. Se hace inevitable la pregunta y Fernando la coloca en el ‘titular’ de su mirada: «¿Qué queda de la tradición?» y para contextualizar aquella década de hace medio siglo acude a la esencia de lo que se celebraba y que ilustra con u texto del Eclesiastés: «Entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio»; dando sentido asimismo al eje central de la tradición, los ramos: «Las flores en las tumbas son un acto de belleza y respeto que trasciende la muerte».

Basta mirar los periódicos del día para contemplar que hoy, en 2025, lo que mandan son los disfraces, las fiestas de halloween, en León con un festival seguido por miles de jóvenes. Parecen más cerca del carnaval que del viejo recogimiento que recuerda Rubio: «En mis fotografías de 1977, y en los recuerdos de las décadas de los 70 y 80, la Festividad de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Difuntos (2 de noviembre) estaban marcados por un profundo respeto. No había más actividad que la visita al cementerio: limpiar, adornar con flores, rezar. Todo ello formaba parte de una estética de la belleza y la fe. La limpieza de las lápidas y tumbas, el color de las flores, la luz de las velas: gestos que hablaban de trascendencia, no de espectáculo».

Imagen 1 FER Flores para difuntos 1977
"Las flores en las tumbas son un acto de belleza y respeto que trasciende a la muerte". | FERNANDO RUBIO

La palabra espectáculo ha irrumpido en las últimas décadas ¿Mejor, peor? Signos de los tiempos y cada cual tendrá su carro ganador- Fernando recuerda la diferencia, abismal vista 50 años después, entre los actos ‘paralelos’ de los setenta y los de finales del primer cuarto del siglo XXI. «Además de las visitas a los cementerios, León celebraba la Feria de Ganados reunía a tratantes y animales, y en los hogares se preparaban dulces tradicionales: buñuelos de viento, huesos de santo y, gracias al maestro repostero Alberto Pérez, los panellets o empiñonados, preludio de los turrones navideños. En televisión, era casi un rito asistir a la representación de Don Juan Tenorio, de Zorrilla, ya fuera en teatro o por TVE (en los recordados Estudio 1). Muchos conocíamos sus versos de memoria, especialmente ‘la escena del sofá’;¿nos es verdad ángel de amor?».

Hemos mirado la programación de los ‘mil canales’ actuales y no aparece el Tenorio. Los tiempos son otros, Rubio tiene muy claro que la influencia de otras culturas ha llevado estas fechas al espectáculo y la banalización. «Las celebraciones actuales, influenciadas por el halloween anglosajón —de ida y vuelta entre Irlanda, América y Europa—, con sus calabazas, disfraces y estética del miedo, me resultan ajenas.

Aunque respeto los gustos de todos, me parecen celebraciones mercantiles, desvinculadas del recuerdo respetuoso a nuestros difuntos; ya que halloween nos propone una estética del caos, la descomposición y el miedo. La fealdad se convierte en producto, y la muerte se banaliza: zombis, símbolos satánicos, disfraces grotescos. Se celebra la noche, lo oculto, el desorden; una estética que dificulta el paso a la reflexión serena que debería marcar la víspera de Todos los Santos. La muerte, en lugar de ser misterio, se convierte en performance».

Y recoge un buen número de textos clásicos que inciden en esta ancestral cultura de la muerte ligada a las celebraciones de los Santos y los Difuntos. Veamos una, como ejemplo, el bello poema andino ‘Vasija de barro’, de Antonio Aguilar, hecho canción por varios grupos: «Yo quiero que a mí me entierren / como a mis antepasados, / en el vientre oscuro y fresco / de una vasija de barro».

Imagen 1 FER GITANOS
Una estampa habitual en estas fechas es que las familias acudan a visitar las tumbas de sus fallecidos. | FERNANDO RUBIO

Y, por cerrar nuevamente en nuestra tierra, recordar una escuetos datos del gran protagonista, el cementerio, de San Froilán en este caso. «En la década de 1920, el Ayuntamiento de León comenzó a gestar la idea de construir un nuevo cementerio. El acuerdo definitivo se tomó en 1928, y los trabajos fueron encargados al arquitecto Isidoro Sáinz-Ezquerra y Rozas, también responsable del ensanche urbano de la ciudad.

La construcción comenzó en 1930 y culminó con el traslado de los restos del antiguo cementerio, ubicado en la carretera de Asturias. El primer enterramiento documentado en el nuevo recinto data del 1 de febrero de 1932. Desde entonces, han pasado 93 años de historia funeraria y ciudadana». 

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