15/07/2023
 Actualizado a 15/07/2023
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Quizá porque soy una chica de barrio, el de las Ventas, me fascinan las canciones que hablan de arrabales. Siento en la piel como propio aquel tango de Gardel: «barrio, barrio, que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental, penas, ruego, es todo el barrio malevo, melodía de arrabal». Esas calles estrechinas donde se confunden hasta las conciencias y se mimetizan paisajes y personajes. Donde los balcones se acercan hasta casi fundirse en miradas clandestinas e indiscretas que hurgan en lo más recóndito del vecindario. Los viejos barrios de antaño, como el de Santa Marina, San Claudio, la Sal o San Esteban, en los que perviven, como ancianos mudos que permanecen sentados en los bancos mirando al infinito, los antiguos comercios de antaño, cuajados de hules desvaídos, donde la mercancía se atesora confundida en estocajes inextinguibles, tan manidos como las manos que los reordenan de vez en cuando. Viejos edificios en decadencia provinciana, testigos hieráticos de idas y venidas de los ancestros que los habitaron. Distintos a los que ahora deambulan por las calles como canta Serrat a aquellos «entre el bar y la bolera, que rondan las aceras controlando el barrio desde una esquina» para hacer balance y recuento de dimes y diretes, peinando cada rincón oculto: que nada se escape a su control.

Son la aristocracia del barrio.

Y a propósito de aristocracia y de barrio, este fin de semana uno de los más ilustres de nuestra capital, se encuentra celebrando su fiesta local. Según canta la copla hablo de «la gente fina, los del Barrio de Santa Marina». Hasta el día 22 de julio durarán los fastos.

Es este un barrio amurallado, acariciado por la luna, que en estas noches de estío, se deja pasear por la recién peatonalizada calle Carretas, y por la de los Cubos. Y es posible alargar el paseo hasta el entorno del Molino Sidrón, esa nueva remodelación le ha dado un aire distinto. Es Santa Marina un barrio serpenteado de peregrinos que a su paso por la calle Sacramento sonríen asombrados por la historia romana y medieval que los acoge. En él habitan gentes diversas, leonesas o deseando serlo, con fortuna o sin ella. Protegido por la custodia inmemorial de la Colegiata Santa. Barrio de calles estrechas, de multitud de secretos adultos: arcos que hablan de cárceles plañideras, repletas de cautivos dolientes. Barrio que mimas al León añejo.

Y que estos días se engalana para celebrar su fiesta en este julio que vibra.

Bajo el embrujo de una exultante belleza romana y medieval. Lleno de exotismo. Cuna del parlamentarismo.

Viejo barrio, como el de Gardel cuando milonguea. «Perdoná si al evocarte se pianta un lagrimón, que al rozar por tu empedrao es un beso prolongao que te da mi corazón».
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