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Valderas y el patrimonio

04/04/2024
 Actualizado a 04/04/2024
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La villa de Valderas sufre derrumbes en sus edificios. Se podría pensar que le pasa lo que a muchos otros pueblos de León, corroídos por la termita del abandono y el despoblamiento. Es verdad, pero la monumentalidad de buena parte de su patrimonio hace que cada una de estas ruinas, sin restar amargura a las demás, sea una herida más dolorosa que en otros lugares de Cisasturia.

Valderas es etnográficamente mixta. Se asienta en el borde del territorio cisastur, sobre un cerro con castillo, desde el que defendió las fronteras medievales leonesas de los embates castellanos. Desde su mirador se aprecia el lado leonés, con montes, zonas de cultivos mixtos, regadíos y el variado paisaje connatural a los cisastures. Por el otro lado se extiende la tierra ondulada de Campos, sin montes ni terrenos comunales, uniforme en los cultivos y con una amplitud mayor de sus fincas. Por eso Valderas es una atalaya cultural que reúne en sus calles la idiosincrasia mixta y fronterizo, entre dos formas de vivir en comunidad: la cisastur y la terracampina.

En Valderas encontramos casas antiguas, de cierto porte, que conforman sus calles. Tienen bodega en el subsuelo, lo que fue su fortuna en otra época y ahora es la clave de su derrumbe, ante la falta de mantenimiento. La mayoría carecen de puertas carretales, lo que les confiere la prestancia urbana terracampina, donde los propietarios de la tierra relegaban a naves del extrarradio los aperos de labranza. Sin embargo, no abundan las casas de jornaleros, típicas de la clase social más baja de Tierra de Campos a lo largo de los siglos; barrios de personas sin propiedad, sin tierra, que vivían a renta.

El casco urbano de Valderas debería recibir una atención especial antes de que sea un montón de escombros. Atesora la huella de su carácter de bastión del Reino de León en su maltratado castillo, desde el que se disfrutan algunas de las mejores vistas panorámicas. Mantiene ese magma cultural mestizo entre la sociedad ultracerealista terracampina y el corazón ganadero y multidisciplinar de los cisastur. Acoge conjuntos de considerable mérito para cualquier visitante en sus plazuelas y callejones, pero aquejados de la enfermedad del abandono.

Valderas, como Villafranca del Bierzo, Grajal de Campos o Astorga tiene en su monumentalidad y en lo singular de su origen parte de su futuro. Si se actúa a tiempo sobre lo dañado y se revierten o adaptan actuaciones lamentables, como la del castillo, es una villa que cabría en cualquier catálogo de lugares con encanto. Hace falta que los valderenses lo crean y que las autoridades actúen con el criterio para llegar a esa condición.

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