28/12/2022
 Actualizado a 28/12/2022
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No sé por qué rememoro este asunto, porque los cuentos de Navidad siempre son tristes. El genial Charles Dickens es una buena referencia.

En un hermoso pueblo de Omaña –Trascastro de Luna– hace decenas de años, cuando aún había pícaros rapaces en los pueblos, se vivían intensamente estos días tan especiales. En el ambiente se respiraban aromas que venían del monte y cierta inquietud, ante la llegada de los Reyes Magos.

Ya anochecido, los mozos acababan la jornada y, en un santiamén, preparaban las antorchas para subir al desafiante castillo, donde los moros habrían enterrado sus valiosos tesoros antes de ser expulsados a sus tierras lejanas. Pero hoy, la verdadera razón era achismar por dónde vendrían los regios camellos cargados de regalos.

Cuando desesperaron y el frío se hacía insoportable, regresaban a sus casas, por sí los Magos se les habían adelantado y a ver qué habrían dejado. Bendita inocencia, porque todos los años dejaban lo mismo: un trozo de chorizo y una buena rebanada de pan que comían lentamente para prolongar el placer.

En otro pueblo cercano, menos afortunado, vivía un paisano con dos hijos de cierta edad y escasas entendederas. En Andarraso ni había Reyes, ni regalos, ni Belén, ni misa de gallo… La mera mención al gallo llevó al padre a fantasear. Compraré una gallina –les dijo a los hijos– que pondrá muchos huevos (y los freirían en una sartén, por donde el aceite no había resbalado durante años).

Con tanto énfasis hablaba el tío Eloy que los chicos, con los ojos fuera de las órbitas, babeaban de hambre y de ilusión.

Mientras el padre seguía hablando y hablando, los dos hermanos vieron aparecer la imagen del huevo sobre la mesa y empezaron a discutir, con cierta agresividad. De pronto el pequeño rompió a llorar. Y El tío Eloy, que había cogido carrerilla medió: «Roque, deja mojar a Antonín». Y siguió con su perorata.

Cosas de la realidad virtual, como los gigantes que eran molinos… Las aceitunas de Lope de Rueda, cuando ni siquiera estaba plantado el olivo… y los huevos de Andarraso.
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