jose-antonio-llamasb.jpg

La garrapata y el escorpión

03/07/2023
 Actualizado a 03/07/2023
Guardar
En su última entrega: ‘Un nuevo país al otro lado de mi ventana’ el griego anciano Theodor Kallifatides, residente en Suecia desde el año 64, reflexiona sobre el exilio y compara al exiliado con alguien con una garrapata incrustada en el cuerpo. Tan peligroso es intentar arrancarla como dejarla allí. Y si el titular de ese cuerpo es un perdedor que tan solo ‘tiene eso’, ser de…, resulta pertinente la pregunta que, según él, se hace el nativo sueco con respecto a los llegados de fuera: «¿Qué clase de Suecia estamos construyendo cuando cada vez más personas lo único que tienen es la idea de que todo les pertenece?»

Los exiliados españoles en Cataluña, por ejemplo, nos preguntamos: ¿Qué clase de sociedad, moderna, estamos haciendo en esos sitios, donde los catalanistas-separatistas parecen dar por bueno que todos, charnegos, hispanos, marroquíes, negros, chinos, rebotados de todas las guerras, conflictos y huidas de las hambrunas, hablen, aunque sea malamente, en catalán? Solamente en catalán, aunque ni lo entiendan ni se les entienda.

Pero, vayamos al fondo del problema, a lo que acontece en por ejemplo un leonés emigrado en Cataluña y que ve que va pasando el tiempo y se termina la edad de trabajar (único motivo del exilio) y, por causas que no viene a cuento debe seguir viviendo fuera y soportando el continuo escranio de la garrapata en el cuerpo. «Con el paso del tiempo me fui volviendo más extranjero todavía». Escribe Kallifatides. Y añade que se volvió como un escorpión que, cuando se cabrea, se pica a sí mismo.

Ese es el problema. De modo que, sin darnos cuenta, los exiliados en nuestro propio país hemos ido inoculando un virus terrible que nos hace temer de igual manera el regreso que la permanencia. Hemos sido atrapados por ese mal que tanto detesta nuestro Luis Mateo: la nostalgia. Y no queda ahí la cosa. Y es el mismo escritor griego-sueco quien nos lo señala: «Había un paso más todavía, el de volverme extranjero para mí mismo».

Entre la garrapata y el escorpión habíamos elegido al último. Y huyendo de su picadura dejamos de cabrearnos. Dejamos a un lado la nostalgia de un pasado que se ha ido diluyendo, algunas veces ayudado por esa mezcla de disolvente que le viene a echar alguno de nuestros antiguos vecinos, convecinos, o familia. Y ahora somos nadie, excepto cuando tiramos de ese escondido poder indestructible y materno que es la ironía y nos situamos en la posición cazurra de ser y no ser el mismo tiempo. ‘Esnortados’ completamente como diría en este medio el gran Fulgencio.
Lo más leído