Secundino Llorente

¿En qué consiste el bilingüismo en Castilla y León?

23/11/2023
 Actualizado a 23/11/2023
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En el artículo de la semana pasada yo hacía un elogio del sistema educativo en Castilla y León basándome, sobre todo, en los resultados que viene sacando en los informes Pisa. En mi opinión, sólo es necesario que siga dando vueltas de tuerca al bilingüismo en los centros públicos para que nuestros alumnos salgan del instituto hablando inglés perfectamente. No podemos seguir haciendo el ridículo en Europa. Como este tema es muy amplio, lo voy a repartir en dos artículos: en este primero hablaré en general del bilingüismo en Castilla y León y su evidente fracaso; en el segundo, la próxima semana, trataré de dar mi opinión sobre cómo puede ser mejorado.

En nuestra comunidad de Castilla y León se desarrolla y se ha generalizado en la mayoría de los centros educativos un programa de «enseñanza bilingüe» integrada de contenidos y lengua extranjera en las etapas de educación infantil, primaria y ESO, que conocemos como «secciones bilingües». La normativa en la que siguen basándose es la Orden EDU/6/2006, de 4 de enero, por la que se regula la creación de secciones bilingües en centros sostenidos con fondos públicos de la comunidad de Castilla y León. Se podría resumir así: «Podrán impartirse en el idioma específico de la sección bilingüe contenidos correspondientes a un mínimo de dos disciplinas no lingüísticas y un máximo de tres. El total de las horas impartidas en el idioma específico no podrá suponer más de un 50 % del horario total de los alumnos». El protocolo es muy sencillo. Lo más normal es que en los centros bilingües, un profesor de Historia, Biología, Música, Dibujo o Educación Física imparta su asignatura en inglés. La realidad es que esto no funciona.

Partimos del convencimiento, la persuasión y la premisa de que ningún alumno castellano y leonés debería llegar a la universidad sin ser bilingüe real. Se ven obligados a salir a Europa y los universitarios analfabetos del S.XXI son los que no pueden defenderse en inglés. En el mundo de la enseñanza pública se extiende el mantra y la convicción de que sólo con la clase de inglés semanal de tres horas y las asignaturas bilingües no se puede llegar a un nivel aceptable en inglés, tiene que añadirse un ‘plus’. Los alumnos suelen apoyarse en el esfuerzo económico de los padres para proporcionar a sus hijos academias y estancias en el extranjero desde muy niños.

El descontento con este programa era general. Las organizaciones sindicales, el profesorado en general y otros miembros de la comunidad educativa como asociaciones de padres llenaban de quejas y protestas la Consejería de Educación por la nulidad y el fracaso de este programa. Recuerdo todo el jaleo y revuelo que teníamos que hacer para cuadrar los horarios y todo ello para que, al final de curso, nos confirmasen que aquellas clases bilingües se habían impartido casi sólo en español. Toda la comunidad educativa estaba plenamente convencida de la necesidad del cambio. Hasta el mismísimo exconsejero, Fernando Rey, había presentado un borrador de Orden de Bilingüismo que, según él, contemplaba avances interesantes y que, a finales de abril de 2019, el propio consejero defendía que no se podía esperar más y confirmaba la publicación de la orden antes de finalizar su legislatura. Pero aquel soñado borrador se quedó en el limbo y no pudo ver la luz porque un Gobierno en funciones ya no tenía esas atribuciones. Una pena. Aquel Consejero de Educación había entendido el problema y su propósito era dar un salto de calidad al bilingüismo en Castilla y León y su lema era: «Nuestros alumnos tienen que terminar el bachillerato sabiendo inglés sí o sí».

Por si esto fuera poco, en los últimos cursos, varios centros de Castilla-La Mancha, Castilla y León y Navarra se han salido de sus respectivos programas ante las dificultades de aprendizaje experimentadas por sus alumnos. Los niños primero deberían aprender a leer, escribir y hacer matemáticas y ciencias en su lengua materna, pero los estudiantes españoles luchan por aprender material nuevo en un idioma que no entienden. Se van porque no les compensa el esfuerzo realizado para el escaso resultado que consiguen. Abandonan el bilingüismo y vuelven a dar las asignaturas en español. Y exponen con valentía el motivo para tomar esta decisión: «Porque es un fraude y una engañifa, una verdadera falacia en la que los alumnos ni aprenden inglés ni las materias bilingües». La chapuza es conocida por todos, pero no se hace nada para evitarlo. Los centros no quieren seguir haciendo teatro y ‘se bajan de ese tren’. A ver si la movida tiene éxito y se siguen dando de baja para que, definitivamente, se tomen las cosas en serio. 

Queridos lectores, este problema es grave. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Nuestros universitarios nos lo piden a gritos. En el artículo de la próxima semana me ‘mojaré’, presentando mi opinión, y trataré de dar algunas propuestas de mejora.