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Catastrófica implosión

26/06/2023
 Actualizado a 26/06/2023
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La catastrófica implosión del mino submarino Titan, en el que bajaron a las profundidades marinas unos, al parecer, multimillonarios, para contemplar los restos del famoso Titanic, hundido al chocar con un iceberg y con miles de desocupados a bordo, ha tenido en vilo a la sociedad occidental, posponiendo a un segundo plano a la mismísima guerra de Ucrania, en la que la contraofensiva del más débil parece haber alcanzado algunos puentes de la península de Crimea.

Podría ser que el titanio y la fibra de carbono, materiales de los que estaba fabricado el Titán, no se llevaran bien, y uno de ellos, el más débil, no soportara las altísimas presiones a las que se vio sometido en las profundidades marinas, provocando, este domingo pasado, la implosión del artefacto y la muerte instantánea de los pasajeros millonarios.

Es lo que tiene combinar mal los materiales. Tratar de componer un mandato combinando los criterios del actual PP (si es que los tiene) con algunos de los de Vox (que sí que son explícitos) lo que termina provocando una implosión catastrófica. O tratar de aunar lo dicho ahora con lo dicho entonces (hace bien poco aunque parezca que hace mil años) acerca de si los delincuentes pierden su oportunidad una vez condenados justamente, la que les impediría ser sujetos dignos de aspirar a dirigentes del pueblo, o, por el contrario, resultan susceptibles de indulto, quedando así perfectamente limpios.

Pone los pelos de punta repasar, como hace nuestro José Luna Borge en su ‘Los hilvanes del tiempo’ los sucesos de 2006 cuando nuestro Zapatero negociaba con Batasuna (ETA) y la Asociación de Víctimas del Terrorismo, junto con muchos de los militantes del PSOE, se oponían a mezclar unos materiales que era evidente que explosionarían: Víctimas y verdugos.

Después, mucho después, vendría la afirmación del presidente Sánchez en el Congreso de los Diputados de que él pretendía pasar a la historia por sacar del Valle de los Caídos los restos del caudillo Franco, lo que supuso un punto de inflexión en la reciente historia de España. Pensar que la posteridad te recordará por tu gran hazaña de haber trasladado de sepulcro el cuerpo de un dictador, supone tal nivel de iniquidad y arrogancia que es difícil seguir admitiendo la capacidad del tal para dirigir una nación. Y también después, el perdón explícito a quienes habían delinquido tanto que la sociedad no estaba preparada para verse ‘combinada’ con ese otro material, equivalente al titanio, y al que llamamos estado de derecho.

La implosión del batiscafo ideológico tripulado por estos tipos, al hundirse en las profundidades, era inevitable. Y todo se fue al garete.
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