Un rapaz leonés de 14 años, que acudió a un campamento de verano con chavales y chavalas de su edad, se enamoró de una de ellas pero no le dijo nada. Al regresar a casa decidió recorrer España en auto-stop, acudiendo a todas las ciudades de las que había niñas en aquel campamento buscando a una de ellas... no voy a desvelar cómo acabó aquella búsqueda, pero convendréis conmigo que aquel rapaz tenía que ser alguien muy especial. Y os aseguro que lo es».
Ese ser especial ya no es rapaz, ya es un paisano hecho y derecho, se hace llamar Yuma y este lunes acudió a León desde su Espinareda de Vega para ‘confirmar’ que ya es un paisano pues precisamente ése era el título que recibía, el de Paisano del Año 2025, que desde hace 11 ediciones concede el colectivo La Gremial, un singular grupo que parece hecho a la medida de su nuevo integrante y galardonado.
Unos minutos antes de esas palabras de quien ‘glosó’ su figura Miguel Yuma había recibido la marioneta que le acredita como elegido para este reconocimiento de manos del artista que cada año realiza la marioneta personalizada del elegido, Eduardo López Casado, uno de los creadores del colectivo.
Celebró Yuma el evidente parecido de su persona, de rebelde y despeinado pelo blanco, con el nuevo Paisano y, generoso como siempre, entregó a todos los presentes un detalle hecho a mano. No ocultó su satisfacción por el premio, «del que no sabía nada pero me satisface mucho comprobar los nombres de los que me han precedido en este título de Paisano», recordando Eduardo López Casado los nombres de algunos de ellos: Pepín Muñiz, Alberto Muñiz ‘Tío Alberto’, los fallecidos Luis García Zurdo, Marcelino Cuevas y Lolo, Vicente García, ‘la pareja’ Mauricio Peña y Fulgencio Fernández o Antonio Barreñada, continuadores todos ellos del gran patriarca de los galardones, el poeta Antonio Gamoneda, que hizo llegar «a sus jóvenes compañeros» el encargo de seguir celebrando esta fiesta «de los que defienden y pelean por lo nuestro como paisanos».

El encargado de glosar la figura de Yuma, el redactor de esta casa Fulgencio Fernández, después este reconocimiento cierra «el círculo del rapaz que inició su viaje en auto stop para desembocar en el paisano que ahora es» pero quiso reivindicar, o pedir a los presentes, que en el caso de Miguel Gonzalo García, Yuma, «es imprescindible bucear debajo de su más que extenso anecdotario, que va desde ser el primer cofrade escalador de la muralla para llevarle pan, naranjas y orujo a Genarín hasta recorrer España para ganar el concurso de la calabaza gigante más grande del país»; pues, señaló, debajo de esa imagen de tipo jocoso y distendido, «que lo es, vive un tipo noble, bueno y generoso como pocos; de esos que siempre tiene la puerta abierta, un vaso de vino y unas castañas congeladas para asarlas al momento. Un tipo que es capaz de jugarse la vida en un país cruel para arrancar de sus garras a una joven que hoy es una española libre; de conocer en África la necesidad de un hospital solidario y ponerse a levantarlo con sus propias manos; que aquella calabaza gigante con la que ganó el concurso era para hacerla trozos solidarios que vendía en el mercado de Ponferrada para entregárselo a una institución de caridad y ayuda en el Bierzo».
En el distendido ‘vino español’ que siguió a la entrega de la marioneta se repitieron algunos de los pasajes del largo anecdotario de la vida de Yuma, quien desveló el motivo de ese nombre, un homenaje entrañable a un personaje de su infancia, un tío fallecido no hace mucho timpo.
Hubo recuerdos para cuando organizó en los ochenta el que se sigue considerando el corro de lucha leonesa más multitudinario de los celebrados en la capital, en una abarrotada Plaza Mayor, en la etapa que Yuma regentaba el Caño Badillo, y de la que recordó uno de sus momentos más rocambolescos: «Fue cuando me convertí en un derrochador. Había recorrido durante meses todo tipo de establecimientos recogiendo monedas, pesetas, llegué a tener 87.000. Me subí al escenario de la plaza llena y las lanzaba ‘a puñados’, había gente que extendía una sábana para recoger más, los de al lado se mosqueban... casi se prepara muy gorda».
Podría seguirse toda la noche pues a arropar a Yuma acudió un buen número de amigos que le pedían «cuenta la de cuando...» y Tacho Getino recordaba la vez que allí mismo (en el Racimo de Oro) a las chapas ganó 9 seguidas a caras, pero no dobló.
