El ojo cortado de Buñuel

Bruno Marcos escribe sobre la primera película del cineasta Luis Buñuel al cumplirse cuarenta años de su muerte

Bruno Marcos
07/09/2023
 Actualizado a 07/09/2023
La actriz Simone Mareuil en el cortometraje ‘Un perro andaluz’ de Luis Buñuel.
La actriz Simone Mareuil en el cortometraje ‘Un perro andaluz’ de Luis Buñuel.

Que inaugurase su obra cinematográfica Luis Buñuel rajando un ojo con el filo de una navaja de afeitar anunciaba que para las imágenes se abría otra dimensión más allá de la realidad. Los artistas de las vanguardias de principios del siglo XX hablaron de un arte no retiniano aludiendo a la membrana interior del globo ocular extremadamente sensible a la luz y sobre la cual se proyectan los reflejos invertidos de las imágenes del exterior unos instantes antes de ser enviadas al cerebro. Un arte no retiniano sería pues el que mostrase imágenes del interior. En el caso del surrealismo, al que se adscribe Buñuel en su juventud, ese interior provenía del inconsciente, un laboratorio que hacía poco acababa de bautizar Freud y en el que la mente elabora relatos libres de represión y convenciones sociales que son proyectados en los sueños mientras dormimos.


Es sorprendente que, soñando como soñamos en imágenes, no se hayan apenas representado los sueños a lo largo de la historia, seguramente se deba a que el sueño se vive con gran intensidad mientras dormimos pero su relato despiertos pierde viveza, precisamente al ser expulsado fuera del espacio del inconsciente, a la cotidianeidad. 

 

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El director de cine Luis Buñuel.

Es natural que Buñuel no quisiera, a la hora de filmar la más importante película del surrealismo, ‘Un perro andaluz’ (1929), tener en cuenta lo que significaban las escenas: la mano cortada en medio de la calle, la boca borrada, las hormigas, los burros pudriéndose encima de los pianos o las figuras semihundidas en la arena, pues su intención era liberar el inconsciente; lo cual no quiere decir que su lectura no sea plenamente interpretable en la más pura tradición onirocrítica.


Si Dalí, con quien diseñó esta primera obra de su carrera, aportó un sueño en el que los insectos invadían sus manos, Buñuel, por su parte, añadió uno en el que una nube cortaba una luna llena en dos partes en el cielo nocturno. El título, ‘Un perro andaluz’, que está lastrado de polémica al creerse una burla de la primera obra de su amigo Federico García Lorca demasiado apegada para ellos al folclore local, tuvo una opción previa muy elocuente: ‘Es peligroso asomarse al interior’, como inversión del aviso que tenían los trenes franceses.


Se puede soñar cualquier cosa por disparatada que sea pero no se puede soñar lo que se quiera. El mundo onírico trabaja por su cuenta dentro de nosotros, por eso la primera película de Luis Buñuel, que presenta un film hecho de sueños, es una sucesión de secuencias en cierta medida violentas, inesperadas, impuestas como las que determina el subconsciente, inquietantes y simbólicas, sin significado claro porque asombrosamente nuestra mente fabrica alegorías: una serie de escenas que podríamos desechar por incomprensibles o absurdas pero no lo hacemos porque hay algo reconocible y algo misterioso en ellas, algo que en vez de emocionar conmociona.

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