LA RUTA DEL PLACER | Nimú Azotea: Para tocar el cielo de León

Las mejores vistas de la ciudad son las de este restaurante que lo tiene todo: una cocina exquisita, un local top, un servicio de diez y el mejor ángulo para fotografiar la Catedral

Susana Martín
04/08/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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La terraza del Nimú, en la azotea del Hotel Conde Luna, se ha convertido en una de esas visitas imprescindibles para quienes vienen a León. Por todo. Ni que decir tiene que las vistas que ofrece de la ciudad son absolutamente espectaculares, pero es que hay más mimbres que han tejido un cesto más que consolidado en estos tres años de vida: la cocina de Miguel Estrada, un local moderno y confortable, un servicio que mima todos y cada uno de los detalles para que el cliente se sienta en casa y un poco de todo en bebidas y comidas para que ir a Nimú sea una gozada a cualquier hora.No hay lugar mejor donde tomar unas cañas y un picoteo al atardecer, con estas espectaculares vistas Entre los leoneses, si queda alguien por visitar este local, ya está tardando. De verdad, sobran los motivos, y el verano es la mejor época para subirse a las nubes que casi se rozan desde el décimo piso. No hay más que ver cómo está Nimú: vayas el día que vayas, llenazo total. Y no hablamos sólo del restaurante, donde durante todo el año es complicado encontrar mesa los fines de mesa si no te organizas con la suficiente previsión. Complicado comer o cenar aquí en verano cualquier día de la semana (cierran domingos noches y lunes), pero no es tan difícil tomarse unas cañas a mediodía, o un café después de comer, o un picoteo al atardecer (qué luz...), y qué me dicen de unas copas reposadas por la noche... Lo dicho, no hay lugar mejor en todo León.Las puestas de solCon estos calores, la terraza de Nimú se convierte al final del día en la mejor opción para tomar el aire. Sentados si hay suerte, en las barras de pie. Poder tomarse una caña viendo la puesta del sol, con brisa y con una tapa por 2 euros no es una oferta fácil de igualar... El lujo es ese: disponer de tiempo (y una buena compañía) para disfrutar, sin mirar el reloj.

¿Y qué les cuento del restaurante? En verano, sin duda apuesto por comer/cenar fuera, en el rinconcito reservado –y techado– para ello. Dentro hay aire acondicionado, y también unas vistas sensacionales, pero la terracita es un plus impagable.

¿Qué pedir? Pues no tendrán problema para encontrar algo de su gusto. Variedad infinita en el picoteo, carnes exquisitas, pescados frescos y una cocina divertida cuya carta se mueve según los productos de temporada. Jamón ibérico a cuchillo, anchoas, cecina, croquetas caseras, sandwich de carrillera de buey.

Mi elección arranca siempre con los niguiris de huevín de codorniz y algún picoteo más (ensaladilla, cremoso de aguacate y tartar de tomate...). De segundo, no fallan el steak tartar, el tartar de atún rojo picante, el entrecot (ojo a las jornadas de la carne y la trufa) o el pescado fresco del día (según lonja).

De postre, la pecera de Miguel (una chulada riquísima), el coulant de Ferrero Rocher con helado de cookies (para los muy chocolateros ) o los minihelados de frutas caseros.

Y que no falte una copichuela. Sin prisas.


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