
Como tengo la grandísima suerte de tener un cocinero en la familia, a lo largo de los años he disfrutado del enorme privilegio de conocer a muchos de los colegas de mi hermano. Todo un lujo. Y no crean que los chefs llegan a casa y cocinan a todas horas, no. Al menos Víctor sólo lo hace en contadas ocasiones –cumpleaños de los jefes, navidades...– pero eso sí, cuando se pone al mando de los fogones, salivamos durante semanas. Aprovechando una reciente visita a Madrid para cumplir mi sueño de ver una ópera en el Teatro Real –sigo emocionada–, se nos ocurrió que era buen momento para visitar el restaurante de uno de esos amigos de mi hermano de los que con el paso de los años hemos podido ir viviendo (y disfrutando) de su evolución en la cocina, y resulta que el tipo en cuestión –Etienne Bastaits, belga– ahora tiene un comedero de alta cocina de su país en Madrid.¿Qué conocemos de la gastronomía belga? Poco, más allá de lo que vimos en algún viaje a Bruselas, donde todo el mundo te dice que hay probar los mejillones con patatas fritas (y bah) o los impresionantes chocolates belgas.La visita a Atelier Belge, que así se llama esta casa altamente recomendable, cambia para siempre nuestra visión de la cocina belga, una delicia muy desconocida en nuestro país que está plagada de exquisiteces por descubrir.Una cocina increíble, detalles hipercuidados –panes, mantequillas, todo– y un servicio de diez convierten esta casa en parada obligada en Madrid Tomamos abajo unas cervecitas y nos quedamos con ganas de probar algún aperitivo, pero el chef ya había advertido que llegásemos dispuestos a ‘entregarnos’ a sus creaciones culinarias... Hicimos caso, nada de tapas ni distracciones. Escaleras arriba, la sorpresa es mayúscula desde la misma sala –una monadina– con muchos guiños a los Países Bajos y a Audrey Hepburn (confieso que no sabía que era belga) por todas partes.Como había confianza, nos dejamos guiar por la recomendación del chef, que nos hizo una especie de menú degustación infinito que fue todo un deleite. Probamos tantos platos que veo imposible acordarme de todos, pero la cena fue increíble, así que vayan y elijan a su gusto, que aciertan seguro.

Les cuento algunos platos:
croquetas de quisquillas, caracoles con mantequilla, mejillones gratinados ‘Poulette’ o el salmón ahumado elaborado en la casa (maravilloso).
También
foie micuit (nunca falla), raya a la mantequilla negra (finura) o el
tiernísimo costillar ibérico de 43 horas (prensado, deshuesado, buenísimo).
El
magret de pato en tres tratamientos llegó cuando ya no podíamos más, y fue una de las propuestas más brillantes de la velada. Elaboran los
mejillones de ocho maneras: los probamos
al curry rojo y no quedó ni uno, muy recomendables.
Quizá es buena opción pedir el
menú degustación (con maridaje de vinos o cervezas), que lleva un poquito de casi todo, con la posibilidad de darse un paseo por tantos sabores.
De postre, no duden: chocolate en nueve texturas, top.
Cocina increíble, detalles hipercuidados –panes, mantequillas, todo– y un
servicio de diez convierten esta casa en parada obligada en Madrid.
Qué experiencia tan absolutamente maravillosa.
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Restaurante bistró Atelier Belge
Calle Bretón de los Herreros, 39. Madrid.
91-5458448
