Los héroes de mi infancia

La Vecilla acoge este sábado a las 19:00 horas un acto por el 40 aniversario de ‘Luna de lobos’ en el que participarán el autor, Julio Sánchez Valdés y David Rubio

17/07/2025
 Actualizado a 17/07/2025
Un fotograma de la película dirigida por Julio Sánchez Valdés y basada en la novela 'Luna de lobos' de Julio Llamazares.
Un fotograma de la película dirigida por Julio Sánchez Valdés y basada en la novela 'Luna de lobos' de Julio Llamazares.

Se cumplen 40 años de la publicación de ‘Luna de lobos’, la primera novela que escribí y la que me abrió las puertas de una editorial, Seix Barral, que en aquel momento era la más codiciada por los escritores para publicar en español. Yo pude hacerlo gracias a la mediación de Pere Gimferrer, que fue el primero en leerla fuera de algún amigo, y al atrevimiento de su director entonces, Mario Lacruz, que apostó por un desconocido novelista de 29 años cuando ser joven no era un factor a favor para publicar novela, al revés, y también al servicio de Correos, que hizo que mi original llegara a su destino. Yo había buscado la dirección de Seix Barral en uno de sus libros, concretamente ‘Confieso que he vivido’, de Pablo Neruda, recuerdo perfectamente, pero desde su publicación la editorial había mudado su sede y cambiado de dirección postal. Así que siempre digo que mi padrino literario fue Correos, que con la profesionaliidad de sus trabajadores hizo que ‘Luna de lobos’ llegase a su destino y a las manos de Pere Gimferrer.

‘Luna de lobos’ la había escrito en dos años, los que van de 1982 a 1984, recién llegado a Madrid, y era mi primera incursión en la narrativa después de un par de libros de poesía que habían tenido cierta aceptación, la suficiente al menos como para que un poeta reconocido como Gimferrer me escribiera una breve carta alabándolos, que fue lo que me animó a enviarle a Seix Barral, donde ejercía de lector, la primera novela que escribía. Mi sorpresa fue que a las dos semanas (hay que descontar de ellas los días que el libro anduvo de un sitio a otro por Barcelona) Gimferrer me llamó para decirme que la novela le había gustado y que la iban a publicar. Solo con lo primero me habría dado ya por satisfecho, así que el anuncio de que mi novela saldría en la editorial que en aquel momento estaba reservada a los más grandes novelistas españoles y extranjeros de la época imaginarán que me hizo feliz.

En realidad yo nunca había pensado en escribir una novela. De hecho, la noche en la que comencé a escribir aquella historia que, como tantas otras, había escuchado docenas de veces a los vecinos de las aldeas en las que transcurrió mi infancia, especialmente la de mi padre, donde pasaba las vacaciones con mi familia, mi intención era simplemente escribir un relato corto, un ejercicio narrativo surgido de mi memoria más que de mi imaginación. Pero fue como abrir la espita de los recuerdos, como meter la mano en un cesto de cerezas que, enredadas, empezaron a tirar unas de otras como si solo esperaran a que yo cogiese las primeras. Así surgió ‘Luna de lobos’, sin premeditación ninguna y sin que yo pensara en ser novelista. Y así se construyó esta novela que tanto debe a la narración oral, puesto que en parte cuenta sucesos reales que a mí me contaron de niño. Aunque la mayoría entraran en mi conciencia con la mitificación del niño que creía que sus protagonistas eran héroes de ficción y no personas de carne y hueso a los que les tocó sufrir y protagonizar una historia real que en el halo de su mitificación escondía su verdadera tragedia. Aquellos héroes de mi infancia con los que yo soñaba mientras me dormía después de escuchar contar sus historias en voz baja a los vecinos de mis padres (como a todos los héroes la injusticia les perseguía incluso después de huidos o muertos) situándolos en un plano de igualdad con los de las películas y las novelas del Oeste que yo leía por aquel entonces fueron en realidad unos desdichados, pero eso tardaría en saberlo.

He citado las novelas del Oeste. Cuando con Julio Sánchez Valdés, el director de cine que llevó a la pantalla ‘Luna de lobos’ al poco de publicarse, comencé a escribir el guión (fue Julio el que se empeñó en que fuera así), comprendí hasta qué punto esta novela le debe su inspiración, además de a las narraciones que de los hombres del monte, como les llamaban en aquel entonces (lo de maquis, que es un extranjerismo, vendría con el tiempo), me contaron siendo un niño, a las novelas de quiosco que yo leía de adolescente, como tanta gente en aquella España desharrapada de los 60, a falta de otras posibilidades, pues el libro era aún un objeto inaccesible y más en pueblos remotos como en los que yo viví. Fue Julio el que me lo hizo notar: esta novela es un western, un western español, me dijo. Y tenía toda la razón: como en los westerns, ‘Luna de lobos’ cuenta la historia de unos hombres que persiguen a otros sin descanso y como en ellos el paisaje y la violencia se confunden al igual que en las novelitas que yo leía y a cuyos desconocidos autores rindo homenaje en ‘Vagalume’, mi última novela publicada hasta este momento. Como los personajes de ‘Luna de lobos’, sus nombres escondieron los verdaderos y sus vidas transcurrieron en la clandestinidad.

Por lo demás, la novela guarda otra particularidad; una particularidad de la que yo no sería consciente hasta años después, cuando leí en algún lugar que no se puede escribir en primera persona del presente una novela, y que me ha convencido de que las afirmaciones categóricas siempre están de más. Precisamente para mí ‘Luna de lobos’ tiene el mérito de trasgredir esa norma no escrita, pues es lo que, sin yo saberlo mientras la escribía, le da la fuerza y la intriga que la hacen sostenerse en manos de los lectores, que siguen la narración como si sucediera en ese momento mismo. Del mismo modo en que la poesía, que fue mi primer lenguaje en literatura, contribuye a calmar un relato que, de otra forma, sería de pura acción, algo que, en opinión de algún crítico, tampoco se debe hacer. En fin, que ‘Luna de lobos’ no sólo apareció en un momento, mediados de los 80 del siglo XX, en el que parecía ya superada la memoria de la guerra y la posguerra (así lo sentenciaban los gurús de la cultura y la política española de entonces), por lo que era demodé hablar de ellas, sino que literariamente navegaba también en contra de la corriente general.

Fuera como fuera (a mí tampoco me enorgullece recordar ahora que, cuando la novela apareció, apenas mereció la atención de la crítica, no así la de los lectores, que en seguida agotaron varias ediciones), ‘Luna de lobos’ sobrevivió y aquí sigue, ahora reeditada nuevamente por la misma editorial que la publicó por primera vez, cosa que le agradezco y valoro. Por mí y por aquellos hombres del monte cuyas vidas la inspiraron (y a algunos de los cuales conocí después de ser publicada) y por los que me contaron sus historias en las noches de verano a la luz de las estrellas o en invierno junto al fuego. A ellos les debo su inspiración como a los escritores de novelas del Oeste que leía siendo joven su estructura y así lo quiero reconocer aquí. Como dijo Norman Mailer, todo escritor en su primera novela intenta contar los cuentos con los que le dormían de niño y esta fue la primera mía.

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