Casa Amador ya solo es La Venta de Getino

La esquela de Amador Díez González añadía tres «explicaciones»: Restaurante La Venta de Getino; Casa Amador y Viudo de Dona González. Las tres tienen mucha razón de ser pues este leonés de Getino, que falleció a los 98 años, fue de esos paisanos con personalidad suficiente para que un lugar cargado de historia, al menos dos siglos, llevara su nombre. Y no quisieron olvidar los suyos que si el restaurante llevaba su nombre los aromas del mismo, los guisos de siempre, habían nacido de la mano de Dona, fallecida unos años antes, en lo que fue un duro golpe para las ganas de resistir de Amador.

Llevaba tiempo en el piso de arriba, mirando por la ventana, leyendo, conociendo a todos los clientes  Ya hacía tiempo que se sabía que Amador estaba allí, en el piso de arriba, mirando por la ventana, conociendo a todos los clientes, leyendo los periódicos, haciendo las cuentas de La Venta, que siempre dependieron de él. Preguntando a Carlos y Mirta quiénes andaban por ahí y añadiendo algún comentario a cada uno de los nombres que le decían. O, si eran jóvenes, preguntando «¿de quién son?».

Se ha ido Amador y se ha ido la memoria viva de un lugar. Los recuerdos de aquellos años en los que había un cepillo para los pobres y los caminantes «que nunca robó nadie», las historias de las gentes, como su padre, un gran jugador de bolos. Después de su muerte muchos pescadores recordaban los «cientos» de kilos de truchas que le habían vendido, de El Chisquero de Robles a Manolo el de Villanueva.

Sólo torcía algo el gesto al hablar de la guerra civil, le tocó ver y vivir cosas duras. Aquellos tiempos. Pronto cambiaba de tema.

Estaba allí, en el peso de arriba,y todos los sabían. Preguntaban por él, por su ir y venir al hospital. Hasta que no pudo más. Se agotó.

Ya no está allí arriba Amador. Se ha ido. Con Dona.