La artista secreta más famosa del mundo

Las obras de Yoko Ono que se pueden ver en el Musac muestran el idealismo de su generación que hoy sigue siendo utópico

Bruno Marcos
24/12/2025
 Actualizado a 24/12/2025
‘Voice for soprano’ (1961), de Yoko Ono. | NIGEL HARTNUP
‘Voice for soprano’ (1961), de Yoko Ono. | NIGEL HARTNUP

Yoko Ono es la artista más famosa del mundo cuya obra no conoce casi nadie. Lo dijo John Lennon poco después de abandonar el Reino Unido donde los ataques contra su esposa se habían vuelto intolerables. Se la acusaba de manipuladora, de haber rematado a un grupo musical irrepetible como los Beatles y, por supuesto, se ridiculizaba su trabajo artístico. El propio Lennon asumía con esa frase que si se conocía en todo el planeta a Yoko Ono era por él, por ser su mujer, y no por su propia obra.

Uno de los grandes aciertos de esta exposición de Yoko Ono en el MUSAC de León ha sido intentar alejarla de la inmensa sombra del cantante, pero cómo hacerlo plenamente si, además, este fue coautor de algunas de sus piezas y cómo no sucumbir al poder de atracción que añade, precisamente, que Yoko Ono es quien fue, nada menos que la mujer de Lennon, la que compartió con él los últimos años de su vida hasta que lo asesinaron a su lado, en la puerta del edificio Dakota en el que residían, a pocos metros de donde, luego, ella esparciría sus cenizas en lo que sería su memorial, Strawberry Fields, al comienzo del neoyorquino Central Park, a donde siguen acudiendo todos los días admiradores poner flores y cantar sus canciones. 

El Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León reúne setenta piezas que ilustran la historia creativa de esta autora desde la década de los años sesenta del pasado siglo, en la cual ha empleado todo tipo de técnicas y elementos, desde su propia voz hasta el cine, la fotografía o la música, pasando por las instalaciones o las intervenciones en el espacio público, siempre invitando a la participación del espectador y difundiendo ideas pacifistas.

Una cámara grabando el cielo a tiempo real para emitirlo en un televisor, un taller de alfarería donde se arreglan objetos rotos que quedando inútiles nos hablan, un micrófono para gritar, cuadros donde cualquiera puede pintar, carteles blancos por la ciudad que invitan a respirar o dicen que sí, un mapa en el que podemos estampar el rótulo de la paz en el lugar del planeta que deseemos, un montón de puertas sin paredes, una cárcel de hielo que se deshace sola…  son algunas de las obras expuestas. 

Las piezas de Yoko Ono son una colección de gestos y situaciones pertenecientes al arte conceptual más puro y más ingenuo, que toma del duchampismo su versión más literal y menos intelectual para incorporarle inquietudes generacionales, las de los jóvenes de los años sesenta y setenta del pasado siglo, hoy ancianos, que soñaron con perpetuar su sueño de Peter Pan: no ir a la guerra, por ejemplo, pero tampoco a la oficina o al trabajo en general, no desgastarse en las grises rutinas con las que sus padres construyeron el confortable mundo desde el que lo cuestionaron todo para sentirse libres y ser felices.

Hoy, cerca de cincuenta años después, en un mundo en el que no ha dejado de haber guerras de todo tipo y a las cuales se le han sumado el terrorismo, la crisis económica y las pandemias globales, además de las tragedias migratorias, las obras de Yoko Ono nos parecen el eco de una inocencia tan entrañable como, lamentablemente, utópica. Son como palabras suspendidas en el tiempo, restos de aquella época de ilusiones que los que aún no habían nacido entonces reciben como una leyenda, un periodo que, al menos, tuvo una maravillosa banda sonora.

Cuando se abandona el museo se ve desde la calle, en un recodo de la fachada multicolor  y a través de un escaparate, la cara de Lennon sobre una pantalla en el interior. Es una imagen hipnótica porque se trata de una grabación de unos segundos que se reproduce en bucle, un primer plano fijo y continuo que nunca avanza y que nunca se para. Fundiendo cine y fotografía produce una ilusión de eternidad bajo un gran cartel de Yoko Ono que, en lo alto del edificio, dice: «sueña».

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