15/08/2021
 Actualizado a 15/08/2021
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Desde Babel los seres humanos confundieron grandeza con tamaño y así nos va. No necesitaba Babilonia una torre desmesurada para engrandecerse, del mismo modo que no requieren otros lugares menores y más cercanos inventar artilugios para aparecer en los libros de los récords, pues ya son grandes en sí mismos con solo mirar alrededor.

Sin embargo, la obsesión por conquistar público turista, es decir, público que por lo general solo hace fotos y no mira alrededor, ha llevado a las localidades leonesas de Riaño y de Burón a inventarse un columpio y un banco precisamente para hacerse fotos, como si el decorado natural no fuese suficiente por sí solo. El columpio, dicen, es el más alto de España, dos grandes tijerasde roble de unos ocho metros, y el banco, con cuatro metros de altura, resulta ser el más grande de la provincia. Tonterías de este tipo harán las delicias seguramente de niños y de niñas y de otras gentes infantilizadas, pero nada añaden en verdad a los paisajes y a otras grandezas con los que pretenden competir. Salvo que convengamos que el turismo, convertido en solución no se sabe bien de qué, nos atolondra a todos hasta la total confusión. Como a los constructores babélicos.

El culto obsesivo por el tamaño suele producir disparates, como pudieron comprobar precisamente los descendientes de Noé al dedicarse a la arquitectura sin venir a cuento. Lástima que no haya un dios para poner en su sitio, por ejemplo, a los urdidores del edificio más alto de la comunidad autónoma, la llamada Torre de la Rosaleda, en Ponferrada, con toda probabilidad también el edificio más desgraciado de esta misma comunidad y parte del extranjero. Tampoco la grandeza de la comarca berciana necesitaba afrentas de ese calibre para ser conocida y visitada incluso por turistas. Sin descartarlo del todo, muy mal gusto habrán de tener estos últimos si eligen esa extravagancia como fondo para sus fotografías. Y es que seguramente el tamaño importa, pero menos que la nobleza y la dignidad.
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