01/12/2022
 Actualizado a 01/12/2022
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Este tema es muy viejo y conocido por todos mis lectores. Ya desde niño recuerdo, en la escuela unitaria de mi pueblo, la maestra, con alumnos de diferentes edades, solía solucionar los problemas de alborotos desalojando el aula y enviándonos a la calle a los revoltosos que interrumpíamos la clase. ¡Con las heladas que caían en invierno! ¡Qué recuerdos! Posiblemente eso me ayudó a no hacerlo yo nunca. Tuve la suerte de no tener que expulsar a ningún alumno de clase y siempre estuve en contra de que mis compañeros lo hicieran. Es muy triste tener que llegar a esa decisión y eso puede demostrar o bien la suma gravedad de lo que hizo el alumno o bien la impotencia e incapacidad del profesor. Realmente es muy triste que un alumno llegué a adoptar una postura insoportable en la clase ante la que la única solución sea expulsarle del aula y que otro compañero se haga cargo del muchacho. Y también es muy triste que un profesor pierda las riendas del grupo o no sea capaz de controlar a los alumnos y se vea obligado a expulsar a alguno para que los demás se callen.

A pesar de que estoy convencido de que muchos compañeros profesores no coincidirán con mi opinión, yo sigo defendiéndola porque mi experiencia me ha dado demasiados argumentos para estar en contra de este desalojo de alumnos de clase como estándar y modelo para solucionar los problemas de comportamiento en el aula. Tiene que ser una medida excepcional y puntual.

Sacar a un alumno del aula porque se ríen, hablan, no atienden, no hicieron los deberes, no traen el libro, estudian otra asignatura, miran por la ventana o contradicen al profesor no beneficia ni al profesor, ni al alumno, ni al resto de la clase, ni al resto de profesores que están de guardia. Viene a ser un mal parche para tapar un problema que si se generaliza se convierte en una epidemia. Yo entiendo que para un profesor que está trabajando con toda la clase y ve a un alumno distraído lo fácil es sacarlo del aula, pero eso no soluciona nada porque ese alumno desmotivado sale encantado, se pierde la clase y produce un efecto llamada en los que siguen en el aula también desmotivados. Creo que hay muchas soluciones mejores de diálogo, cariño, estímulo y convencimiento para que el alumno se esfuerce en seguir el ritmo de la clase con sus compañeros y no en el pasillo.

Me molestaba más aún que la mayor parte de las expulsiones solían venir de los profesores ‘guay’ que se presentan a sus alumnos como amigos y colegas. Los primeros días de clase: «¡Qué enrollado es este profesor, hablamos de todo menos de la asignatura!». Hasta que empieza a expulsar de clase porque sube el nivel de los decibelios y las quejas y se dan cuenta de que no era tan enrollado ni molaba tanto.

En lo que no estuve de acuerdo, en absoluto, era en que el alumno saliera del aula y se quedase toda la hora en el pasillo sin hacer nada o molestando a las clases de al lado. Para ello en nuestro instituto establecimos todo un ‘protocolo’ de actuaciones que consistía en que en caso de problemas graves de comportamiento que rompen el orden y la convivencia en el aula y no permiten el desarrollo normal de la clase. Creo que así se hace en la mayoría de los centros. Los profesores sólo podían apartar a un alumno del aula en situaciones extremas y después de haber utilizado todo tipo de recursos. Y en todo caso, los alumnos siempre tenían que salir del aula con un escrito en el que el profesor les propone un trabajo que deberán realizar mientras estén fuera del aula y que serviría de presentación al profesor de guardia encargado del tema. Por otra parte, el profesor tenía que informar por escrito, a modo de amonestación, de todo lo sucedido, a Jefatura de Estudios, con copia al tutor, para que sea enviado a los padres de los alumnos. El contacto entre el profesor del aula y el profesor de guardia sería siempre el profesor del equipo directivo de guardia, al que debería presentarse el alumno. Por último, el profesor evaluaría el trabajo realizado por el alumno fuera del aula.

Por otra parte, toda expulsión del aula implica a muchas otras personas de la comunidad educativa: A un profesor de guardia que estará, en esta hora, en contacto con el directivo de guardia por si tuviera que recibir a algún alumno, que comprobará que el alumno realiza el trabajo encomendado por el profesor y que al final de la hora de guardia, informará al profesor sobre el comportamiento de este alumno. Al equipo directivo que organizaría un ‘aula de trabajo’ con horario completo de profesorado, que el profesor del equipo directivo de guardia sería el responsable de recibir a estos alumnos y presentarlos al profesor de guardia del aula de trabajo y que la Jefatura de estudios se encargaría de cursar a los padres todos los escritos y amonestaciones que presenten los profesores.

Desde que se aprobó en el instituto la obligatoriedad de cumplir con todos los requisitos y la burocracia del citado protocolo, bajó considerablemente el número de salidas del aula de los alumnos más problemáticos. Los casos menores se solucionaban en el aula porque el protocolo era más engorroso e implicaba más tiempo. Las expulsiones pasaron a ser una medida excepcional y puntual. Esto reafirma mi tesis contraria a la expulsión del alumno del aula que sólo puede llevarse a cabo al final, cuando ya se hayan ensayado y agotado todos los recursos posibles.
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