Después de haber ejercido en diferentes pueblos de la provincia de León, como Villaseca de Laciana, Posada de Valdeón y Reliegos de las Matas, lleva casi tres décadas en Roma y desde el principio conoció a quien más tarde acabaría convirtiéndose en el papa Francisco. Su muerte el pasado lunes hace que el sacerdote leonés José Manuel del Río recuerde los momentos vividos con él y analice todo lo que ha supuesto su pontificado y los retos de quien sea elegido como su sucesor. Del Río es actualmente administrador del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que centra fundamentalmente su labor en la liturgia.
– Más adelante hablaremos de su trayectoria, pero es inevitable comenzar con la muerte esta semana del papa Francisco, con el que siempre había tenido una buena relación. ¿Cómo era en la distancia corta?
– El papa Francisco era un hombre normal, humilde, sencillo y cercano. Hace más de treinta años que le conocía y siempre que vino a nuestra casa era uno más de los que no alojábamos allí. Era un hombre muy afable.
– Estaba muy enfermo, pero no parecía que el desenlace fuese tan inmediato después de haber salido al balcón el Domingo de Resurrección…
– Yo estaba en León, porque fui para predicar la novena de la Virgen del Camino y tuve el gozo y la alegría de poder hacer la alocución en el Encuentro de la Procesión de los Pasos, en la plaza de la Catedral, que fue uno de los momentos más emotivos de la Semana Santa. Y el lunes nos sorprendimos todos con la muerte del papa Francisco. Yo llamé a Roma a mis compañeros en Roma y todo el mundo se quedó sorprendido con un importante sentimiento de desconsuelo. Como ahora las noticias no se sabe muy bien si son verdaderas, mi hermana es jueza y fue la primera que me avisó, pero hablé con una persona del Vaticano que me lo confirmó. El Domingo de Resurrección, después de decir la misa en la parroquia del Mercado, teníamos una comida con familiares y amigos. Cuando vimos las imágenes del papa en el balcón de las bendiciones, sin oxígeno, haciendo un esfuerzo sobrehumano y vestido de blanco, lo primero que pensé es que estaba queriendo despedirse del mundo. Y lo hizo con gran satisfacción y pese a estar muy dañado físicamente. Él quiso despedirse del mundo con una última presencia pública ante la Iglesia universal con la bendición de Cristo resucitado.
– ¿Qué legado nos deja el papa Francisco? ¿Cómo resumiría su labor al frente de la Iglesia?
– Hay una frase que el papa Francisco repetía constantemente: "Tutti, tutti, tutti". Todos, todos, todos tenemos cabida en la Iglesia. No hay nadie excluido con independencia de cuáles sean las circunstancias de su vida. Ese fue el leitmotiv que movió al santo padre. Por eso, creo que en su legado nos va a quedar también el hecho de que fue el papa que se preocupó de los pobres, de los desheredados, de esa gente a la que se refirió desde el principio como las periferias existenciales. Nadie tiene que ser excluido ni de la Iglesia ni del mundo. Es por eso que se empeñó mucho en la atención a los inmigrantes y en promover la acogida de aquellos que llegan. Recuerdo su primer viaje a Lampedusa y el gesto que tuvo cuando fue a depositar aquellas coronas de flores en el mar Mediterráneo por todos los que habían muerto intentando llegar a Europa. Son elementos que él nos ha dejado como legado. La homilía de los papas el día de su entronización suele ser el programa de su pontificado. Y el papa Francisco nos habló ese día de la sinodalidad y promovió un debate que duró dos años para discutir y clarificar el estilo que había de marcar la vida y la misión de la Iglesia. Y otro de los grandes legados es el de haber afrontado los graves problemas que venía arrastrando la Iglesia, las cosas graves que han pasado y que el papa Francisco encaró con valor y con tesón. Tomó decisiones difíciles, pero él tenía siempre muy claro lo que debía hacer como papa de la Iglesia.
– Uno de esos problemas han sido los casos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia. ¿Fue un papa valiente a la hora de abordarlo?
– Sí, fue un papa valiente. Sin embargo, no podemos olvidar la labor de sus antecesores. Benedicto XVI, que ya había comenzado a trabajar en este asunto cuando era cardenal prefecto de Doctrina de la Fe, también lo tuvo muy claro desde el principio. Tanto en su etapa de cardenal como cuando se convirtió en papa, también abordó con decisión y mano dura este problema. Después, a Francisco le tocó asumir las consecuencias y aplicar la normativa a través de la toma de decisiones muy valientes. No escondió la cabeza debajo del ala, sino que afrontó este y otros problemas, como los del ámbito económico, con coraje y con valentía.

– ¿Qué cree que se le ha quedado en el tintero al papa Francisco?
– Creo que empezó a afrontar todas las cuestiones que él tenía en mente. En el tintero queda la culminación de la reforma de la curia romana. El papa Francisco dio un paso adelante, creó una comisión de estudio, llegó a la publicación del motu proprio con el cual se cambia la estructura y la gestión de la Iglesia universal. Una cosa que quedó en el tintero y que está muy discutida y muy trabajada pero que no se ha llegado a promulgar, es el reglamento general de la curia romana, que es la aplicación práctica de la reforma impulsada por el papa Francisco. Es una cosa que está elaborada, pero no se ha publicado y él ha hecho hasta el final un seguimiento exhaustivo de todos los trabajos. Además, está la comisión de cardenales, que se reúne periódicamente para ayudar al santo padre en la aplicación de las reformas en la iglesia y que tiene una serie de temas que se han quedado en el tintero y que se seguirán trabajando. Creo que lo que él ha iniciado no se va a quedar en los cajones, sino que se seguirá avanzando para que se haga realidad lo que el santo padre ha difundido en la Iglesia. Además, empezó a abordar con decisión el papel de la mujer en la Iglesia. Nombró gobernadora a una religiosa que ya era secretaria de la entidad que dirige el Vaticano desde el punto de vista civil. Siempre había sido un cardenal y hace muy poco tiempo que tenemos una gobernadora. También ha nombrado a la primera prefecta en el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Y el proprefecto, que es el que está en segundo lugar, es el cardenal Fernández Artime, que también tiene vinculación con León. Y ha nombrado a mujeres en otros cargos de responsabilidad importante. Era su deseo que la mujer estuviese cada vez más integrada en el aparato de gobierno de la Iglesia.
– En cuanto a su visión sobre la homosexualidad, ¿cree que se quedó con ganas de dar un paso más allá de sus palabras aperturistas?
– Vuelvo a lo que decíamos antes: todos, todos, todos. Lógicamente, el santo padre tenía muy claro que la Iglesia es madre y tiene que tener los brazos abiertos a todos sus hijos. Hubo una gran polémica con el tema de la comunión de las personas divorciadas, una problemática pastoral que el santo padre también afrontó con valor expresando con claridad su idea de que nadie debe ser excluido de la Iglesia. Al contrario, hay que acoger con caridad pastoral e intentar que las personas puedan superar los baches que la vida les presenta. En el tema de la homosexualidad, el santo padre también se expresó claramente diciendo que nadie tiene que ser excluido de la Iglesia por ninguna condición. El tema afectivo es complejo, pero que no puede servir para excluir a nadie y por eso es muy importante el paso que dio el santo padre.
– En definitiva, estamos ante un papa más transformador quizá que los dos anteriores, con los que también tuvo ocasión de trabajar. ¿Qué destacaría de Juan Pablo II y Benedicto XVI?
– San Juan Pablo II se centró en empezar a aplicar de manera práctica todo lo que se llevó a la reflexión en el Concilio Vaticano II y que quedó plasmado por escrito en diversos documentos. Y no podemos olvidar que el papa Francisco hizo lo mismo, ya que se presentó siempre en continuidad con el Concilio Vaticano II. Todo lo que promovió en su acción pastoral como papa en todos los campos fue en aplicación de las directivas aprobadas entonces. Yo trabajo en el campo de la liturgia y todos los pasos del santo padre han ido en la línea de ir aplicando todo lo que la Iglesia ha ido reflexionando y madurando a lo largo de los siglos hasta el Concilio Vaticano II para que el Evangelio sea proclamado también conforme a la modernidad y a los tiempos actuales. Mientras, Benedicto XVI hizo lo mismo. Siempre se le ha presentado como un papa más teológico y dogmático, pero yo lo viví también como alguien muy pastoral. Era muy cercano y muy humano. Quizá desde fuera parecían distintos, pero el papa Francisco tenía una unidad afectiva y personal con Benedicto XVI, al que visitaba y con el que conversaba frecuentemente para abordar las cuestiones que le parecían oportunas. Fue una convivencia muy provechosa y de gran respeto hacia el papa emérito. Es lo que he vivido aquí.
– ¿Qué retos tiene el sucesor del papa Francisco en un mundo en guerra y cada vez más polarizado?
– Habrá que ver hacia dónde sopla el Espíritu Santo para elegir al sucesor del papa Francisco. No me gustan las quinielas. Es el tercer papa que veré elegir y las quinielas no suelen funcionar, porque el Espíritu Santo sopla hacia donde quiere. Hay 135 electores que van a entrar en el cónclave y el que salga elegido necesita el apoyo de dos tercios. No es sencillo llegar a ese nivel de consenso. Por eso, nosotros creemos en la acción del Espíritu Santo en el gobierno de la Iglesia y esperamos que el elegido sea el que en este momento conviene a la Iglesia y al mundo. Creo que el que salga no va a cerrarse a las cosas que el papa Francisco puso en movimiento y a la acción de gobierno que llevó a cabo. Por eso, creo que habrá una continuidad y lo que se había quedado en el tintero se hará realidad en breves fechas.
– Apuesta usted por tanto por una línea continuista…
– Sí. No sé por qué tendría que haber una línea rupturista. En este momento, como apuntaba usted en su anterior pregunta, los retos del mundo son muy importantes y muy grandes. Por eso, para afrontar la realidad del mundo de hoy, con esa falta de paz y de seguridad o esas crisis económicas, y también para afrontar la realidad de la Iglesia, con la falta de vocaciones y el desencanto después de la pandemia, que derivó en una disminución de la práctica religiosa, creo que los remedios que el papa Francisco ideó y puso en práctica todavía son válidos y que quien le suceda los va a llevar a cabo.
– ¿Hay tantas intrigas y rivalidades entre las dos facciones de la Iglesia, la progresista y la conservadora, o son más bien cosas de los medios de comunicación y las películas?
– Todo eso se fomentan un poco en los medios de comunicación, porque ven las cosas un poco al modo humano, al modo político. Lo ven como una lucha política, pero yo creo que no es así. No son las cosas como se presentan en el cine o en la televisión. No tiene nada que ver con la realidad. La normativa prohíbe las discusiones previas al cónclave y por eso sus reuniones públicas o privadas son precisamente para eso, para que vean quién o quiénes pueden ser los candidatos que alcancen el consenso del que hablábamos antes. Veremos. Hay gente que ya ha ostentado puestos de mucha responsabilidad y tienen experiencia de gobierno en la Iglesia, pero a lo mejor el Espíritu Santo no sopla va por ahí. Veremos.

– Lleva casi treinta años en el Vaticano. ¿Cómo recuerda el salto desde los pueblos que atendía en la provincia de León hasta la Santa Sede?
– La cosa no fue tan rápida y tan espontánea. Yo era el cura de Reliegos y nuestro obispo de entonces, don Antonio Vilaplana, tenía la idea de que me encargara del mundo de los archivos. Primero había estudiado historia y luego pasé a Historia del Arte antes de hacer todos los estudios de Archivística, Paleografía y Diplomática que había en la Fundación Sánchez Albornoz. Teníamos un gran archivero en la Diócesis y en la Catedral, que era José María Fernández Catón, una persona muy competente que presidió también la Fundación Monteleón. Necesitaban una persona preparada para estar con él en el tema de los archivos. Y fue entonces cuando don Antonio me trasladó de Posada de Valdeón a León para atender desde allí a los fieles de Reliegos de las Matas. El objetivo era que me preparase ya en ese mundo de los archivos. Llegado el momento, me mandó a Roma para que hiciera Historia de la Iglesia y cursase los estudios del Archivo Secreto Vaticano, que tiene una escuela específicamente dedicada a preparar a los archiveros de la Iglesia. Me pasó como a muchos jóvenes de León que salen y luego es muy difícil que vuelvan. Estando aquí en Roma en aquella etapa de formación, surgió la necesidad de contar con un español en la Comisión Pontificia de Bienes Culturales. Fue en 1997 y don Antonio Vilaplana formaba parte de dicha comisión, pero inicialmente no pensó en mí. Fue el director del Pontificio Colegio Español de Roma, que estaba vinculado a la Diócesis de Astorga, el que me propuso al ver que había estudiado todas estas cosas y le pareció que era idóneo para ir como español a esa comisión. Don Antonio dio su beneplácito, empecé a trabajar aquí y aquí sigo.
– ¿Qué sensación le deja la situación de nuestra provincia cuando viene?
– Me da un poco de pena. Se ven cada vez más negocios cerrados y la población está más envejecida. No veo ilusión en la gente y eso me entristece.
– ¿Cómo ha vivido este año la Semana Santa en León?
– A pesar de la lluvia, la he vivido con mucha intensidad. La Semana Santa de León es la expresión de la fe del pueblo, que es la que sale adelante y permanece. El pueblo de Dios lo integran sobre todo los fieles laicos, que son los que se expresan y testimonian nuestra fe en la calle. Los sacerdotes y obispo ejerceremos de pastores, pero son los fieles los que dan el tono y el nivel de lo que es la fe cristiana en la provincia.
– Ha sido uno de los artífices de que el Nazareno de León pueda participar el 17 de mayo en la procesión organizada en el marco del Jubileo de la Esperanza. ¿Se mantendrán los actos?
– Por lo que yo sé, todo sigue en pie y se va a realizar como estaba previsto. Espero que en esas fechas tengamos ya al nuevo papa entronizado, pero la procesión se va a realizar y nuestro Nazareno llevará muy alto el nombre y el nivel de nuestra Diócesis y hará ver a los romanos y a todos los que puedan contemplarlo por estas calles cercanas al Coliseo cómo León mantiene su fe con orgullo y la procesiona por las calles. Además, el día antes, el 16 de mayo, va a ser el Día de León en Roma. A las once y media de la mañana habrá un concierto de la agrupación musical del Dulce Nombre en la iglesia de Sant’Andrea della Valle, donde el obispo de León, don Luis Ángel de las Heras, presidirá una misa media hora más tarde. Y después será el besapiés del Nazareno, que permanecerá expuesto al culto hasta las ocho de la tarde. Además, el segundo acto importante estará protagonizado por la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad en la iglesia de Santa María del Pianto. Ellos están adscritos a una cofradía que existía en esa iglesia a través de una bula de la que traerán un facsímil. La han transcrito y comentado desde el punto de vista diplomático y cumplirán aquello a lo que les obliga, que es a entregar dos hachones de cera. Será a las cuatro de la tarde, cuando habrá una misa previa a la entrega de esos hachones y del facsímil de la bula de adscripción de la Angustias a Santa María del Pianto.