El tiempo de la melancolía

El periodista Carlos Herrera es la firma invitada del suplemento LNC Cofrade de esta semana

Carlos Herrera
18/02/2023
 Actualizado a 18/02/2023
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La Semana Santa es un tiempo lleno de melancolía. El sol pinta de primavera las calles de la ciudad. El cielo luce un especial tono ‘azul Inmaculada’ y el aire derrama aromas que nos devuelven año tras año a los mismos lugares, que nos sumergen en instantes mágicos, cual reloj de arena, repitiéndose cada vez que giramos las páginas de nuestro particular calendario de pasión.

Al despertar cada nueva primavera volvemos a cruzar las miradas con aquellos desconocidos que año tras año comparten nuestras mismas emociones en la misma curva, ante la misma ‘chicotá’, en el mismo sitio, a la misma hora y con la misma gente.

La Semana Santa nos devuelve la melancolía del niño cada mañana de Domingo de Ramos. Cada Semana Santa buscaremos esos rincones mágicos, estrechas callejuelas, o grandes avenidas por donde discurren los cortejos.

A mi memoria aflora uno de esos momentos especiales. Una calle emblemática, ‘La Cuesta del Bacalao’. Un balcón situado en el lugar perfecto, ‘el de la casa de mi Tita Consuelo’. La Cuesta del Bacalao es uno de esos escenarios que la ciudad de Sevilla le presta a la Semana Santa. A mí me gusta reencontrarme con mi gente en sus balcones. Inolvidable el de mi añorado Antonio Garmendia, inmejorable el de mi querida ‘Tita’, esa mujer encantadora de gran corazón y cabellos plateados, a la que sigo recordando cada día. En este perfecto enclave se puede disfrutar de extraordinarias subidas de maravillosos misterios, avanzando siempre poco a poco, a compás, una y otra marcha para la más larga ‘chicotá’. Y, de la misma manera que me pasa a mí en Sevilla, cada leonés tendrá ya en mente ese lugar perfecto en el que vivir cada procesión en la capital del viejo reino.

La Semana Santa es el tiempo de la melancolía en la que nos sumergimos cada vez que absortos nos perdemos entre las manos que muestran el dolor de una Madre, cada vez que sentimos como brota la sangre del costado de Nuestro Señor Jesucristo.
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