Agustino, misionero en Perú, intelectual... ‘Quinito’ el de Sabero

Joaquín García fue una personalidad en América. Premio Bartolomé de las Casas, fundador de universidades

11/05/2025
 Actualizado a 11/05/2025
Joaquín García en una de sus últimas visitas a su pueblo, Sabero, en el lugar que él eligió para "posar", la recordada cristalera del Bar León. | MAURICIO PEÑA
Joaquín García en una de sus últimas visitas a su pueblo, Sabero, en el lugar que él eligió para "posar", la recordada cristalera del Bar León. | MAURICIO PEÑA

El día que fue elegido el nuevo Papa estaba en Olleros de Sabero. Fueron diciendo datos del elegido: "Es fraile agustino, un intelectual universitario, estuvo muchos años de misionero en Perú, fue secretario general de la Orden Agustiniana..." y uno de los vecinos presentes dijo: "Si no fuera porque ya ha fallecido hace años diría que están hablando de Quinito".  
- ¿Quinito?
- Bueno, para nosotros siempre será Quinito. Era Joaquín García, pertenecía a la congregación de los Agustinos y estuvo muchos años, cincuenta o así, de misionero en Perú. A buen seguro que se conoció con el Papa pues coincidieron en el tiempo y también fue secretario general de la Orden.

Pero no es el momento de que el mérito de aquel fraile sea ser amigo del nuevo Papa, sino recordar y reivindicar su ingente y desconocida obra en Perú, singular, impagable, apostando por la educación y reconocido allí con, por ejemplo, el premio más prestigioso en cooperación, el Fray Bartolomé de las Casas; o siendo nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Católica de Lima. 

Todas las referencias de Joaquín García vienen envueltas en admiración. En 2008, en un reportaje con el periodista descalzo leonés Antonio Cabezas, que contaba cómo fue con su Hong a la Amazonía peruana y tenían "cierta precaución" alguien le dijo: "Siendo español no tendrá problemas, basta que diga que es amigo del padre Joaquín García". Y, decía Cabezas: "No solo era verdad que resultaba un salvoconducto infalible, es que llegó y le preguntó de dónde es y me dice que de León, como yo, de Sabero".
 
Aquel año vino García a disfrutar de ser Quinito, a celebrar las fiestas de San Blas, patrono de Sabero, con sus paisanos, aunque con la pena de acudir al entierro de su hermano Nete, antiguo alcalde del municipio. Con enorme humildad habló de su trabajo allí: "Llevo 40 años en la Amazonía peruana (entonces, en total estuvo más de 50), llegué allí en el 1968, con menos de 30 años pues nací en 1939. Me han nombrado Hijo Adoptivo de Iquitos (otro reconocimiento) y ya me siento de allí... y de Sabero, por supuesto, necesito regresar aquí, cargar las pilas para meterme de nuevo en faena".

Recordó que había estado antes en Filipinas y Colombia, pero la Amazonía "me enganchó" y, además, "entendí que  allí había un inmenso trabajo que llevar a cabo y me quedé allí atrapado.
- ¿Cómo es ese trabajo?
- A ver cómo me explico. No somos unos evangelizadores de esos de llevar cosas, trabajamos con la Universidad Católica de Lima en el Centro de Altos Estudios Amazónicos, con diplomados y postgrados, con un respeto absoluto a la tradición y los orígenes de los pueblos, recuperando su cultura. Es una nueva y diferente conquista de la selva".

Así, entre los proyectos en los que estaba embarcado en ese momento el fundamental era uno que ilustra perfectamente esta filosofía de misionero diferente: "Trabajamos en la edición de 40 tomos de ‘Monumenta Amazonía’, un trabajo que recoja toda su cultura, su lengua, su arquitectura, la historia de su cinematografia, su tradición literaria... No se trata de colonizar sino de ofrecer un proyecto de desarrollo de abajo a arriba, con importante participación de los indígenas, en sus manos está el futuro".

Escucharle era, también, entender la pasión que ponía en su trabajo en un lugar seguramente complicado visto con ojos diferentes a los de Joaquín García, emocionado con su obra. "Cuando dices que estás en un lugar situado a 700 kilómetros de la carretera ‘civilizada’ más cercana pues causa algo de ‘miedo’, y más si añades que es un lugar esquilmado que pasó de 80.000 a 500.000 habitantes. Es un caso parecido al de Manaos, víctimas de la codicia del caucho, unos lugares que viven de exportarlo a base de la sangre de los indígenas. Hay dos posturas, huir o sentir que es imposible abandonar aquello. Y yo he decidido quedarme".
- ¿Y qué puede hacer un misionero en una situación así?
- Cultura, formación. La única forma de combatir esta situación es a través de la cultura. En ello estamos.

A ello entregó su vida este leonés de Sabero, un personaje absolutamente respetado en Perú, en la Amazonía, en los ambientes universitarios... También se hizo merecedor de la Gran Cruz de Isabel la Católica y en una encuesta del año 2014, avalada por ‘Marca España, el leonés aparece como uno de los 100 españoles más influyentes del mundo.

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