La agonía de la última de las cuatro azucareras que tuvo León

El anunciado cierre de la azucarera de La Bañeza supone la desaparición en la provincia de un sector que llegó a tener cuatro fábricas en la provincia

01/06/2025
 Actualizado a 01/06/2025
La azucarera de Veguellina de Órbigo vive desde su cierre un más que evidente deterioro; solo fue utilizada como plató para el rodaje de una película.
La azucarera de Veguellina de Órbigo vive desde su cierre un más que evidente deterioro; solo fue utilizada como plató para el rodaje de una película.

Entre los numerosos testimonios que estos días se suceden sobre el anunciado cierre de la Azucarera de La Bañeza, la última en funcionamiento de las leonesas, se abre paso el de un agricultor que pasa al lado de un micrófono que entrevista a un líder sindical y dice, con cierta gracia aunque la situación tiene poco de cómico: «Que nos escuchen nuestros políticos. Primero la mina, luego la leche, ahora la remolacha... pero tu tira, que libras». Una expresión muy popular que escenifica ese «cada uno mira para su corral». 

Es lógica la queja y hasta la desesperación pues no en vano también fue una de las industrias que tiró por la economía de esta tierra, que es en la actualidad el principal motor de una comarca, la de La Bañeza. Hubo cuatro azucareras , de norte a sur, y tres de ellas llegaron a coincidir en el tiempo, como señala el historiador y especialista en patrimonio industrial Javier Revilla: «La de Boñar fue la primera que abrió, en 1899, y también la de vida más efimera, cerró en 1904 para albergar con el tiempo la fábrica de talco. Poco después, en 1900, abrió la de Veguellina, fundamental en su comarca y con actividad hasta 1998, cuando se encaminaba a cumplir un siglo. La que hoy es preocupante noticia, la de La Bañeza, abrió en 1931, es decir también camino del siglo de vida; y, finalmente, la recordada azucarera Santa Elvira de la capital de la provincia, abrió sus puertas en 1935, estaría celebrando su 90 aniversario de no ser porque ya hace 33 años que permanece cerrada y siendo noticia por el largo camino que ha emprendido para ser un día Palacio de Congresos». 

Estas fechas nos aclaran que entre 1935 y 1998, durante 63 años, ‘convivieron’ en la provincia tres azucareras, molturando una gran producción, con cifras realmente importantes.  Por ejemplo, en 1900, la fábrica de Boñar molturaba 3.358 toneladas de remolacha que producían  329 toneladas de azúcar, que suponía algo más del 7% del total de las fábricas del Duero;en la de Veguellina, en ese mismo 1900, las toneladas 4.561 y 441 respectivamente, lo que suponía prácticamente el 10% de la producción del Duero. Contrasta con conocer que la Santa Elvira llegó a  alcanzar una producción de 3.600 toneladas/día, fruto de la mecanización  en sus años finales. Se podría seguir para llegar a una conclusión que lo explica mejor, León era la primera productora, lo sigue siendo, lo que hace más incomprensible este cierre que ahora se proyecta. 

El daño industrial es evidente, el consiguiente daño económico también, pero el daño ‘humano’ a las comarcas que ven cerrar sus azucareras es aún mayor, aunque menos visible.

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Vista aérea de la Azucarera de Santa Elvira hace 50 años. | MARCIANO SONORO

La azucarera leonesa Santa Elvira ha visto reflejada su historia en un libro de reciente aparición —Azucarera Santa Elvira. Crónica de una gran industria leonesa (Marciano Sonora Ediciones)— de la escritora leonesa Cony Salomón. Un recorrido por una vida que vio y vivió en primera persona, en su propia familia, y que resumía de manera tan gráfica como acertada en una mesa redonda para hablar de aquella industria, de su cierre, de la desolación que dejó. «El día que cerró la Azucarera, murió el barrio de la Sal y no ha vuelto a salir a flote». 

Es la escritora leonesa el ejemplo perfecto de lo que suponía para el barrio (o para Veguellina antes y La Bañeza hoy) una industrial como la azucarera. Recordó cómo su abuelo vino desde Soria cuando abrió la fábrica, cómo su padre desarrolló toda su vida laboral en ella; cómo la propia escritora vivió en el barrio y las casas de la empresa que, por cierto, no les dejaron comprar al cerrar para ser pastor de las ruinas y la demolición, como quedó patente con la demolición hace pocos años del coqueto chalet del director. 

También, como experto en  patrimonio industrial, señala Revilla otro problema añadido, el abandono de este rico legado en construcciones de evidente valor, como esas casas de los obreros pero también las fábricas. «La azucarera de Boñar era un edificio impresionante, de efímera vida pues en 1904 estalló ‘la burbuja del azúcar’ y se cerró, junto a otras diez en España.  Afortunadamente los edificios industriales del complejo fueron posteriormente aprovechados para la instalación de una fábrica de  talcos, que funcionó entre 1925 y  2010, transformadora del mineral blanco extraído  en la mina de Puebla de Lillo». 

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El magnífico edificio de la Azucarera de Boñar tuvo la suerte de ser reutilizada por la empresa de talco.

La leonesa aspira a ser Palacio de Congresos y Exposiciones, con una andadura plagada de vaivenes que siguen  siendo frecuente noticia. Y la de Veguellina podría ser el mejor ejemplo del olvido y el abandono, las fotos lo dicen tristemente casi todo. Solo se le conoce un uso posterior, como plató para una película del director leonés Alejandro Suárez, que llenó aquel espacio de nazis y espías. Así lo contaba, en 2010, en la vieja La Crónica el actual director de La Nueva Crónica:

«El joven cineasta leonés Alejandro Suárez buscaba una localización para rodar su cortometraje ‘Hidden soldier’, ambientado en la Segunda Guerra Mundial y desarrollado en medio de un bombardeo del ejército americano sobre el nazi. Con pocos efectos especiales, en la abandonada Azucarera de Veguellina de Órbigo encontró el escenario perfecto. Una década de olvido fue suficiente para convertir la vieja molturadora, los hangares, los hornos y las oficinas en los restos de un campo de batalla. (...) Gatos, cigüeñas y palomas son ahora los únicos habitantes de la Azucarera de Veguellina de Órbigo. Sus excrementos y sus cadáveres inundan la galerías, los corredores, las oficinas... Grandes paredes fueron demolidas en su día para extraer toda la maquinaria a la que se podía dar utilizad en alguna de las otras plantas de Ebro, empresa propietaria de la ruina. En las ventanas, no queda un cristal entero. Entre la maquinaria oxidada, no queda un gramo de cobre. La Guardia Civil pasa varias veces al día para evitar el robo de chatarra, que ya se antoja verdaderamente complicado pues todo lo que tenía valor y cabía en una furgoneta ya ha desaparecido».

¿Tardaremos mucho en poder publicar este texto, tal cual, cambiando Veguellina de Órbigo por La Bañeza? ¿Tendrá vuelta atrás esta situación que parece tan irracional? ¿Qué ocurre para que no cambié ni una gota del pesimismo que se ha instalado en la comarca el hecho de que todos los políticos, de aquí, de Valladolid y de Madrid, el último el ministro Planas? 

Sin embargo, muchos agricultores sí han recuperado una frase de un político, o sindicalista, el ya fallecido Matías Llorente que cuando desembarcó en La Bañeza la empresa que ahora se quiere ir, Associated British Foods (ABF), aventuró: «Estos vienen aquí a especular, cogerán las subvenciones y se irán a otra parte cuando les apetezca, sin ningún escrúpulo». Que se parece mucho a lo que ahora dice otro sindicato agracio, COAG: «Esta situación es la consecuencia directa de la ‘suicida política empresarial’ de ABF, que desde su llegada a la dirección de Azucarera, dinamitó los acuerdos interprofesionales (AMI) que durante años habían servido como base de entendimiento entre agricultores e industria». 

Todo parece más triste cuando se repite el «se veía venir»pero, como decía el manifestante, «tira, que libras». 
 

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