Maximino Cañón 2

¡Y qué día! Todos los Santos

15/11/2022
 Actualizado a 15/11/2022
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Siempre hay fechas en las que se nos recuerdan hechos, que aunque uno quiera dejarles quietos, están señalados como un recordatorio, por lo menos, una vez al año. Desde que eras niño o niña, cada uno lo percibimos de una manera. Me estoy refiriendo, como habrán podido apreciar, al uno de noviembre, Día de Todos los Santos, el cual, sin entrar en otras consideraciones por el motivo por el cual la Iglesia Católica viene a simbolizar este recuerdo permanente que, respecto a nuestros seres queridos, queremos expresar depositando unas flores como muestra de amor hacia los que ya no se encuentran físicamente con nosotros, pero que siempre lo estarán en el recuerdo. Para mí, como para parte de la humanidad, es un día difícil de digerir pues lo que hace es acentuar las emociones respecto de quienes se nos fueron pero que nunca dejarán de estar, en este caso conmigo, allá donde me encuentre por mucho que el tiempo lo intente borrar. Como en todas las cosas en la vida, hay espaldas para todo y se han aplicado en diversas situaciones, aquello de «la mancha de una mora con otra mora se quita» lo cual demuestra que aunque las moras se cultiven, tanto en los árboles como en los zarzales siempre habrá alguien que, aunque se pinche con las púas y no acuse el dolor, llevara la mancha hasta el fin de sus días. Cómo no acordarme cuando en familia, con mis tíos y primos, tomábamos el autobús de Fernández para ir a visitar y depositar unas sencillas flores sobre las tumbas de familiares y amigos que allí se encontraban. Nosotros, los niños, veíamos ese día como algo que nunca llegaría y que solo afectaría a los demás. Sin más era eso, y luego a esperar a tomar el autobús, en esos soportales de fuera de la entrada para guarecerse del frío y la lluvia, mientras los autobuses cargaban y descargaban, entonces pocos de nosotros teníamos coche. En cualquier caso siempre era un día gris, en parte por el tiempo que solía hacer y en otra parte por la tristeza que, aun sin sentir la pena de los mayores, te era transmitida. Con el tiempo llego la incineración, en contra de los criterios de la iglesia que sigue siendo partidaria de los enterramientos, es decir, el dejar los cuerpos inertes hechos cenizas como se venía haciendo en otras partes del mundo. También se empezó con la costumbre de, según había manifestado el finado en vida, esparcir la ceniza en un lugar determinado, costumbre que en la actualidad está prohibida hacerla en algunos lugares por razones de higiene y por sus consecuencias contra el medio ambiente. Solo nos queda pensar en que, ya que se fueron de nuestro lado por motivos no deseados, allí donde se encuentren descansen en paz percibiendo el cariño que continuamente les enviamos.
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