Así nace la idea de Garcés de colaborar con una ONG para así dar visibilidad a su trabajo gracias a esta sinergia entre deporte extremo y solidaridad. Y después de hablar con un amigo, coincidiendo además con la celebración del día de la prevención del suicidio, el 10 de septiembre, este joven leonés se decantó por el Teléfono de la Esperanza.
Se inicia por tanto una colaboración inaudita, en la que una asociación que promueve la ayuda a personas con dificultades vitales, en especial a las que han pensado o intentado el suicidio así como a sus familiares, aprovecha la trascendencia de un deportista para llegar a más gente y se conozca su trabajo. De hecho, este mes de enero la asociación ha iniciado una serie de talleres y cursos de promoción de la salud emocional en los que se intenta trabajar en aspectos como la visibilidad, la gestión del estrés y la ansiedad o la meditación, además de otros enfocados a personas que han querido suicidarse y también a los familiares y allegados.Pero más allá de la visibilidad y la «gran labor, muchas veces desconocida» que desarrolla el Teléfono de la Esperanza, tal y como apunta este atleta que aún reside en Luxemburgo pero que pronto volverá a León, hay también un componente económico. Porque tanto Garcés como la presidenta de la asociación, Mercedes Martínez, han iniciado una campaña para recaudar fondos que puedan trasladarse a la ONG. 
De esta forma, por medio de patrocinadores pero también de micromecenazgos (han habilitado una cuenta en la que poder ingresar todas las donaciones: ES96 2080 0060 0930 4002 9901), Garcés pretende recaudar lo máximo posible para que así pueda ayudar a la ONG, aunque también podría valer para sufragar parte del coste de la prueba, que solo la inscripción, ya costeada por el propio atleta, supone más de 3.000 euros, a lo que hay que añadir el material y los vuelos. En total podría ser más de 4.500 euros la participación en este maratón extremo. En cuanto a la preparación deportiva de esta prueba, Garcés, que ya ha participado en seis maratones hasta el momento, ha decidido volver a España y dejar su trabajo en Luxemburgo. Su idea es dedicar febrero y marzo exclusivamente al entrenamiento, comenzando con jornadas de 10 y 15 kilómetros diarios para incrementar paulatinamente hasta poder estar preparado para las jornadas de 80 kilómetros. Por eso se plantea trasladarse a Canarias para que el clima sea más parecido al de Marruecos, donde se esperan temperaturas superiores a los 35 grados mientras los participantes tienen que competir en esta «experiencia de vida», en la que este atleta quiere lograr también un «cambio mental» y, sobre todo, ayudar a difundir qué es el Teléfono de la Esperanza.