Imagen Juan María García Campal

¿Por qué no listas abiertas?

17/05/2023
 Actualizado a 17/05/2023
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Aquí está ya la campaña electoral propiamente dicha, la legalmente establecida para la elección de nuestros representantes y respectivos gobiernos en ayuntamientos y mayoría de comunidades autónomas.

Aquí seguimos los ciudadanos viendo y, lo que es peor, sintiendo y sufriendo cómo partidos y gran número de candidatos nos suponen cortos de entendederas y mermados en algunos de nuestros sentidos. Y escribo sentidos porque no me refiero al presuntamente común, sino a los que encarnan, nunca mejor dicho, nuestras capacidades para percibir estímulos –y desánimos añadiría yo– externos o internos mediante determinados órganos. Es decir, como que hasta ahora –pegados los carteles, entregados lo panfletos, bombardeados por megafonías y anuncios– antes no hubiéramos escuchado y visto desde incorrectas inflaciones de la autoestima hasta (¡oh sorpresa!) reaparecer torre de ausentes atalayas o despelotarse en plaza pública con grave riesgo para la libido de los videntes de tal ridículo. Y con mil ojos hemos de andar si estos intensos días queremos evitar experimentar su tacto –hay quien en campaña abraza todo lo que se menea, árboles y farolas incluidas–, su olor y hasta que nos hagan darle a la sin hueso aun sólo sea por contrariarles.

Y claro, al comprobar los candidatos que van en las listas presentadas por los partidos y aun cuando estos sean constitucionalmente expresión del pluralismo político y concurran a la formación y manifestación de la voluntad popular, siendo instrumento fundamental para la participación política, uno vuelve a preguntarse por qué en las elecciones municipales de cualquier municipio –ya no digamos en este Nueva York que es León– donde más o menos todos nos conocemos bien sea como amigos, bien como conocidos, saludados o diferenciados no se podría aplicar como se hace para la elección de los senadores el sistema de listas abiertas.

Este sistema permitiría ejercer la libertad de votar a personas del mismo o distintos partidos y facilitaría saber cuántos convecinos han votado a cada uno de los candidatos. Amén de que se podría votar por partido, también sería posible votar a quien, aun no compartiendo ideología, si fuera merecedor de toda nuestra confianza. ¿Por qué nuestro único poder democrático, el voto, ha de estar condicionado por la democracia orgánica de los partidos?

Aun todo, sea cual sea, de momento, el sistema de elección: ¡ciudadanos a las urnas! Se trata de nuestros pueblos y ciudades, la más cercana personificación del Estado.

Buena semana hagamos y tengamos, ¡salud!
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