31/01/2023
 Actualizado a 31/01/2023
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Tengo el privilegio, o la suerte, de tener amigos y conocidos de los que han vivido enseñando a los demás, sin que, en la mayoría de los casos, esa gran labor haya sido reconocida. Me alegro cuando me encuentro con Ramón o con Francisco (Paco), no digo los apellidos porque la humildad y la discreción, a pesar de tener en su espalda publicaciones de gran valor sobre la vida en esta tierra, forma parte de su manera de ser. El cambio de impresiones y las charlas que mantengo con ellos me impregnan de sabiduría de esa que se aprendió, generalmente, en las escuelas de sus pueblos cuando eran pequeños y que luego, con el esfuerzo familiar, pienso yo, siguieron la estela de lo que ellos, y su familia, vieron como referencia en los maestros como esas personas que teniendo unas retribuciones de las de entonces, no en vano corrió por entre la población aquel dicho que decía así: «pasas mas hambre que un maestro de escuela», pudieron llevar la enseñanza a los diferentes lugares, en este caso, de nuestra amplísima provincia, cuando todavía había bastante gente, sobre todo niños y niñas, que en muchos casos tenían que llevar unas brasas de casa en una lata para sentir algo de calor en aquellas gélidas clases. Es inevitable que en mi mente se alberguen situaciones que me ponen los pelos de punta pensando a donde hemos llegado a la hora de establecer las escalas de valores. Creo que, aunque lo he tocado en otras ocasiones, no me privo de volver a manifestar lo referido a las cantidades multimillonarias que algunos ganan en las distintas actividades de moda, generalmente de ocio o deportivas de élite, y que nada tengo que objetar al estar en esta sociedad de consumo y de libre mercado en la que, me imagino, a cada uno le pagarán de acuerdo con lo que cada hace ingresar a quien se lo paga. Repito, nada que objetar. Quieras o no, cada vez paso más de largo esos programas del corazón o del critiqueo que tanta audiencia acumulan, y me entero de lo que cada uno percibe, según lo que se dice, por cada intervención por poner de vuelta y media a presentes y ausentes delante de una audiencia ávida de emociones de manera gratuita porque al final, algunos personajes, son como de la familia, al encontrártelos todos los días frente a ti cuando enciendes el televisor. Como oí decir a un señor, con mucha cultura entonces, sobre su definición del trabajo: «el trabajo envilece, embrutece y no enriquece» y pienso yo, con esas premisas, qué joven de ahora, a la vista de cómo están el empleo y los sueldos, no sueña con ser tertuliano/a, modelo, deportista de élite, o eso tan de moda, que se ha introducido en parte de la sociedad española denominado ‘Influencer’ (persona que a través de las redes con un alto nivel de credibilidad está considerada y capacitada para dar opiniones(¿?) sobre determinados productos y servicios) lo cual, dicho en inglés parece que tiene más categoría (con el idioma tan rico que en España tenemos), y que le den por ese sitio al esfuerzo y al conocimiento. Qué pensarán los nuevos aspirantes a ser sanitarios (por ejemplo), cuyo destino es salvar vidas, por unas retribuciones que algunos de los citados ganan en un día. Yo, como muchos de los que nos leen, puedo hablar con conocimiento de causa al haber pasado por unas manos, anónimas (en aquellos momentos ahora no, ¿verdad Carbonell?), preparadas para salvar vidas, sin ganar esas barbaridades de dinero que los antes referidos cobran sin tener, en muchos casos, unos conocimientos resultantes de muchos años de estudios y esfuerzo. Sin despreciar a otras carreras, profesiones u oficios, quiero terminar con algo con lo que comencé y que, en formato de correo electrónico llegó a mis manos (ahora, por desgracia poco llega del otro), recordándome aquel que lleno de incógnitas sobre el papel por saber su mensaje, para que luego lo leyeras dándole vueltas a su contenido , esperando si comenzaba con un: «querido» Juan (por ejemplo), «amigo» o «estimado», lo cual era clave para ver el grado de afecto, cariño o compromiso, que quien firmaba la carta, sentía hacia el destinatario. De todo lo que he relatado me guardo algo, a mi juicio irrebatible, y que, dedicado a los seguidores de los mencionados personajes buscadores del dinero fácil, es el origen de lo que luego cada uno fue, merced a los conocimientos adquiridos en los inicios de la vida y que resumido, dice así: «NO OLVIDES NUNCA QUE SABES LEER Y ESCRIBIR GRACIAS A UN MAESTRO, NO A UN FUTBOLISTA». ¡SIN COMENTARIOS!
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