01/10/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Ha sido una semana intensa, con noticias insólitas casi cada día y que han provocado que radios y televisiones, modifiquen sobre la marcha sus parrillas, preparando especiales a una velocidad de vértigo. Dentro del PSOE se está librando la guerra más importante de los últimos años. No voy a entrar ahora en si Pedro Sánchez eligió bien manteniéndose firme en la postura de «el no es no», si lo mas conveniente hubiera sido presentar la dimisión o si Susana Díaz es la mejor posicionada para salvar un partido que tiene serios problemas internos y que ha perdido el rumbo.

En un país en el que nadie dimite, dejar un puesto bien pagado se presenta como una misión casi imposible. Y fundamentalmente en este caso, Pedro se agarra al puesto porque delante tiene un futuro incierto, donde lo más probable es que sea personaje irrelevante para los nuevos directores de orquesta.

Nuestros partidos están llenos de politólogos que no tienen un plan b, porque consideran que lo difícil es meter la cabeza pero que una vez dentro, nadie les puede arrebatar el escaño. Políticos viciados, convencidos de que el haber pasado por una institución les da una profesión con ciertos derechos para perpetuarse hasta la jubilación.

En la escuela taurina de Madrid reza aquello de «ser torero es casi imposible y ser figura, un milagro» y que todos los alumnos asumen sin dudarlo. Algo parecido habría que poner delante de todas las sedes, da igual el partido, para que entendiesen de una vez por todas que la política no es un medio de vida y ni una profesión. Sin duda algo complicado de conseguir porque la nómina cae siempre sin retraso, te saludan amablemente los ordenanzas, tienes el chófer a disposición… pero lo mejor de todo es que puedes pedir y reivindicar lo que quieras, desde piscinas fluviales en la Candamia hasta el nombre de tu reino para una fragata.

Joselito ‘el Gallo’ formó junto a Juan Belmonte una de las mejores parejas de la historia del toreo. Después de reventar plazas y ponerlas boca abajo como decían las crónicas, volvieron una tarde a Madrid con muy poca fortuna, y el público, el mismo que les había endiosado, se cebó con ellos, especialmente con José, que se llevó la mayor parte de los pitos y abucheos. El torero muy afectado por aquella tarde le anunció a Belmonte la decisión de apartarse de los ruedos por un tiempo. Falleció al día siguiente en la plaza de Talavera de la Reina.

‘El Gallo’ se quería ir porque tenía la vida arreglada, porque Juan le empezaba a ganar la batalla y sobretodo, porque tenía vergüenza torera. Bendita vergüenza torera.
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