No sé con qué parte de esta semana se quedarán los historiadores. Igual la semana simplemente no ha pasado, ni a la Historia en general ni a la de cada uno de nosotros en particular. Sigo viendo cada vez más cercano mi viejo sueño de titular un día en portada: «Hoy en León no ha pasado nada». Los brindis navideños se diluyen en la memoria con los de otros años, otras Navidades en las que los trenes ya llegaban a León cargados de leoneses emigrados con tapers vacíos y preguntándose qué es el éxito. Menos mal que El Corte Inglés lo tiene todo apuntado, así que acabarán escribiendo desde allí la Historia.
Las noticias más relevantes de la semana habrán sido, si uno las valora únicamente por la cantidad de visitas, que una venada se ha convertido en otra vecina más de las calles de La Vecilla y que en el barrio de San Mamés un venado le puso una pistola en la cabeza a otro, lo grabó en vídeo y lo compartió en las temibles redes sociales. Podría parecer que se trataba de una recreación hecha con Inteligencia Artificial, pero se despejan todas las dudas al saber que se trataba de una broma y la pistola era de juguete, porque queda claro que inteligencia, ni artificial ni natural, no había por ninguna de las partes.
Como siempre, las mejores noticias, las más positivas, pasaron demasiado inavertidas: en Omaña, una de las comarcas más envejecidas y despobladas de Europa, ha abierto una guardería. Puntazo para la alcaldesa socialista y punto para la Junta, ante el silencio del resto de nuestra clase política que, en cambio, desató toda su maquinaria ante el caso de la disputada alcaldía de San Esteban de Nogales, un pueblo que podría haber inspirado al mismísimo Miguel Delibes, a la vista de la cantidad de notas de prensa al respecto. Con tanto interés por un pueblo del que, por otra parte, llevan demasiado tiempo sin preocuparse ninguno, llegué a pensar que se trataba de un punto estratégico para contener la furia de Putin. La Unión del Pueblo Leonés había sido la fuerza más votada en las últimas elecciones pero no ha conseguido el bastón de mando hasta ahora, puesto que PP y PSOE pactaron en su día para repartirse el poder y apartar a los leonesistas, a los que ahora ha apoyado una concejala popular que ya ha sido expedientada por su partido.
El súbito interés por la margen derecha del río Eria, sólo superado en cuanto a número de notas de prensa emitidas por el reparto de puestos en las listas electorales y demás comunicados onanistas, evidencia que, sin haberse detenido nunca en los últimos tiempos, se ha declarado el inicio de las jornadas de exaltación del postureo, edición especial por las elecciones autonómicas que se celebrarán en marzo. Cuan curioso resulta que PP y PSOE se lamenten del fracaso de su pinza en la hermosa localidad de SanEsteban de Nogales la misma semana en que el candidato socialista, Carlos Martínez, que cada vez se parece un poco más a los rivales de Antonio Barrul, le ofrece al todopoderoso Mañueco un «pacto de caballeros», que le ronca..., «para que gobierne la lista más votada». Se le puede llamar pinza o cordón sanitario a la extrema derecha, pero todos saben que tiene más trampas que el propio presupuesto de la Junta de Castilla y León, que ya es decir, así que no saldrá, como no saldrá el pacto de todas las izquierdas que, en cambio, ya se fragua en Aragón por el mismo motivo.
Donde se celebran hoy elecciones es en Extremadura, tierra que tiene bastante más en común con León que Zamora y Salamanca, porque del viejo Reino no quedan más que cuadros y libros cubiertos de polvo y, en cambio, el pimentón y la trashumancia siguen uniendo pueblos con más honestidad que todos los pomposos hermanamientos. Como nosotros, los extremeños tienen superpoblación de jubilados y funcionarios, como nosotros ven desfilar a sus jóvenes talentos («tierra de conquistadores, no nos queda más cojones, si no puedes irte lejos te quedarás sin pellejo», cantaba Extremoduro antes de almibararse), como nosotros tienen pantanos hasta en el píloro, pues no en vano presumen de ser la comunidad autónoma española con más kilómetros de costa: 1.500, aunque sean de agua dulce. Allí también se presenta un candidato socialista que no puede despertar menos entusiasmo, porque el candidato, en realidad, es Pedro Sánchez, que vuelve a jugar la baza de entregar las comunidades a descerebrados de los que luego se nos vende como el salvador. No se descarta que en la próxima campaña aparezca con capa de superhéroe. Allí también el PP adelanta las elecciones para librarse de Vox y tiene pinta de acabar aún más plegado a los patriotas de pulserita y estafa a Hacienda. Allí también se hacen la misma pregunta cuando escuchan al presidente decir que habrá un bono de 60 euros para el transporte público de todo el país: ¿Qué transporte, Pedro? ¿Qué fue de tu famoso Plan Oeste, José Luis?
Entre la sierra de Gata y Babia, con la plata antes y las merinas después, ha ido y venido históricamente nuestra tradición, dejando por las cañadas reales semillas de cultura (decir cultura leonesa sería apropiación indebida) de las que unen sin alardes ni referéndums, con caldereta de cordero y frite, que eso sí que hace reino. Pero si hay algo que nos une a los leoneses y a los extremeños, además de ser sus mejores clientes de pimentón de la Vera, es lo que esta misma semana decía en El País el historiador pacense José María Lama: «Vivimos entre el desprecio ajeno y el victimismo propio». Lo decía por Extremadura, pero si lo dijera por León sólo se podría añadir «Amén». Más que la Unión del Pueblo Leonés, cuando lleguen las generales se debería presentar la Unión del Pueblo del Oeste, que debe de ser algo así como una arruga en la piel de toro, porque nunca se nos ve y parece que aquí nunca pasa nada, aunque abran guarderías, lleguen trenes llenos de tapers vacíos y suela haber concursantes leoneses en todas las ediciones de ‘Venadas, venados y viceversa’. Siempre lo dijo Lolo.