Maximino Cañón 2

El valor de los recuerdos

15/08/2023
 Actualizado a 15/08/2023
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Cuando llegan estas fechas y el calor aprieta es normal hacer escapadas a los pueblos, sobre todo a los de alta montaña, y de los que uno desciende, buscando ese fresco , en este caso generado por el cierzo , para que nos aliviara de las altas temperaturas que soportamos en las ciudades. 

A pesar de que poco a poco se empieza a instalar aparatos de aire condicionado, si, pero no es lo mismo. Esto, como las breves conversaciones de ascensor, se repite cada año. Junto con el mencionado fresco aparecen cobrando un especial protagonismo los recuerdos de cuando uno era más joven que ahora, y que, por distintos motivos, te pasabas la temporada veraniega gozando de ese fresco natural que, acompañado de un agua cristalina y fría, sentías por todo el cuerpo al zambullirte en ella. El paso del tiempo tiene otras consecuencias cuales son el reencuentro con los recuerdos que uno lleva siempre en la espalda como si de la mochila de la vida se tratara. Una vez en el pueblo, sobre todo a la salida de la misa, se producen esos reencuentros, por cierto que hasta eso, siguiendo los designios del tiempo ha cambiado y hoy el cura ya no es D. Severino (nombre ficticio) asentado en la misma o cercana localidad, sino que ahora, con la ausencia de vocaciones, junto con la casi despoblación, tienen que venir de otras localidades y de otros países para dar servicios religiosos en las fechas y lugares donde todavía se mantienen unos pocos vecinos, normalmente de mucha edad. 

En esos momentos identificas a esos conocidos y amigos con los que, en tiempos pretéritos, compartiste veladas inolvidables pero que, con el transcurrir de la vida, tuvieron que ir a buscarla fuera debido a que el terruño no daba para mantener a todos los hermanos que, en aquellos tiempos, solían ser muchos. En el breve abrazo del reencuentro se materializan los recuerdos que, como si de una película de larga duración se tratara, y que hoy, ya casi todos con una descendencia ajena a esos tiempos vividos por nosotros, nos conformamos con vernos cada año, aunque con el peso de los ausentes y que nunca volverán a pisar las tierras que les vieron nacer. Todo esto, no por repetitivo, deja de tener actualidad sino que, con el transcurso de los años, lo vemos y sentimos como algo presente en nuestras vidas y memorias, sintiéndolo como algo imposible de olvidar. A riesgo de repetirme no puedo olvidar lo que una vez escuché hace bastantes años en una emisora de radio a un filoso, diciendo los siguiente: «recordar es vivir dos veces», totalmente de acuerdo. A disfrutar, aunque sea con la ventana abierta al dormir que, para pasar frío, tiempo tendremos.

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