¿Ese? ¿Pero cómo van a haber elegido a ese? ¡Pero si lo conozco de toda la vida, desde que era un mocoso!». La frase se repite en las cuatro esquinas de esta provincia cada vez que se conoce la noticia del ascenso de algún leonés. No entiende de género, de condición, de sector, ni de clase social, ni tampoco cambia según la comarca en la que se aplique. El ascenso, por su parte, no tiene por qué ser a la mismísima Luna, aunque en ese caso pasa exactamente lo mismo, sino que sirve para cualquier otro ámbito, de la música al deporte pasando por la política o la cultura, y sirve para dar respuesta cazurra a los triunfos individuales de los leoneses, que son los únicos que por aquí se estilan ya que los colectivos se nos siguen escapando, en parte porque nos los han ido negando históricamente y en parte porque no hemos sabido ganárnoslos.
¿Pero cómo va a ser ese astronauta si es de Omaña, si es amigo de un primo mío? Hay un punto de provincianismo rancio en la reacción, mitad paletismo mitad patetismo, como si los leoneses dieran por supuesto que su desgracia fuera extensible a todo lo que ven o tocan, que su sola presencia anula por completo la posibilidad del éxito, la fama o el reconocimiento más allá de Izagre. ¿Pero cómo va a triunfar ese si le conozco yo? Sobran tantos ejemplos... ¿Pero cómo va a ser Juanín el mejor jugador del mundo de balonmano si estudió en La Granja? ¿Pero cómo van a ganar un Grammy los Quijano si se criaron en La Venatoria? El más evidente caso es el de José Luis Rodríguez Zapatero que, justo en el momento en que llegó a ser presidente del Gobierno, empezó a ser desacreditado por sus propios paisanos, pioneros en las críticas a su gestión pese a que la inversión que recibiría esta provincia terminaría demostrando más bien lo contrario y pese a que no precisamente los leoneses sino el paso del tiempo le ha puesto en su lugar: ninguno antes ni después consiguió los avances políticos y sociales que hoy siguen siendo referentes incluso para sus adversarios. ¿Pero cómo va a ser ese presidente del Gobierno si jugaba al mus en un bar del Espolón? ¡Si le dio clase de Derecho a mi hermano! Cuando las merecidas críticas por su gestión de la crisis económica se extendieron a todos los rincones de España, los leoneses se apresuraban en recordar a todo el mundo que ellos ya habían anticipado que el presidente era poco menos que tonto, aunque al ver que él llegó a La Moncloa y ellos seguían instalados en el mismo discurso, gobernados desde Valladolid por los mismos de siempre, la verdad es que más bien parecía viceversa.
A ese descrédito de los que destacan a nuestro lado se enfrenta ahora mismo la Unión del Pueblo Leonés. El pasado 28 de mayo lograron un resultado que ellos mismos califican de histórico y cuya inercia quieren mantener hasta las generales. El problema es que, por un lado, lo quieren hacer sin retratarse demasiado, diciendo a veces lo contrario de lo que piensan, lanzando órdagos que no se creen ni ellos mismos, pidiendo, por ejemplo, la Alcaldía del Ayuntamiento de León pero con la boca pequeña, no sea que se la vayan a dar. Es sencillamente imposible pretender ganar al PP gallegueando, por motivos obvios, tan difícil como superar al PSOE en soberbia y mentiras, por motivos también obvios, sobre todo para los leonesistas en Diputación: si te engañan una vez la culpa puede ser del otro, pero si te engañan dos veces la culpa es única y exclusivamente tuya.
El otro gran problema que afronta ahora UPL es su falta de cantera cuando le ha llegado la hora de la verdad, que es indudablemente ésta, señalada como su inevitable punto de inflexión. En las próximas semanas se les va a repetir mucho lo de «¿Ese? ¿Cómo va a ser ese si fuimos juntos al colegio, si una vez le perdió un juicio a mi primo?». De momento, estudiaran donde estudiaran y sean primos de quien sean primos, la elección de tres maromos como diputados provinciales no sirve para olvidar la casposidad que durante décadas ha caracterizado a este partido (¿acaso no hay mujeres leonesistas?). Deben medir el riesgo de seguir en la comodidad de, por un lado, decidir quién manda y, por otro, instalarse cómodamente en los sillones de la oposición... no sea que sus votantes se empiecen a preguntar de qué sirve apostar por UPL si, cuando tiene la oportunidad de gobernar, deja a paso a los dos grandes partidos, en los que la maquinaria sí funciona a la perfección: los que son dóciles y les mantienen a raya al personal son propulsados a Madrid en agradecimiento, ahí están los casos de Ester Muñoz y Javier Alfonso Cendón, mientras se intenta dilapidar desde los respectivos aparatos a quienes, como única ambición política, tienen la de mirar más por sus paisanos que por sus partidos: ahí están los casos de José Antonio Diez y Javier Santiago Vélez. Quizá dejando pasar los trenes UPL se sienta dentro de su propio videoclip, autocompadeciéndose aunque sea con motivos, dándose un poco más la razón, pero a base de tanto ceder el paso da la sensación de que, en el remoto caso de que un día se consiga la autonomía leonesa, también van a preferir quedarse en la oposición y dejar que la gobiernen el PP o el PSOE, no sea que ellos se desgasten.
No lo tienen fácil y la verdad es que no quisiera yo estar en el pellejo de los dirigentes leonesistas, porque la situación en este momento es más grave de lo que parece y ya no cuela lo de aquí no pasa nada, es todo muy normal o ya ha pasado antes más veces: el otro día, en la plaza de San Marcelo, en una esquina vitoreaban a Santiago Abascal y en la otra cantaba Papá Quijano. Y nadie dijo ni «¿ese?» ni «¿eso?».

Un cualquiera
02/07/2023
Actualizado a
03/07/2023
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