Ayer fue la memoria litúrgica de Santo Tomás de Aquino en la Iglesia universal y mañana se celebrará su fiesta en el Seminario Mayor de León, a cuyo Centro Superior de Estudios Teológicos acuden una veintena de seminaristas para convivir, rezar y estudiar juntos humanidades, filosofía y teología. Allí cada día lectivo llegan los candidatos al sacerdocio de los Seminarios diocesano de Astorga,Redemptoris Mater ‘Virgen del Camino’ (con sede en el antiguo Seminario Menor de León, en la Carretera de Asturias, inspirado por el Camino Neocatecumenal, en el que tiene papel fundante y determinante la figura del leonés de nacimiento Kiko Argüello) y diocesano de San Froilán, hijo directo del concilio de Trento. Mañana celebrarán la Misa en la capilla de la Virgen del Camino de la Catedral, a las 11 de la mañana, y en el Salón de Actos del Seminario Mayor, a las 12, escucharán una conferencia que pronunciará el agustino leonés Isaac González Marcos, subdirector del Centro Teológico San Agustín, de Los Negrales (Madrid). Sus palabras estarán dedicadas a rastrear el mundo y la obra de otro agustino, Martín Lutero, a los 500 años de su intento de Reforma de la Iglesia. Es un tema obligado por la efeméride, que ha sido decisiva para la historia no sólo del cristianismo, sino también del mismo mundo.
Bien merece estas solemnidades Tomás de Aquino, aquel ‘buey mudo siciliano’ (su obesidad taciturna y su nascencia –aproximada– motivaron el apodo), nacido en el sur de Italia en 1225, implicado en la purificación de la Iglesia por los caminos y las prioridades de nuestro Santo Domingo de Guzmán, traductor a la fe cristiana de la filosofía aristotélica, la figura más señera de la Escolástica como forma de filosofar (y de ‘teologizar’) que llega a nuestros días vivita y coleando. Fiel a los principios dominicanos, se comprometió en «hablar de Dios... y hablar con Dios». Fue consumiéndose en entregar a los demás lo que iba descubriendo en su contemplación de los misterios de la existencia. Hasta un momento, del que tenemos datos exactos (fue un 6 de diciembre de 1273, poco más de un año antes de su muerte), en que, arrebatado por el encuentro místico con el Maestro, se negó a seguir dictando nada (tenía 4 o 5 secretarios a su servicio). Y cuidado que había escrito; una fecundidad increíble para inclusive nuestros días. La razón de su retirada la dio él mismo: «No puedo seguir. Ante lo que he visto, lo escrito me parece paja». ¡Qué tío! De cuerpo entero. Y no era precisamente un ‘tirillas’.

Un buey mudo siciliano
29/01/2017
Actualizado a
19/09/2019
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