La mofa de Sánchez

01/05/2024
 Actualizado a 01/05/2024

Si no fuera a tener unas consecuencias tan dramáticas la alocución de Sánchez, tendría hasta cierta gracia y podrían dar lugar a un culebrón venezolano. Con el asesoramiento de Zapatero y Delcy, que conocen bien los entramados del país caribeño. Sus televisiones se lo rifarían y el éxito estaría garantizado. Ya lo dijo una popular presentadora de Antena tres: «Nosotros tenemos que informar de lo que nos diga el gobierno». Por la boca muere el pez y, este busto parlante, no por casualidad, ganó un destacado premio a su labor. ¿Periodística, tendenciosa, agradadora? –me pregunto–. Una manipulación de los medios a su servicio donde Sánchez insinuó lo que nos prepara.

Siguiendo con lealtades, la manifestación en su apoyo estaba tan orquestada como los movimientos de apoyo a Franco. No faltaban los bocadillos, unas cuantas pesetas y un viaje a Madrid gratis, en un tiempo donde la mayoría de los españoles no había salido ni del pueblo. Era su única oportunidad para conocer la Capital.

El Dictador llenaba la Plaza de Oriente, el dictadorzuelo la Calle de Ferraz. En aquellos plebiscitos de la Dictadura la gente votaba, aunque estuvieran ganados de antemano, sin la intervención de Indra. Ni necesidad de terroristas, separatistas, defraudadores y prófugos. Uno nos metió en vereda y el otro nos quiere meter.

Lo absurdo es que el motivo destacado en este autogolpe sean las cosas del amor y de un celular que nos costó el Sahara, la total sumisión y las afrentas del reino de Marruecos. Ha sido una torpeza sublime su pronunciación antisemita, teniendo en cuenta que sus secretos están en manos israelíes y cualquier día aflorarán.

En sus alucinaciones, los sanchistas hablan del prestigio del amado líder en el ámbito internacional y europeo (recordemos el paseíllo de Antonio con Biden). Pero no hay tal y ya está, su ‘amigo’ Macrón (el que siempre le da la espalda) indaga el puto teléfono que condiciona la política española y por tanto, europea.

Todo ha sido un paripé vergonzante, montado por un presidente que recurre a su mujer como pretexto de los pucheritos, cuando se trataba de un tema político, económico y judicial. Los trapos sucios se lavan en casa, no en las televisiones adictas.

Ya veremos lo que nos espera, pero como bien dice el pueblo: «Para este viaje no se necesitaban alforjas».

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