16/07/2023
 Actualizado a 16/07/2023
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Tan nítidos se ven los pinos, sus caminos de arena y piñas, la playa infinita y desierta, que ya había empezado a calcular si podría cruzar a nado hasta Doñana. Está ahí. A nada. A tiro de piedra. «Sujétame la manzanilla», ya estaba a punto de decir por hacerme el graciozo. Antes de que pudiera venirme arriba y apostar o venirme abajo y buscar excusas, pasó un carguero rumbo al puerto de Sevilla y me hizo replantearme todos los volúmenes. En Sanlúcar de Barrameda las distancias siempre han sido muy relativas.

A mi lado una señora con un peinado muy similar a los de todas las señoras que la rodean, flequillos retando a la gravedad como voladizos de un forjado y tupés demodé en colores que no aparecen en el arco iris, dice que la está persiguiendo un mosquito. Pese a que el pínfano sólo la incordia a ella, ella consigue incordiarnos a todos los demás. Y, claro, saca el tema:

- Esto es que va a venir de vacaciones el Pedro Sánchez a Doñana. Serán las últimas, digo yo. Cada vez que viene fumigan el parque entero para que no le molesten los mosquitos al señorito, y los pobres tienen que cruzan el río, así que aquí nos pasamos una semana como en la selva.
Coro de asentimiento al que alguna, directamente, se suma espantando mosquitos imaginarios.
- Vaya manera de sacarnos la sangre.
Coro de risas.
- A ver si el Fejóo va de vacaciones a Galicia, que con esa cara de sieso le gustará más el fresquito.
Coro de más risas.

Había escuchado culpar a un presidente del Gobierno básicamente de todo, para empezar de las tragedias personales de cada votante, claro, y para continuar de un abanico infinito que va desde los errores más básicos a las maldades más atroces, pero nunca imaginé que, en su crueldad, pudiera enviar mosquitos al personal para sacarles la sangre. ¿Qué se puede razonar con alguien que lo cree así y que, además, tiene un coro que le da la razón?

Después del cara a cara televisivo del lunes, después del debate de segundones del jueves, la pregunta en todas las tertulias ha sido si sería necesario comprar en directo lo que iban afirmando los candidatos para saber si, como todo hace indicar, mienten con total descaro. «Cambian de opinión», en el idioma de Pedro Sánchez . Contrastar se ha vuelto sinónimo de desmentir. Pero, en realidad, ¿para qué? ¿De qué nos sirve, a estas alturas, la verdad? Si es la primera víctima de una guerra, aquí llevamos en guerra desde mucho antes de que empezara la campaña sin habernos enterado.

El voto del próximo domingo será el más emocional de las últimas elecciones. El resultado se antoja preocupante porque parece que hemos puesto más interés en la inteligencia artificial que en la emocional, pese a que realmente no controlemos ninguna de las dos. La mayoría votará con la resignación habitual, ya convertida en rutina de tanto como nos hacen ir a las urnas últimamente, unos votarán con miedo y otros con euforia (lo que explica el miedo de los primeros), algunos con la nariz tapada (puede que vuelvan las mascarillas a los colegios electorales pese a que haya pasado la pandemia) y los más, ahora que quedan tan lejos los tiempos de la ilusión, votarán en contra de alguien. ¿A quién le importa la verdad en un mitin?

En Sanlúcar de Barrameda, por ejemplo, ganó las municipales el PP, así como en todos los ayuntamientos del entorno de Parque Nacional de Doñana e, incluso, por primera vez en la historia, en la Diputación de Huelva, todo ello a pesar de que la Unión Europea ha sancionado a la Junta de Andalucía por haber aprobado leyes que, por resumir, dan prioridad a regar las fresas frente a la biodiversidad de los mosquitos que ahora incordian a estas señoras. Así que... como para llevarles la contraria. Creen lo que quieren creer y escuchan lo que quieren escuchar. De hecho, tienen tantas ganas de ver a algún famoso que me han preguntado si soy el de ‘Gladiator’ y, más que decepcionadas, me han mirado desconfiadas tras contestarles que «desgraciadamente, no», como si las estuviera mintiendo. Por incordiar un poco yo también, les digo que si les vienen los mosquitos es por la huella de carbono que ha tenido que dejar la descomunal cantidad de laca utilizada para estructurar esos peinados.

En León también nos gusta ver a famosos, pero lo tenemos más complicado que en Sanlúcar, donde parece que unos días se celebra El Rocío y otros la feria de abril, una especie de parque temático de Carlos Herrera. En León unos días hace la romería el PSOE y otros días organiza la feria el PP, completando la mejor campaña posible para la Unión del Pueblo Leonés sin la necesidad de tener que marcarse un solo baile. Casi se echan de menos aquellas promesas de los mítines, porque al menos eran más grandilocuentes que las de sus emisarios en esta provincia, a los que resulta imposible creer aún por mucho que uno se quiera dejar engañar. No le importa a nadie demasiado. El desprecio llega al punto de que esta semana vino Feijóo... pero solo a dormir. No dijo nada de la situación del PP leonés pese a que, si sucediera en cualquier otra provincia, saldría en los telediarios. Se hubiera tenido que poner especialmente gallego para reconocer que la postura de su partido es muy clara: «Como defendemos el medio rural, preferimos perder la Diputación a que la presida un jovencito dispuesto a partirse la cara con quien sea por defender los pueblos». Así que seguimos viéndolas venir, más bien viéndolas pasar, porque de las elecciones aquí no llegan ni los mosquitos. Diputadillos y diputadillas, todo lo más.
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