La tergiversación de la historia con fines políticos, que tocábamos la semana pasada al hablar de la llamada memoria histórica, no es un fenómeno exclusivamente actual. España la ha sufrido, por ejemplo, en relación con la conquista de América, que como siempre recuerda el escritor y periodista Luis Antequera, «permitió a los indígenas americanos el tránsito del Neolítico al Renacimiento en apenas dos generaciones».
Tales adulteraciones casi nunca consiguen engañar a la propia Historia, esa sobre la que trabajan los verdaderos investigadores y que se contiene en los libros, pero sí logran considerables éxitos en el imaginario colectivo.
La Inquisición Española, por ejemplo, se nos ha presentado como el paradigma del sadismo fanático. La realidad es que ejecutó a un total de 1.500 personas en un periodo de tres largos siglos de existencia, siendo como era un tribunal cuya jurisdicción –la más extensa de la historia– incluía España, Italia, el norte de África, toda Sudamérica y parte de América del Norte y de Asia.
Por su parte, la Revolución Francesa sigue disfrutando de buena prensa, a pesar de contar con 20.000 asesinados sumariamente en apenas tres años y sin salir del país vecino. De ellos, sólo el 8,5% pertenecía a la nobleza.
Los causantes de estas leyendas negras y blanqueamientos imposibles no necesitaron redes sociales, ni las necesitan ahora, les basta con evitar -y no es precisamente difícil- que la gente se acerque a los libros. Si quiere escapar a esta tendencia y conocer desde una proximidad privilegiada la realidad sobre los últimos años del franquismo y los primeros de la transición, tiene ahora una magnífica ocasión gracias al último de los publicados por nuestro paisano Fernando Suárez, «Testigo presencial», que se presenta como una «mezcla de autobiografía, memorias, relato histórico y ensayo político», escrita por quien además de haber ocupado la Vicepresidencia del último Gobierno de Franco y de haber sido destacado impulsor de la Ley para la Reforma Política que trajo la democracia, sigue siendo una de las mentes más brillantes de la política contemporánea.