27/07/2023
 Actualizado a 27/07/2023
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Escribo este artículo la noche del día de Santiago Apóstol, patrón de España, el del caballo blanco. Resulta que ha sido fiesta en Galicia, por supuesto, y en las comunidades de Navarra, el País Vasco y en Castilla y León. Además, tuvieron fiesta local Santander y Gerona y, por supuesto, Vegas del Condado. Un amigo me afirmó que aquí, en esta comunidad antinatural en la que vivimos, ha sido fiesta para celebrar el Santo del líder de uno de los dos partidos que nos mal gobiernan. Seguramente sea así, porque después del batacazo que se llevó el gicho, (maleante, bandido, mala persona, según el diccionario), alguna alegría tenía que tener...

El asunto es que hoy se acaban las fiestas de Vegas y no hemos cantado el ‘pobre de mi’, aunque nos quedamos con ganas. El pueblo, estos días, ha estado de bote en bote, lleno de gente que, como en una romería, se acerca al gachi desde Madrid, Barcelona, Bilbao o Valladolid, porque sus raíces están aquí, su manera de ser se formó jugando a fútbol en la plaza o luchando en plan juerga en el ‘charco’. Todos somos como somos porque nacemos en un lugar único, maravilloso e irrepetible; no encontrás otro igual aunque recorras el mundo. Hasta tal punto es cierto que los que aterrizan en el pueblo por trabajo o casamiento, inmediatamente adquieren las costumbres y los usos, siendo más de Vegas que los que nacimos aquí. Creo que algo parecido sucede con los que se marcharon a Cataluña o al País Vasco y que son más nacionalistas que los que tienen ocho apellidos vascos o catalanes. Por poner un ejemplo de manual, el camarero que contrató Míriam hace poco menos de un año y que sólo pasa ocho o diez horas aquí, no se distingue de uno con pedigrí: el fenómeno adquirió la sorna y la mala hostia propia de los de Vegas ‘escapao’, en un tiempo récord y por eso mismo es tan querido, aunque el café que hace deje mucho que desear...

Da gusto ver el pueblo hasta los topes de gente; de alguna manera hace más soportable el eterno invierno, cuando los días son más cortos que un polvo en los asientos de atrás de un coche, cuando los fantasmas se adueñan de las calles dormidas en la niebla, cuando asomar el hocico en la puerta de casa es un acto de fe y de esperanza: de fe porque se te puede congelar; y de esperanza, porque cuando atisbas una sombra por la calle y se te acerca te apresuras a echar una parrafada, aunque, en el fondo, no os tengáis nada que decir: tal es la soledad que se soporta en la España vacía y que es imposible de soportar; y lo hacemos porque hemos recargado las pilas en Villasfrías y en Santiago.

Hablando un poco de temas más generales, sería bueno que os acercaseis a ver la película sobre Oppenheimer, aunque la haya dirigido un pesado sobrevalorado. Cuenta la historia del director del Proyecto Manhattan, del cual nació la primera bomba atómica, la que se arrojó el 8 de agosto de 1945 sobre Japón y que nos hizo entrar en la era del miedo de cabeza. Después de ver sus efectos, Oppenheimer luchó con todas sus fuerzas para enmendar el error y lo único que consiguió fue verse estigmatizado con el peor calificativo que le pueden colgar a un americano: comunista. Y no era comunista, ni mucho menos: era un ser extremadamente inteligente que se dio cuenta de que el mundo había dejado para siempre de ser un lugar seguro. Con la que está cayendo en en centro de Europa, el famoso reloj del fin del mundo creo que está más cerca que nunca del punto fatídico de las doce de la noche, ese punto de no retorno en lo que único que podemos hacer es rezar al Dios que más nos disguste. Los americanos y sus aliados de la Otan parece que están dispuestos a forzar al máximo a su enemigo y no parece que tengan dudas en utilizar su monstruoso arsenal para borrar de la faz de la tierra a Rusia. Lo malo del asunto es que lo rusos también disponen de un montón de armas atómicas y que, llegado el caso, utilizarían. Después de ese momento, nos daremos cuenta de la razón que tenía Einstein cuando afirmaba que en la cuarta guerra mundial se lucharía con piedras y bastones... Y la gente común y corriente, tú y yo, sin movernos, sin protestar ante tal deriva, diciendo a todo amén, como si fuésemos marionetas o tontos del culo, que no sé qué será peor... En Alemania ya está comenzando a manifestarse la gente, protestando. Por supuesto, en los medios apesebrados no se menciona tal noticia ni ninguna otra que rompa el cerco informativo al que estamos sometidos. Está pasando lo mismo que ocurría cuando la pandemia, en la que sólo cabía la verdad oficial; lo demás, cualquier otra opinión, era silenciada. Somo ovejas o retrasados al callar. No somos libres, ni que se os pase por la cabeza lo contrario. Y todo el espectro político, ese que acabáis de votar, está de acuerdo en trabajar para que sigamos así. A ver si, por una vez, el pueblo es capaz de espantar la caraja y de luchar, de la manera que sea, para que el sentidiño entre en la puta cabeza de los que nos mandan. Sé que pido peras al olmo, pero..., por si acaso, ahí queda.
Salud y anarquía.

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