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Sánchez. El personaje

05/11/2025
 Actualizado a 05/11/2025
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La comparecencia de Sánchez en el Senado ha dado mucho que hablar. Por parte de la prensa y la gente que lo siguió porque, en cuanto a protagonista, sólo habló, sonrió con jactancia y no dijo ni mu.

El diálogo fue un sin sentido, tan absurdo o más, como el popular dicho: –¿De dónde vienes? –Manzanas traigo. –¿A cómo? –Coloradas. Y dicen los medios afines que se les escapó «vivo» de la encuesta, cuando en realidad se mostró tan vivo como pudiera ser un autómata. Como el Papamoscas de la catedral de Burgos.

Quizá los senadores no fueron demasiado inquisitivos en las preguntas pero, de cualquier modo el presi lo llevaba preparado por alguno de sus múltiples asesores. Pudiera ser la misma persona que plagió su tesis doctoral o que hizo catedrática a su mujer. La que no fue con toda seguridad es Yolanda Díaz, que sabe hablar, pero no decir.

Llevó una carpeta de impresos que barajaba con soltura y saliera la carta que saliera, la jugaba. Como un comodín, valía para cualquier respuesta; no por azar, las repitió varias veces. Lo único que puso en el tapete fue la soberbia y fingida ignorancia de los chanchullos que le imputaban.

No recuerdo, no me consta... No recuerda nada, no conoce a nadie, no sabe lo que pasa a su alrededor, ni datos, ni cuándo, ni dónde, ni el dinero que lleva en el bolsillo. De ser esto cierto está realmente enfermo o incapacitado. No sirve ni para presidir el gobierno de Lilliput.

En cuanto a sus ministros –políticamente hablando– bien pueden decir aquello de: «Para quien es mi madre, bueno es mi padre». O el suegro tan roñoso que no le dio ni un duro –cuando andaba tieso y no era nadie– para su promoción. A pesar de que el viejo lo ganara sin gran dificultad. La cosa es más dolorosa cuando su futura esposa manejaba dinero porque era la que cobraba las cuentas del putiferio.

La coreografía de las gafas no fue casual. «Alirondo, alirondo... el sombrero –en su caso las gafas– me las quito y me las pongo» con chulería y falta de respeto a los senadores y el personal. En su delirio afirmó que la comisión era un tribunal inquisitorial (ya pudiera haber sido); luego lo calificó de circo; en eso estoy de acuerdo, pero, ¿quién sería el payaso? Los comisionados no estaban para bromas; el presidente tampoco. Así que, por exclusión, sólo nos queda «el personaje».

Otra cortina de humo para no hablar de los chamullos que le rodean.

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