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Un relato inefable

10/01/2024
 Actualizado a 10/01/2024
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Ya se han borrado las huellas de los camellos sobre la ardiente arena del desierto.

Eran los magos, los más próximos al saber, en todas las especialidades, de la Antigüedad. Desde los zigurats de Mesopotamia, pasaban las noches atisbando  el firmamento y la extraordinaria aparición de un cometa, venía cargada de presagios funestos.

Y así abordaron un viaje por parajes inhóspitos, para saciar su propia curiosidad y la del sátrapa, que esperaba impaciente. Mapas, astrolabios, cartas astrales de constelaciones, eran su material de trabajo.

Lo del Belén no figuraba en el guion, pero estaba escrito que habrán de toparse con él. Con el inestable poder del reyezuelo de Judea, pusilánime y ruin, como denota su alarde de  la matanza de los inocentes.

Con unos pequeños detalles para la familia se despidieron viendo, que no estaba el horno para bollos.

Ya de vuelta, iban cabizbajos y preocupados, por los informes que habían de contar en la satrapía.

De repente, el jefe de la expedición detuvo la caravana y de esta manera habló: «Del Nacimiento, ni palabra». «Es un relato inefable». Y todos asintieron, por amor a conservar las cabezas sobre los hombros.

Y viene esto porque, por el camino que nos conducen ciertos políticos de mierda (alcaldes, consejeros, diputados europeos, Van Der Layen, su amigo Pedro y demás fauna) se percibe la obsesión de acabar con las tradiciones ancestrales.

Ellos lo intentan insistentemente, como dueños de los medios. No son tantos, pero son poderosos.

En cuento a la gente humilde, todavía se acercan a Folgoso, Sabero, Boñar… y otras exposiciones de interés.

El futuro es incierto, pero no desesperen porque lo que estos personajes no consigan, lo harán los ofendidos que llegan en multitud de la miseria a una vida mejor.

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