Imagen Juan María García Campal

¿Qué «feliz navidad» me dicen?

27/12/2023
 Actualizado a 27/12/2023
Guardar

De lo vivido y leído, en especial y entre otras, en la obra de Saramago, he aprendido a hablar más de armonía que de felicidad. La propia felicidad, qué quieren, me parece –amén de, como dijo el maestro, egoísta– una inconsciente o, peor, voluntaria alienación mental. Pues, a poco que uno vaya más allá de su propio ser y estar y mire la realidad del mundo y de tantísimas otras humanas vidas, ya hay que carecer de corazón y de una mínima conciencia de justicia o equidad para poder, uno mismo, considerarse «feliz». Mientras que la armonía no solo no priva de ningún conflicto –ajeno o propio– sino que permite convivir con ellos y sus consecuencias con consciencia y una, aunque a veces mínima, serenidad.

Quizás por esto cuelga en punto principal de mi jubiloso lugar de estudio y trabajo un poema hace años dedicado con indudable cariño por Paco Flecha que dice: «Cuando era joven/ gritaba ¡Libertad!// De hombre luché/ por la justicia.// Ahora os pido/ amigos, ya lo veis,// solo la paz.// Construida,// eso sí// con justicia// y libertad».

Igual por eso también, en estos febriles días de comunismo –perdón, quería decir común consumismo– cuando amigos (la familia me sabe), conocidos y hasta distinguidos y saludados –por buena voluntad o costumbre– me desean «felices fiestas» o «feliz navidad» me invade cierta perplejidad y o mal me sale un tímido y balbucido «igual» o «igualmente», que no deja de herirme el amor propio, entendido este como afán de mejorar los propios actos, o bien un resuelto «mejor un buen año, que es más largo» o un «que de aquí en un año, aquí y así nos hallemos».

Asimismo, acaso por ello me guste tanto esa frase frecuente en el cine norteamericano cuando, ante la discusión de cualquier tema, alguien fija la necesidad de concreción y dice: «Definamos…» y el término alrededor del que razonar.

Porque –sin ya hablar de íntimas y vitales ausencias– ¿qué debo entender por felicidad en estas o cualesquiera otras fechas, sin abstraerme del mundo en que vivo y las injustas vidas de tantos, ya no acullá, sino aquí mismo, a la vuelta de la esquina, de convecinos, de prójimos?; porque, ¿no será blasfemia contra la Vida, su niñez y su adolescencia, celebrar no sé qué natividad, cuando, mientras yo escribo o usted me lee, a pésimo seguro, algún niño o adolescente, como su hijo o mi nieto, estará siendo asesinado en Palestina o Ucrania o… ¿Con qué felicidad, dicen, debería celebrar qué natividad?

Y aquí y por siempre, mis laicistas y cordiales deseos: buen año 2024 hagamos y ¡Salud y paz para todos!

Lo más leído