El verano no se entendería hoy en día sin la existencia de los festivales. Hasta hace algún tiempo, cuando activábamos el modo vacaciones, ir a la playa o a zonas de interior a disfrutar del siempre ansiado periodo estival y adentrarnos en las diferentes culturas que atesora España era nuestra única prioridad, pero ahora esto se ha convertido únicamente en uno de los complementos al millar de festivales que se celebran en nuestro país y que nos sitúan a la cabeza de la organización de este tipo de eventos a nivel mundial.
No seré yo quien venga a abrir el melón de qué pasará el día que estalle este ‘boom’ festivalero, de quiénes están detrás de algunos de los grandes festivales de este país que luego son tan reivindicativos o de los precios abusivos cuando entras dentro de sus recintos, en los que puedes llegar a pagar una cerveza o una simple botella de agua a precio de percebe, además de otras prácticas que se aprecian notablemente ilegales pero que pueden seguir realizando a su antojo grandes promotoras.
Y lo dice uno que ha sido consumidor de grandes festivales y que probablemente lo seguirá siendo, porque hay artistas a los que en ocasiones sólo puedes ver gracias a que se suben al escenario de uno de estos eventos que consiguen traer en exclusiva a nuestro país grandes bandas internacionales para confeccionar carteles con los mejores grupos del género de turno, algo que siempre es digno de alabanza.
Sin embargo, creo que en ocasiones toca abrir los ojos, porque no hace falta irse muy lejos de donde vivimos para disfrutar de un buen festival que encima surja por una buena causa. Es el caso del ‘Valle Vivo Fest’, que se celebra en la vecina localidad zamorana de Santibáñez de Vidriales y al que asistí el pasado fin de semana. Un festival gratuito de dos días contra la despoblación rural que está autogestionado por una asociación con el claro objetivo de dar vida a su pueblo con precios populares tanto en la bebida como en la comida –al consumir ya sientes que estás colaborando– y que ofrecía conciertos de bandas con cierto nombre y de grupos emergentes, además de poder gozar de un gran ambiente.
Festivales así marcan la diferencia y te animan a volver. Y aunque no lo parezca, hay muchos parecidos en nuestra provincia. Sólo falta que los apoyemos y no reneguemos de ellos. Y para ello se puede empezar por no hacer botellón.