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¡Populista el que no bote, eh, eh!

30/05/2025
 Actualizado a 30/05/2025
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Derrotado el conjunto bético en la final de la Conference League, el perfil oficial en X del Sevilla FC se despachó con una felicitación envenenada a Enzo Maresca, entrenador del Chelsea y exjugador sevillista: «Enhorabuena a nuestro querido Enzo Maresca por su primer título europeo como técnico». Tan elegante como sacar una pancarta en una boda para felicitar al exnovio.

Lo peor de estas cosas no es que ocurran en redes sociales de clubes que deberían predicar deportividad, sino que cunden. Que lo que empieza como broma digital termina normalizando el odio y el desprecio institucionalizado. Lo hemos visto también en nuestra provincia, donde las tensiones entre aficiones, lejos de apagarse, se avivan desde despachos que deberían representar a todos.

Sin ir más lejos, esta semana, tras el ascenso de La Cultural, el alcalde de Ponferrada, Marco Morala, se sumó a la efusividad del momento... con una pirueta audaz. En su perfil de X, muchos pensaron que iba a felicitar al equipo leonés por su merecido ascenso. Pero no, cambió de tercio en el último segundo para aplaudir, con bastante retranca, al VRAC Quesos Entrepinares por su título de Copa del Rey de rugby. Quienes lo leyeron entendieron el chiste, claro, pero también el mensaje bercianista.

En lo que a mí respecta, como leonés, estoy deseando que también suba la Ponferradina y me alegraré sinceramente si lo consigue. Lo bueno para Ponferrada es bueno para la provincia de León. Y lo bueno para León es, inevitablemente, bueno para El Bierzo. Así pensamos muchos leoneses que no hemos sido radicalizados por gestos institucionales excluyentes poco afortunados. Pero los mensajes, incluso los ambiguos, tienen consecuencias. Y si se es autoridad, más.

Aunque si de populismo se trata, no hay que irse muy lejos. En la capital leonesa, el alcalde, JA10, decidió celebrar el ascenso de la Cultural entonando, botando y jalonando el cántico «¡Pucelano el que no bote, eh, eh!». Un cántico que podrá sonar a fiesta entre coleguillas en una peña futbolera, pero que no debería salir jamás de la boca (ni de los tímidos saltos) de un cargo público. No ya por lo que dice, sino por lo que implica. Porque quienes nos representan tienen que saber que la alegría de unos no puede construirse con el desprecio hacia otros.

Hay una responsabilidad que trasciende a los colores, las rivalidades o las victorias. Una responsabilidad que pesa más que una bufanda al cuello. Porque cuando desde la visibilidad pública se alimenta la burla al vecino, el enfrentamiento territorial o la chulería tribal, se está legitimando el germen de cosas mucho más graves.

Y si alguien cree que exagero, que relea la noticia de hace un año del joven vallisoletano asesinado en Burgos, un crimen que se investiga como posible delito de odio. ¿Es culpa del fútbol, de un tuit o de un bote mal dado? No. Pero quienes tienen la palabra fácil y la cámara delante deben ser referentes del civismo y la concordia, buscando lo que nos une en lugar de lo que nos separa.

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