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El perro y el gato

29/11/2023
 Actualizado a 29/11/2023
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Parece mentira que estos animales se lleven tan mal. Los felinos se parecen mucho entre ellos salvo, en el color del pellejo que determina si el animal es macho o hembra. En Egipto eran muy queridos y hay muchas representaciones de ellos.

En cuanto a los perros las diferencias entre ejemplares, son abismales por morfología, color, temperamento y utilidad. ¿Qué tiene que ver un mastín leonés con un carea? Pues el grande vigila y el pequeñajo gobierna el rebaño y mantiene a las ovejas a raya. Por lo visto es el olor lo que los conforma como tal especie.

En cuanto a las relaciones con los humanos, los hemos arrancado de la naturaleza y ya están en el grupo. Las puertas ya no tienen gatera para que el animal entre o salga de casa. Y a los perros les gusta más la hierba que la moqueta. Pero ambos están tamizados por los políticos y el ‘lobby’ ecologista.

Los cánidos han dado bastante juego para la literatura. Libros como ‘La llamada de lo salvaje’ de London o ‘Memorias de un gato amarillo’ de O’Henry (muy recomendable). El problema es para los callejeros porque a diferencia del gato, el perro necesita afecto. Hace años vi un perro adoptado por un colegio (Gordoncillo). Se alegraba al ver llegar a los niños y nunca le faltó un trozo de bocadillo ni una caricia.

Pasamos página y abordamos el lado trágico.

Había un funcionario municipal que era el ‘lacero’. Su cometido localizar perros vagabundos, pasarles el lazo por el pescuezo para inmovilizarlos y meterlos en la furgoneta. De ahí a la perrera, donde si al cabo de un mes no los reclamaba nadie, los sacrificarían.

En cuanto a los gatos, tenían cierta utilidad, para matar ratones. Pero cuando cazaban uno mostraban su crueldad, empujando al roedor una y otra vez para que corriera y seguir jugando. Así podrían matarlo varias veces. Era su instinto. Pero no todo era juego porque, cuando paría una gata, las camadas eran muy numerosas. La gente se decía ¿para qué tantos gatos? Los desechados eran metidos en un talego, con una piedra dentro… y al río. De ahí el dicho «ya está gato en la talega» y otros.

Desde hace siglos la fábula fue una forma literaria en que los animales representaban los caracteres humanos. Esopo y Fedro, en la Antigüedad, Le Roman de Renart (raposo), en el medioevo; Iriarte y Samaniego, siglo XVIII. Todos cultivaron este género decadente. Pero desde el momento en que hemos puesto a los animales a nuestra altura, es complicado encontrar el sentido.

Llegados a este punto, imagino que el lector va adivinando que esta fauna representa al antagónico estamento político.

Uno aparentemente formal, leal a la tradición y los principios constitucionales. Otro ciertamente caprichoso, que nada entre la mentira y la ambición, que juega con la ley. Menos fiable que un felino.

En cuanto a la gente humilde, los ratoncillos, se les había prometido la reconciliación y la amnistía, hicieron un referéndum y los roedores –españoles– votaron por el gato.

Siendo este gato presidente de gobierno y aforado, nos conformaríamos con meter en la talega a Tito Berni y su peña, a los de los eres andaluces; al clan de los Pujoles, Puigdemont y sus fugados; a los etarras y a los que propician la exoneración de los malhechores.

Algunos editores creían que las fábulas eran cuentos para niños. No lo creo así, porque el límite entre lo animal y lo humano, es muy difuso.

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